Mi forma de compensar

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Ahí estaban ellos dos, sus cuerpos presentes en la habitación, ni una sola palabra más.

Habían decidido hacer oficial su relación, aún así, era extraño, después de esa reciente discusión el ambiente se sentía algo extraño.

"Sé que pretendes que soy Bokuto"

"Yo sé que pretendes que soy Kuroo"

Después de esas dos frases por parte de ambos era difícil iniciar una conversación para calmar las aguas, ninguno de los dos estaba dispuesto a romper el denso hielo.

Ambos sabían perfectamente que eran un reemplazo de un amor del pasado, pero aún con eso, Kenma se sentía algo afligido, comenzaba a darle la razón a sus pensamientos, comenzaba a enamorarse de Akaashi y no podía evitarlo.

Era doloroso.

Akaashi observó el rostro de Kenma, lucía inexpresivo, sin embargo, en alguna parte de sus ojos podía notarse el dolor.

— Vamos. – tomó su manga, poniéndose de pie, arrastrándolo de a poco. — Salgamos.

— ¿A dónde?

— Vayamos al centro comercial.

Kenma se quedó atónito por unos segundos, sus ojos miraban directamente al agarre de sus manos, habían salido ya de la habitación, Akaashi entrelazaba sus dedos con los de él, sin temor de ser visto por los demás.

Akaashi caminaba con tranquilidad, se percató de que Kenma miraba sus manos.

— Oh, ¿Esto? – dijo aferrando más la mano con la que se encontraban entrelazados. — Te dije que seríamos desde ahora una pareja oficial, no quiero que seas más un secreto.

— Lo sé, es sólo que es extraño.

Los chicos caminaban en dirección al estacionamiento de la universidad, algunas personas los veían, murmurando un par de cosas.

— Sube. – abrió la puerta del copiloto, en espera de que Kenma tomase asiento.

Kozume subió al auto, abrochó su cinturón de seguridad y observó como Akaashi hacía lo mismo, en el asiento del conductor.

Durante el trayecto escucharon música relajante, ni una sola palabra, Kenma observaba el paisaje recargado sobre la ventana del auto, la vista de Akaashi se encontraba totalmente fija en el camino, su mano sobre la palanca, el peli teñido lentamente acercó su mano sobre la de él, Keiji lo observó por el retrovisor.

— Llegamos. – expresó después de casi media hora de recorrido, estacionando el auto fuera del centro comercial.

Kenma bajó del auto, se puso el gorro de su sudadera, hacía algo de frío, la mano del ojiturquesa era lo único que le daba calidez.

Odiaba sentirse de esa forma, el amor era una perdida de tiempo, más sabiendo que no era correspondido de la misma forma.

Entraron al centro comercial, yendo directo a una tienda de todo tipo de aparatos electrónicos, pero sobre todo, de videojuegos.

Kenma caminaba examinando los juegos en sus cajas dentro de las vitrinas del local, se veía realmente fascinado.

— Escoge los que quieras.

— ¿Qué? ¿De qué hablas? – dijo detenido su vista, para verlo con extrañeza.

— Me he portado bastante mal contigo, tómalo como una disculpa.

Kenma frunció su entrecejo, cruzando sus brazos. — Basta con un "lo siento".

— Lo siento, he sido un mal novio, pero no es suficiente, quiero compensarlo dándote algo que sé te hará feliz.

— No puedo aceptarlo.

— Si no lo haces, los escogeré por ti. – se acercó a la vitrina en donde se encontraba viendo Kenma, con su dedo índice llamó la atención del dueño del local. — Quiero todos los juegos de esta vitrina.

— ¡¿E-Estás loco?!

El dueño tomaba las cajas de los videojuegos y los depositaba cuidadosamente en una bolsa de tela, para dársela al de gafas.

— Tal vez. – exclamó sacando su tarjeta de crédito, pagando su compra, saliendo de la tienda con aquella gran bolsa.

— Ahora no sé como compensar esto.

— Cuando hago un regalo no espero nada a cambio, no te preocupes por eso.

Kenma se detuvo frente a un restaurante de comida italiana, Akaashi detuvo igualmente su paso, colocándose a su lado.

— ¿Te gusta la comida italiana?

— ¿Por qué la pregunta?

— Déjame compensar esto.

— Kenma.

Kenma lo interrumpió.

— Déjame hacerlo, por favor.

Después de un par de insistencias, Akaashi accedió, juntos entraron al restaurante, en donde afortunadamente habían mesas sin reservar.

— ¿Qué pedirás? – preguntó Kenma, examinando la carta.

Akaashi recorría con sus ojos cada posible opción, hasta detener su vista en cierta sección. — La lasaña se ve deliciosa.

— Yo pediré Ossobuco, acompañado de un poco de espagueti a la boloñesa.

El mesero se acercó preguntando si podía tomar su orden, colocando sobre la mesa dos copas de vino y una pequeña charola con panes de ajo, retirándose después de anotar las respectivas órdenes.

— Nada mejor que un buen vino antes de una buena comida. – exclamó Akaashi, meneando un poco su copa.

— Los jugos de manzana superan cualquier otra bebida. – expresó seguro, bebiendo un sorbo del vino, el contrario rió un poco.

Después de un par de minutos el mesero se acercó con los platillos solicitados recientemente, el aroma que desprendía era delicioso, al igual que el aspecto que tenía.

— Sabe delicioso. – dijo el más bajo, después de dar un par de bocados al Ossobuco, posteriormente con el tenedor tomó algunos fideos de su espagueti.

Akaashi comió con calma de su lasaña, saboreando cada exquisito ingrediente que lo conformaba, dando un sorbo a su vino y limpiando la comisura de sus labios con una servilleta.

— Así es, sabe delicioso, gracias por traerme aquí, entonces, ¿Estamos a mano?

— Gastaste muchísimo más dinero que yo, pero lo dejaré así por hoy.

— Al parecer al gatito no le gusta ser consentido. – rió, siguiendo comiendo de su lasaña y un poco de pan de ajo que quedaba sobre la mesa.

— Te agradezco el gesto, pero no me gusta que gasten tanto en mí, tengo mi propio dinero. – en serió tomando un largo trago de su copa de vino. — No me mal interpretes, disfrutaré de tus regalos, sólo que soy del tipo de compensar.

— Somos algo distintos, yo soy de dar sin esperar nada a cambio, al parecer tú eres un igualitario, me adaptaré a ti, dejaré consentirme también. – sonrió, acariciando la pierna del contrario por debajo de la mesa.

— Me parece perfecto.

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