Pétalos secos

55 6 0
                                    

Las rosas rojas eran las favoritas de Kuroo Tetsuro, éste solía decir que tanto la forma como el color tenían un significado simbólico para él, adoraba el color rojo, era fiel creyente que este color representaba pasión, amor, energía o calor.

Desde la antigüedad las rosas han sido reconocidas por ser un símbolo de amor, cada que tenía la oportunidad le regalaba rosas rojas a Kenma, en representación del amor, el cariño y el respeto que sentía hacia el.

Kozume Kenma jamás creyó que llegaría al punto en que dejaría de recibir estas rosas, al contrario, se encontraba él colocando un gran racimo de ellas sobre la lápida de su difunto novio, el viento se llevaba consigo algunos pétalos secos de anteriores ramos.

Kenma pasó su mano por la lápida, acariciando con la yema de sus dedos el suave mármol de la losa.

— ¿Crees que lo estoy consiguiendo? ¿Finalmente salí adelante? ¿Finalmente me volví a enamorar?

El clima estaba bastante fresco, cualquiera que estuviese fuera de casa podría sentir la brisa fría del viento hasta los huesos.

Ese no era el caso de Akaashi Keiji y Bokuto Koutarou, quiénes se encontraban teniendo intimidad en la cama del bicolor, extasiados, llenando sus cuerpos de placer y llevándolos hasta el punto máximo del orgasmo, disfrutando de su encuentro como nunca antes, terminando los dos a la vez, cayendo rendidos en la cama, el uno al lado del otro.

Las respiraciones de ambos subían y bajaban al unísono de los pétalos de rosa viajando por la ciudad, tratando de encontrar un final.

El ambiente se sentía extraño, a pesar de hace unos minutos haber derramado pasión, el silencio incómodo volvió a apoderarse de la habitación, aquellos dos cuerpos desnudos sobre el mismo lecho no creían todo lo que acaba de pasar apenas ese día, tanta información que procesar, tantos sentimientos que reevaluar, tantos pensamientos que estaban carcomiendo ambas cabezas.

— Akaashi, yo...

— Lo sé.

— Te amo, pero no podemos estar juntos.

— Lo sé.

Akaashi se levantó de la cama, poniéndose de
nuevo su ropa, para irse a casa.

— ¿No quieres tomar una ducha antes? Mikoto-chan tardará bastante en llegar, tienes tiempo aún.

— Tomaré la ducha en casa, gracias por la consideración. – dijo finalmente atando las agujetas de sus zapatos, abriendo la puerta de la morada, el viento pegaba contra su cuerpo aún tórrido.

Era hora de volver a casa, sin embargo, no se sentía como tal un lugar seguro en aquel momento, ver a Kenma después de lo que acababa de hacer sería bastante hipócrita de su parte.

La voz de Kenma se hizo presente en su cabeza.

"¿Te parece si ambos salimos a despejarnos un poco?"

Jamás se imaginó salir a "despejarse" de esa manera, sin duda alguna había traicionado completamente su confianza, había tenido relaciones sexuales con su ex novio, fuera como fuera, esa había sido una infidelidad.

Al llegar a casa, tomó una ducha rápida, el peliteñido aún no había llegado para su suerte.

...

Kenma se puso de pie, admiró una última vez las rosas rojas sobre la lápida y se dió la vuelta, comenzando a caminar por aquel gran campo de flores de diversos colores y tamaños, todas perfectamente alineadas una tras otra en aquella extensión de flora.

El viento había disminuido, el cielo ya había oscurecido, mostrando sus colores más oscuros en el cielo, resaltando las estrellas sobre éste.

Kozume decidió recostarse sobre dicho campo, admirando las estrellas sobre él, con su dedo índice trazando cada constelación sobre sus ojos, admirando detenidamente aquellas estrellas con mayor brillo, algunas tintineando a la par de los latidos de su corazón.

Se dió la vuelta y tomó una de las flores que se encontraban a su alrededor, ésta era un pequeño ramo de hortensias color azul, la tomó y la colocó por detrás de su oreja, para después dirigir nuevamente su vista al cielo y respirar profundamente.

El color azul simbolizaba para Kenma la paz y la tranquilidad, cosa que encontraba en los ojos de Akaashi, azul turquesa, ese mirar lleno de paz interior, el cuál le transmitía con un simple parpadeo, tal como las olas del mar, o el cielo de medio día.

Se puso de pie, sacudiendo su ropa antes de dar paso, ya era algo tarde como para estar fuera de casa, había logrado despejarse un poco, dentro de su cabeza al caminar se preguntaba si Akaashi había conseguido lo mismo, se preguntaba si con aquella noche estrellada se había encontrado a sí mismo.

Los auriculares en sus oídos reproducían melodías bastante tranquilas, desde que comenzó a salir con Akaashi se le pegó el habito de escuchar piezas de piano durante las noches para sentirse más tranquilo, ahora se había vuelto una costumbre, no solo apreciaba mejor la música clásica, si no aquellas hermosas melodías le generaban distintas emociones que era imposible plasmar en palabras, pero que en notas de piano podía identificarlas, justo como lo estaba haciendo ahora.

Dentro de sí, esperaba que su relación con Akaashi progresara, que ambos se encontraran a sí mismos y se complementaran de forma que mutuamente llenaran aquellos vacíos que alguna vez quedaron en sus corazones.

No tenía la mínima idea de lo que Akaashi Keiji había hecho aquella noche, ni siquiera era algo que se esperara, no obstante, un corazón fue llenado y vaciado nuevamente, mientras que el otro esperaba con tranquilidad llenarlo mutuamente.

• • ┈┈ ๑ ⋅ ⋯ ୨ ୧ ⋯ ⋅ ๑ ┈┈ • •• • ┈┈ ๑ ⋅

Nuestro florecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora