𝑹𝒆𝒔𝒇𝒓𝒊𝒂𝒅𝒐

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-Chifuyu, ¿estás listo?- Era temprano en la mañana, y en la casa de los matsunos se debía madrugar, en especial ese día -¿Estas segura que permiten niños?- Matsunos Chifuyu, un preadolescente de once años, debía acompañar a su madre en su entrevista de trabajo, pues, según ella, el aquella entrevista se permitía traer a los hijos si es que no tenía nadie más que se pudiera encargar de ellos -Claro que si. Ya, vamos, estamos en la hora- Le dijo terminando de arreglar el poco maquillaje que llevaba mientras se miraba al espejo. Su hijo no se veía muy convencido de si es que realmente lo iban a dejar estar con su madre mientras ella tenía la entrevista -¿Podrías decirme, otra vez, de que trata la entrevista?- Le preguntó mientras se ponía el abrigo con el ceño fruncido -Chifuyu, ya te dije más de cien veces: es de cocinera, y si, permiten niños- Termino por responder la madre un poco enojada, pues ya llegaban ser molestas las tantas veces que preguntaba lo mismo.

Ya habían llegado a la dirección indicada y Chifuyu estaba realmente sorprendido de lo grande y tradicional que era la casa -¿La entrevista era en una casa?- Le preguntó dudoso a su madre -Pues, así parece, aunque no creo que tenga nada de malo- Le respondió con el mismo rostro de siempre -Al parecer no hay timbre y la puerta está abierta- La señora chifuyu asomó un poco su cabeza para luego darse cuenta que su hijo ya estaba en el antejardín de aquel hogar -¡Chifuyu, ven aquí!- Le susurró algo fuerte su progenitora para que regresara junto a ella al verlo espiar lo que pasaba dentro de aquella casa. Aunque la curiosidad le ganó y también se asomó

-Debes de trabajar más la fuerza de tus brazos- Su tío, Salvador, la miraba con ambos brazos cruzados -Pero si yo me especializo en pierna- Le respondió en un tono calmado, desinteresado, sentada en el sofá mientras se tomaba un jugo de manzana -Lo sé, pero aun así debes hacerlo, la fuerza de tus brazos también es importante- Boris, quien también iba al dojo, se posó frente a su prima menor con una cara de pocos amigos -¿Para que?- Le contestó mientras se levantaba del sillón. Astrid no era de discutir mucho, pero las personalidades explosivas de sus primos no le dejaban de otra -En las artes marciales no solo se ocupan las piernas, idiota. Además, ni fuerza tienes en ellas- Una pelea ya había comenzado y Annelise sabía cómo defenderse -¿¡Yo!?, ¡si hago más peso que tú en la prensa, embarao culiao!- Como ambos median lo mismo, estaban cara a cara dándose pequeño empujones con sus hombros -Nada de insultos- Dijo su tío viéndolos -¿¡A si!?, ¿¡y cuánto peso hací' vo'!?- -Mas que vo' po', porque con pura cuea te hací' treinta y siete kilos- Los empujoncitos de hombros pasaron a empujones fuertes con las manos -¿¡Y cuántos kilos hací' po'!?- -¡Yo hago cincuenta y cuatro!- -¿¡Ah, si!?, ¡pues ni se te nota!, además, ¿como te vas a defender?, ¿con esas piernas de paté?- Las ofensas iban subiendo su intensidad sin darse cuenta que una pequeña familia estaba observando todo el drama, no entendían el idioma que hablaban, pero aún así lo podían "deducir" -¡Que tenga piernas gruesas no quiere decir que sean patés, es músculo!- -¿Ah, si? Pero respóndeme, ¿como. Te. Vas. A. Defender?- Le preguntó mientras le picaba la frente con su dedo índice -¡Así!- Una patada fue directo a la entrepierna de su primo, dejándolo arrodillado en el piso mientras de quejaba del dolor. Chifuyu, quien presenciaba todo junto a su madre, tapó sus partes íntimas al empatizar con el dolor que podría estar sufriendo el adolescente -Ah, chupala, me voy a mi pieza- Dijo enojada mientras se dirigía a su habitación -Estos cabros de porquería, saben que ya luego va a llegar la señora Matsuno- Vicente, el tío de Astrid y dueño del restaurante, se cruzó de brazos al ver las actitudes de sus sobrinos. Pasó su mano por enfrente de sus ojos, para que al levantar la mirada se encontrará con dos personas: una mujer y un niño, ambos se asomaban por la puerta corrediza -Supongo que usted es la señora Matsuno, ¡Pase, por favor!- Su actitud cambió completamente al ver a la nueva persona que debía entrevistar.

Chifuyu se mantuvo todo el tiempo en el gran sofá que había en la sala de estar, lo único que cambiaba es que ahora estaba furioso: a su madre no la habían aceptado en la entrevista de trabajo, ya que, a los ojos de Chifuyu, según el viejo canoso "no manejaba bien la presión" y que "en su restaurante había presión constante" -Que idiotez, solamente no la quiere aceptar, porque es demasiado buena cocinera para su mugroso restaurante. Además, ¿porqué necesita un restaurante tan grande con tanta "presión" según él, solo es imbécil- Tenía el seño tan fruncido que toda su frente quedó arrugada mientras se cruzaba de brazos y subía su pierna de arriba hacia abajo -No creo que sea tan estúpido- Una voz entre aguda y grave lo alertó. Rezaba que nadie adulto de aquella familia lo haya escuchado -¿Porqué lo dices?- Su corazón paró de latir tan rápido al ver a un adolescente apoyado en el respaldo de aquel sofá -El tener un restaurante tan grande no es malo, tampoco el que no haya presión. Es algo normal- Justificó a la vez que le entregaba un dulce de fresa -Eso es mentira, con la presión todo es más difícil, al igual que tener algo tan grande- Se metió el pequeño dulce a la boca mientras hablaba, provocando pequeños balbuceos al hablar -No, no lo es. El restaurante es grande por la gran clientela, y si no entiendes eso, te lo explico: supongamos que tienes una casa para gatos, cada vez llegan más y esa casita se hace cada vez más conocida entre los pequeños felinos, pero no caben todos dentro y tampoco puedes dejar así de pequeña esa casa, porque te beneficia que vengan más animales, así que cada vez vas aumentando el tamaño de la casa o vas comprando unas más grandes, pero a la vez que te beneficia, hay gatos que te piden algo en una limitada cantidad de tiempo, ya que se aburren y enojan por la espera. ¿Entiendes ahora?- Chifuyu dejó de batir el dulcecito con su lengua al entender, finalmente, la situación. Se quedó un tiempo mirando a ningún punto fijo con cara de confusión y seño aún fruncido -Bueno, yo me tengo que ir. Adiós- Sin más se despidió no sin antes entregarle un par de dulces al menor.

𝓛𝓪 𝓫𝓻𝓾𝓳𝓪 𝔂 𝓼𝓾 𝓶ú𝓼𝓲𝓬𝓪 [𝓽𝓸𝓴𝔂𝓸 𝓻𝓮𝓿𝓮𝓷𝓰𝓮𝓻𝓼] CanceladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora