Nuestra propia ficción

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Ya habían pasado varios días desde que todo comenzaba a mejorar en la vida de los chicos, Akaashi y Bokuto caminaban juntos sin rumbo alguno, simplemente dejándose llevar, admirando durante el recorrido cada bello detalle de la naturaleza.

Akaashi se detuvo, Bokuto hizo lo mismo al ver que éste se detenía a pensar, lo miró con algo de curiosidad.

— Hace mucho no visito a Kuroo-san.

— Oh. – Bokuto llevó una mano a su nuca, en su cara una expresión de pena. — Yo tampoco... – dijo alargando las palabras.

— Es un lindo día. – sonrió, sintiendo la brisa del aire. — ¿Te parece si vamos?

Bokuto sonrió sutilmente y asintió con un movimiento de cabeza, cambiando de dirección al camposanto, afortunadamente no se encontraba bastante lejos de donde estaban en ese momento, ambos caminaban con un paso algo lento, ninguna palabra, sus manos rozaban de vez en cuando, deseando aferrarse, entrelazarse entre sí.

Entraron al cementerio, y caminaron hasta donde se encontraba la lapida de Kuroo Tetsurou, se llevaron una pequeña sorpresa al llegar, ahí se encontraba Kenma, de rodillas, depositando unas rosas frente a la losa.

— Hola. – habló Kenma, sintiendo la presencia de los chicos detrás de él.

— Hola. – respondieron los dos a la vez.

Los tres permanecieron en silencio algunos minutos, el único sonido que se escuchaba era proveniente del aire llevándose algunas hojas secas de los árboles.

— Sabes, Akaashi. – Kenma acariciaba con la yema de sus dedos el mármol blanquecino.

— ¿Hum? – articuló el de gafas.

— Nunca llenaré el vacío que Kuroo dejó.

Akaashi permaneció callado, sin saber que responder a aquella confesión, hizo un esfuerzo por tener algo por decir.

— Pues-

— Antes de que digas algo. – interrumpió. — Aprenderé a vivir con esto, Kuroo es el amor de mi vida y a pesar de no estar juntos en cuerpo, nuestras almas están unidas. – sonrió. — Así que, a lo de "llenar el vacío", no podré hacerlo, porque él sigue ahí.

Tanto Bokuto como Akaashi se sonrieron a sí mismos, observando a Kenma, quien permanecía de rodillas observando el nombre tallado en la lápida, con una sonrisa genuina, haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas.

Akaashi se alejó un poco, haciéndole un gesto a Bokuto con la mano, el cual se apartó de igual modo, quedando algunos centímetros más alejado del teñido, miró a Akaashi con discreción.

— Será mejor que lo dejemos solo, seguro tiene tantas cosas que contarle a Kuroo-san, démosle su espacio, ¿Te parece?

— Sí, tienes razón. – asintió Bokuto, dando una última vista a la lapida de Kuroo antes de retirarse por completo.

El silencio que había entre aquellos dos chicos se perdía completamente entre las voces a su alrededor, las personas caminaban, hablaban, reían, existían.

Comenzaba a oscurecer, los faros de luz fueron encendidos, iluminando ambos ojos brillantes sumergidos en las personas que caminaban a su lado, prestando especial atención a aquellas parejas, una sonrisa nostálgica se escapó de los labios del pelinegro, mirando a un par de chicos rozando sus manos con timidez, el de cabellos bicolor carraspeó un poco, haciendo salir a Akaashi de sus pensamientos, dirigiendo sus ojos turquesas hacía el de ojos ámbar.

— Akaashi, te amo. – pronunció deteniéndose debajo de un faro, mirando al contrario a los ojos, seguro de sí mismo, pero de igual forma algo nervioso.

Akaashi se quedó callado, con un semblante inexpresivo, mirando a Bokuto a los ojos, la luz del faro podía reflejarse en aquellos ojos. Al cabo de unos segundos de silencio, sonrió.

— Yo también lo hago.

Bokuto suspiró con lentitud.

— ¿Crees que pueda volver a haber una oportunidad entre nosotros?

Akaashi se recargó un poco sobre delante del faro, meneando un poco un maletín que llevaba en sus manos, le costaba un poco responder, sin embargo, lo hacía, porque había decidido hacer caso a sus sentimientos, externarlos, no guardarlos.

— Lo veo muy posible. – respondió, observando con los ojos de Bokuto se abrían de sorpresa.

— ¡¿O-O sea que podemos volver a ser novios?! – entusiasmado alzó la voz.

Keiji rió, amaba aquella actitud entusiasta del chico.

— Eso depende ti, ¿Qué dirá tu padre?

— ¡A la mierda mi padre! ¡No me dejaré intimidar, está vez te protegeré de verdad!

— Soportaría una paliza sólo para estar a tu lado, ya te lo había dicho. – rió.

— Seré tu escudo, mi amor.

El corazón de Akaashi comenzó a latir.

— "Mi amor"... – susurró. — Extrañaba escuchar eso.

De pronto, frente a él Bokuto se puso de rodillas como un príncipe, elevando un poco la palma de su mano, pidiendo la mano de Akaashi.

Akaashi llevó la palma de su mano a la de Bokuto, sonriendo por aquella acción.

— Akaashi Keiji. – pronunció en un tono bastante formal. — ¿Te gustaría ser por una vez más mi amado novio? Segunda y última vez, para siempre, lo prometo.

— Quiero ser tu para siempre Koutarou-san, aunque hayas dicho que los para siempre sólo ocurrían en la ficción. – rió, observando la mueca de disgusto de Bokuto.

— Entonces seamos los protagonistas de nuestra propia ficción, Keiji.

Los ojos de Akaashi se humedecieron un poco, sus ojos amenazaban con dejar caer algunas lágrimas, su corazón latía con tranquilidad, la mano de Bokuto se sentía cálida, esos ojos ámbar se sentían como su hogar.

— Sí. – respondió, dejando caer algunas lágrimas, limpiándolas enseguida. — Quiero ser tu novio, Bokuto Koutarou.

Bokuto se puso de pie, abrazó el delgado cuerpo de Akaashi, ni siquiera la luz del faro o de la luna podían compararse con lo cálido que se sentía aquel abrazo, podían sentir sus corazones latiendo al mismo ritmo, como si estuviesen unidos en un mismo cuerpo, en un mismo abrazo, en una misma noche.

Akaashi hundió su rostro en el hombro de Bokuto, éste humedecía aquella zona con sus lágrimas, Bokuto acariciaba con delicadeza la espalda del de cabello negro azabache.

— ¿Me prometes que floreceremos juntos?

— Lo haremos.

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