Día 10.- Parche: ¿Decisión Imprudente?

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Día 10.- Parche: ¿Decisión Imprudente?


—Entonces... lo hicimos.

—Sí... ¿Tú... Acaso te arrepientes?

Los cabellos castaños de la omega se balancearon de un lado hacia el otro mientras negaba y tomaba las manos de su alfa.

—Nunca me arrepentiré de esto, Sami. Mi corazón es tuyo desde que éramos unas cachorras... esta es simplemente la formalización de ese amor.

La alfa suspiró aliviada y sonrió con dulzura hacia su bella omega. No pudo evitar que sus ojos se deslizaran al cuello moreno y acariciar con el pulgar el parche que acababa de colocar en la marca de mordida fresca.

Marca producto del amor y la pasión.

Marca que lamió, besó y se frotó contra ella, sabiendo que era la materialización del perenne vínculo con su omega. Un sueño hecho realidad.

Marca que su pareja también había dejado en su blanca piel, como muestra de que eran iguales; y así como la omega le pertenecía a su alfa, la alfa era propiedad de su omega.

Marca de colmillos de las que ambas eran orgullosas portadoras... pero que sabían era mejor ocultar, porque sabían que las juzgarían sin parar.

Y es que muchas personas, incluidos sus padres y amigos, comprendían las necesidades hormonales de las rutinas y el celo por lo que avalaban el sexo con protección, pero sin anudamiento... No obstante, ellas acababan de violar todas las leyes que les habían impuesto.

No era por rebeldía ni solo por el calor del momento.

Nadie coaccionó a nadie, todo fue de mutuo acuerdo.

Sí, el plan original era hacerlo a la mayoría de edad... pero las cosas no siempre salen como planeas... ¿Verdad?

Habían sido mejores amigas desde pequeñas; y en los pinitos de la adolescencia, cuando fue su despertar sexual y descubrieron que eran alfa y omega, se dieron cuenta de que ese cariño inmenso que se tenían era en realidad mucho más.

Así fueron descubriendo el amor.

Los nervios de declarar sus sentimientos, la ansiedad de la primera cita, el sudor al tocarse las manos, el acelerado palpitar de los corazones con el rozar de los labios. La añoranza de pasar todo el día juntas riendo, conversando, besando, compartiendo, y, cuando no podían verse, pasarse soñando con el momento en que se encontraran nuevamente.

Pero con ello, también descubrieron el deseo.

Los sueños húmedos, los pezones rígidos, las erecciones involuntarias, el pulso entre las piernas, la humedad entre los pliegues y las masturbaciones pensando en la otra, en la carne que nunca había estado expuesta, en esas partes secretas que eran terrenos inexplorados que tanto deseaban descubrir, conquistar y proclamar a nombre propio.

Un trabajo en solitario de autoexploración, basado únicamente en los recuerdos, las fantasías y la imaginación... eso hasta que llegaron los roces.

Caricias ligeras, nerviosas e inexpertas.

Tanteando los límites ajenos.

Los gustos contrarios.

Aprendiendo la una de la otra.

Omegacember KorrasamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora