Un Último Adiós

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Me sentía muy disgustada, "nunca debiste hacerlo" seguía pensando en ello, ¿yo qué hice para que me sucediera todo esto?

Oliver ya no confiaba en mí, o mejor dicho, nunca lo hizo. Mis padres me culpaban de asesina y en realidad lo era, ya que más da, lo mejor era acabar con mi vida, pero ¿para qué me iba esforzar en hacerlo? Sabía que pronto iba a morir.

En ese momento sonó mi celular, era Yves.

— ¿En dónde estás? — dijo.

— Cerca del colegio.

— ¿Por qué no vienes?

— Me acabó de pasar algo terrible.

— ¿Qué te paso? Me asustas.

— Lo mejor es que no te enteres, podrías causar problemas.

— Confía en mí.

— Es por eso que no te lo digo, sé que harías algo indebido.

— Bueno, iré por ti — y colgó, yo no quería que viniera, ya no quería ir a su casa. En todo caso me quedé ahí, cuando llegara le explicaría todo.

— Vine lo más rápido posible — escuché decir, era Yves —. Y bueno, me debes explicar todo en el camino.

— Lo he pensado bien y no debería ir a tu casa.

— Debes hacerlo, me da miedo de lo que te pueda suceder en la calle.

— Me parece un buen gesto, pero no es lo correcto.

— ¿Por qué no lo es? 

— No me siento cómoda viviendo en otra casa.

— Te puedes acostumbrar.

— No alcanzaría a hacerlo.

— ¿A qué te refieres con alcanzar? - ¡rayos! Ya debía decírselo, él no se quedaría con la duda —. Respóndeme.

— ¿Y si no lo hago? — dije para cambiar de tema.

— A veces pienso que no eres mi amiga — dijo algo dolido.

— ¿Por qué?

— Últimamente no confías en mí, siempre debo rogarte para que me cuentes lo que sucede — dio media vuelta y empezó a caminar.

— ¡Espera! — dije mientras corría detrás de él. Él se detuvo.

— ¿Qué quieres?

— ¿Podrías escucharme un momento?

— Okey.

— Es que me van a matar, es por eso que no quiero ir a tu casa.

— ¿Quién hará eso? — dijo como si no me creyese.

— No lo sé, Oliver me dijo que lo iba a hacer un amigo de él.

— ¿Y Oliver no te va a ayudar? — ahora su tono de voz era más serio.

— No quiero hablar de él.

— Pero no te pueden asesinar, ¿por qué lo harían? — estaba histérico.

— Cálmate, es el juego de Niel, no hay nada que se pueda hacer.

— Ese maldito juego, ¿por qué entraste en él?

— Quería acabar con eso.

— No es justo, no te pueden matar, no me puedes abandonar — comenzó a llorar.

— Por favor no llores, este es mi destino.

— Es que no puede ocurrir.

— Pero... — no alcancé a decir algo más, sólo sentí sus labios sobre los míos, el beso fue un poco largo, además me gustó.

El Juego De NielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora