No Lo Pensé

783 69 7
                                    

Seguíamos sin saber algo sobre Anabell, no sabíamos donde estaba. Mis padres trataban de comunicarse con ella, pero no lo lograban.

— ¿Qué crees que debemos hacer? — le pregunté a Oliver.

— A ver... Tal vez deberíamos hablar con Málory.

— Sí, es buena idea, pero no lo podemos hacer a estas horas, debemos esperar hasta mañana.

— Tienes razón — dijo mientras se ponía de pie —. Bueno, no siendo más, me voy.

— Sí, claro.

— Trata de descansar — dijo y me besó en la frente.

— Lo intentaré — susurré. Vi como Oliver se iba alejando y regresé a mi cuarto. Estaba impaciente, esa noche no pude dormir, estuve leyendo toda la noche, aunque no pude concetrarme.

Ya estaba amaneciendo, todavía no sabíamos en dónde se encontraba Anabell.

Cuando ya era más tarde, Oliver llegó y fuimos a la casa de Málory, mientras que mis padres trataban de comunicarse con ella.

Tocamos la puerta, por suerte Málory abrió.

— ¿Qué necesitan? — preguntó.

— Necesitamos hablar contigo, pero no aquí — respondí.

— Pueden pasar a mi cuarto — dijo mientras nos hacía pasar. Málory entró detrás de nosotros y cerró la puerta.

— ¿Qué es lo que quieren? — preguntó, al parecer algo desesperada.

— Bueno — comenzó a decir Oliver — ¿Ayer hiciste una fiesta, verdad?

— Sí, ¿por...?

— Debes conocer a la hermana de Dafne.

— Claro, como no.

— ¿Ella estuvo aquí ayer? — Oliver seguía con sus preguntas mientras que yo miraba por una ventana que había en frente.

— Sí — respondió, se escuchaba algo... hmm... Nerviosa, sí, era eso, pero por qué ¿acaso tenía algo que ocultar?

— Muy bien, pues ella no ha regresado a casa, ayer vinimos a tu casa a buscarla, pero cuando llegamos no había nadie, todo estaba oscuro, entonces ¿a qué hora terminaste la fiesta?

— Ehh... Pues, no lo recuerdo — se escuchaba aún más nerviosa, empecé a sospechar de ella, tal vez sí ocultaba algo.

— ¡Ah! ¿no lo recuerdas? — repitió Oliver.

— No, en serio que no — Oliver se puso de pie y se acercó a ella.

— Sabemos que ocultas algo, es mejor que lo digas — dijo en tono amenazante, la verdad hasta me daba miedo de él.

— Bueno... Creo que es mejor que no lo sepan — ¿Qué? ¿no nos quiere decir? Me puse de pie y fui hacia ella.

— Escúchame, estoy desesperada por mi hermana y quiero saber que sucedió con ella, ¡quiero que me lo digas! — dije. Ella suspiró.

— Está bien, pero quiero que después de esto no me odien — hizo una pausa —. Mis amigos me... obligaron a entrar en una página, es algo fuera de lo común..., nunca pensé que podría llegar a suceder eso — suspiró —. Bueno, la página se llama el juego de Niel — Oliver y yo quedamos asombrados, no creí que ella fuera capaz de pertenecer a ella.

— Quieres decir que... — tomé fuerzas para seguir — ¿La asesinaste? 

— Así es, por eso no quería decírselos, sé que me estarán odiando — dijo mirando al suelo.

— ¿Por qué lo hiciste? ¿¡por qué!? — empecé a llorar, ¿cómo no había pensado en ello? A Oliver no sería el único que le hubieran asignado asesinar a mi hermana, a cualquiera le hubiera podido tocar.

— ¿A penas entraste a la página? — tuve el valor para decir.

— Sí...

— Deja de pertenecer a ella, me harías un favor — dije y me fui, Oliver salió detrás de mi.

— ¡Oye, espera! — me gritó Oliver. Yo sólo seguía caminando, debía contárselo a mis padres, sé que les dolería mucho. Oliver me alcanzó, se puso en frente de mí y me dijo:

— Debes tranquilizarte, no podemos hacer algo al respecto, sabías que esto podía ocurrir, era algo inevitable.

— Pero si tan sólo me lo hubiera dicho se podría hacer algo al respecto.

— Pero no fue así — hizo una leve pausa —. Esto puede sonar cruel pero debes afrontar la realidad — ¿eso era la forma de apoyarme? Que manera más fría, pero tenía razón, era inevitable.

— Ven, te acompaño a casa — dijo y ubicó su mano en mi hombro. En el camino no hablamos, yo había parado de llorar, me gustaba estar en compañía de Oliver, sentía que podía confiar en él y me sentía segura.

Llegamos a casa y mis padres miraron desconcertados. Sabía que querían saber algo. 

— Eh... Esto es difícil — di un suspiro —. Está... muerta — dije casi inaudible.

— Dime que no es cierto — dijo mi madre, yo no respondí, entonces comenzaron a llorar.

— Tú la mataste, ¡tú lo hiciste! — decía mi madre. 

— Pero yo no lo hice.

— Si asesinaste a la amiga de tu hermana, también podías hacerlo con tu hermana ¡le tenías envidia!  — dijo mi madre entre sollozos. 

— ¿Por qué lo haría? No ves que también me duele su muerte.

— En realidad no te duele.

— ¿Por qué no confías una vez en mí? — dije y salí de la casa, Oliver también.

— Lo siento — me dijo.

— No te preocupes, mi madre nunca confió en mí.

— ¿Y ahora qué harás?

— No lo sé, no me siento capaz de volver a casa.

— Si quieres puedes venir a mi casa.

— No, sería mucha molestia, además ya haz hecho mucho por mí.

— No es nada.

— No, gracias, estaré bien.

— ¿Estás segura?

— Sí.

— No te quiero dejar.

— Déjame, es lo que quiero.

— Está bien — se despidió y se fue. Tal vez debía acostumbrarme a vivir así. No sé si mis padre me recibieran, no lo creo, la poca confianza que teníamos se acabó. Nunca pensé que llegaría a suceder esto.

Pasó el fin de semana, yo no hablé con mis padres, tampoco los vi; sólo fui a casa por los cuadernos para ir a estudiar, también comí algo, sin que ellos se dieran cuenta. 

Oliver seguía insistiendo que fuera a su casa, yo seguía negándome.

El Juego De NielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora