ℂ𝕝𝕒𝕤𝕖𝕤

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Ya eran las cuatro de la tarde y Annelise no tenia nada que hacer en el día, por lo que salió con algunas de sus mascotas que la siguieron para recorrer algunos lugares del bosque -Miren, ustedes se suben primero y yo después, así es mas fácil- Trató de explicarles a sus animales que no le entendían para nada lo que estaba tratando de decir. Esto hizo que Astrid soltara un suspiro pesado para que al momento se le ingeniara otra idea completamente distinta: como los animales que estaban ahí eran gatos,, podía hacerlos subir con un juego. Más esa idea se interrumpió por otra: si es que ella se sube y los gatos la siguen, es porqué quieren estar arriba del árbol, pero si no lo hacen, es porqué, obviamente, no van a querer subirse -Bien, yo me voy a subir y ahí ven ustedes si también quieren hacerlo- Habló para comenzar a escalar, sin embargo, su gabardina se enredó en su pie, haciendo que cayera de trasero al césped -Se acabó el subirme a los arboles. ¡A tocar piano! El jamás me haría algo así ¡Así que no esperes que vuelva, estúpido árbol!- Se fue refunfuñando al lugar mismo lugar de siempre en donde se encontraba el piano, pues no había manera que se moviera del sitio. Una vez llegando, se sentó en el banquito que había y se apoyó en todas las teclas, provocando un fuerte ruido molesto -Aunque suene algo molesto, me gusta la entonación de tus teclas, es distinta a los otros pianos, es mas dulce- Una vez empezó a concurrir más el bosque, tomó la costumbre de hablar sola o hablarle a las cosas, pues no había nadie con quien sintiera la extrema confianza de contarle algunos problemas personales de ella, así que para no guardarse esas cosas, empezó a hablar sola. Esa costumbre se empezó a intensificar con el pasar del tiempo, aunque no lo hace si hay gente a su alrededor -He conocido a muchos pianos. Tu serías un hombre dulce, bonito, voz suave y delicada, piel algo morena, con el pelo crespo y café, unos ojos verdes junto a una  cara y cuerpo lleno de pecas. Aun recuerdo el piano de mi primera maestra, él sería muy alto, pelinegro, unos ojos negros intensos, una voz grave y ronca, una tez blanca, sin embargo con un corazón dulce que adora a los gatos. Serían una bonita pareja, tal vez y fueron almas gemelas en otra vida- Se sentó derecha y comenzó con una balada dulce -¿Sabes? Esta canción me hace acordar a flores, dulces y a un señor viejo, calvo, con bigote y un monóculo que toca el violín, ¿sería buena idea tocarla junto a un violín?- Dejó de hablar y se concentro más en tocar el piano. De a poco, junto con la entonación, empezó a desrealizar su entorno, pues su mirada cada vez estaba más perdida, sus manos se movían por memoria de tantas veces tratar de tocar la canción y parecía estar en modo automático. Pasó un rato en el cual se quedó así, tocando la canción una, y otra, y otra vez, sin darse cuenta que alguien se le acercaba por la espalda. La melodía seguía, al igual que la persona que de a poco se aproximaba a ella -¡Maestra, bruja, hechicera, maga, señorita taumaturga, miss nigromatica, profesora de la necromancia, a-chan!- Le gritaron fuertemente al oído mientras la abrazaba por los hombros. Una sola mirada por encima de su hombro le bastó para saber quien era -Mikey, ¿Qué haces aquí?- Le preguntó con sorpresa y nerviosismo a la vez que trataba de sacarle las manos de su cuello, ya que el abrazo empezó a ser muy fuerte -¡Yo se que eres una bruja, maga, hechicera o algunas de las cosas que dije antes!- Astrid reconocía las palabras por los libros de brujas y fantasía que leía -¿Sabes lo que significan?- -Nop, pero suenan mágicas- Le respondió parándose como un militar, esperando que la muchacha le respondiera. La joven soltó un suspiro -Ser nigromante o nigromántico es cuando haces predicciones invocando espíritus de los muertos, la necromancia es lo mismo, nada mas que son palabras distintas- Dio la explicación mientras movía las manos para dar a entender su punto -¡Lo sabía! ¡Solo una bruja sabe todas esas cosas!- Exclamó a la vez que se alejaba y la apuntaba -Si tomamos eso en cuenta, tu también serías un brujo, porque tu las conoces- Trató de ocupar la psicología inversa -¡Tienes razón! ¡También soy un brujo! Pero no soy un brujo con magia avanzada, en cambio, tu si lo eres- Fue la escusa que ocupó.

El que le preguntara por ser su aprendiz no paró a pesar de que ella no le respondiera: la sacudió de un lado al otro, le hablaba sin parar, le picaba la mejilla con su dedo, pasaba su mano por en frente de su cara, se colgaba de su espalda, llamó la atención mostrando a sus mascotas ¡Trató de todo! Más aún así, no hizo que lo aceptara -¡Por favor, a-chan! ¡De verdad que quiero aprender de magia!- Terminó por rogarle para que fuera su alumno en las "magias oscuras" -Mikey, no soy bruja, nunca lo fui, si bien he escuchado cosas esotéricas y así, no conozco nada relacionado con eso, como mucho se que existen las cartas de tarot, así que no te puedo enseñar nada- Había tratado de enviar el tema de la brujería, pues le daba algo de miedo. Cuando Mikey trataba de sacar el tema a flote o de manera repentina, encontraba una manera de esquivarlo, más se aburrió y decidió ignorarlo mientras trataba de tocar el piano con muchas distracciones por parte de él pequeño. Esto lo desánimo un poco, pues pensaba que ella realmente era una bruja, mas sin embargo no se rindió, mas bien recordó que los rumores decían que las maldiciones venían de la música del piano -¡Enséñame a tocar el piano!- Terminó por gritar con la esperanza de que esta vez no se negara -¿El piano?- Esto había dejado con duda y sorpresa, pues pasó de querer aprender magia, a algo nada relacionado con eso -¡Si! ¿Puedes hacerlo, verdad?- Astrid solamente asintió y Mikey se sentó a su lado, muy emocionado -¿¡Con que comienzo, maestra!?- Preguntó realmente enérgico.

𝓛𝓪 𝓫𝓻𝓾𝓳𝓪 𝔂 𝓼𝓾 𝓶ú𝓼𝓲𝓬𝓪 [𝓽𝓸𝓴𝔂𝓸 𝓻𝓮𝓿𝓮𝓷𝓰𝓮𝓻𝓼] CanceladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora