Todo Se Repite.

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A la mañana siguiente cuando despertó se descubrió sola en la cama. El aroma de Harry estaba adherido a su piel.
Su cuerpo desnudo estaba ligeramente protegido con la camisa que Harry había puesto sobre ella.
Aspiró el aroma de la camisa, cerró los ojos nuevamente y con las yemas de los dedos se rozó los labios que todavía tenían la huella de los besos de Harry.

Al bajar escuchó risas en las cocina.
Siruis, Madame Rosmerta, Lupin, Tonks y Harry charlaba alegremente.
Harry estaba de pie, recostado ligeramente en la esquina de una mesa, sostenía una gran taza de café.
Al verla entrar clavó sus verdes ojos en ella. La miró descaradamente de arriba a abajo, con su seductora sonrisa.

Herms, dijo Siruis, casi te pierdes el desayuno que Rosmerta preparó.

La chica miró la mesa llena de empanadas, pasteles, jamón y  varios apetitosos platos más.
Se ve delicioso, respondió la chica que en ese momento se percató que realmente estaba hambrienta.

El café está junto Harry, apúrate antes de que te dejen sin nada. Volvió a decir Siruis, mientras tomaba un pedazo de pudin.

Caminó hasta Harry. Tomó una taza y se disponía a servirse café cuando
Harry que no le quitaba la mirada de encima, se acercó y de forma que sólo ella pudiera escuchar, susurró: te ves exquisita.

Fue tanta la conmoción que Harry le provocó, que la taza se le resbaló entre los dedos e hizo tal escándalo al hacerse añicos en el suelo que todos los presentes la volvieron a ver.

Cariño, ¿estás bien? . Dijo Madame Rosmerta

Sí, disculpen. Respondió la acongojada chica.

Yo te ayudo, dijo Harry con su sonrisa de lado, tenía cierto brillo en los ojos que denotaba que disfrutaba de la situación.
Movió la varita y la taza volvió a sus manos completamente entera, sirvió el café en la renovada taza y se lo entregó a la sonrojada Hermione, no sin antes aprovechar y rozarle la mano.

Para suerte de Hermione pronto volvieron a la conversación.

Pero Harry no dejaba de provocarla, en cuanto pudo se posicionó atrás de ella. Aprovechaba el descuido de los demás para acariciarle rápidamente el cuello. Hermione no podía evitar reaccionar ante las pequeñas caricias. Su cuerpo se erizaba, pero sus manos nerviosas estaban torpes.
Cariño, seguramente es el desvelo lo que te tiene así, dijo Madame Rosmerta ante la última cuchara que cayó al piso. Por su parte Tonks la miraba bastante curiosa.
Cuando la mesa quedó sin rastro de algún bocadillo pasaron a la sala.

Hermione y Harry se quedaron atrás.
Harry, debes dejar de hacer eso, dijo la chica que intentaba adoptar un rostro serio.

¿Hacer qué? respondió Harry con una sarcástica sonrisita.
Y no me mires así.
¿Así cómo? Dijo Harry volviéndose hacer el desentendido.
¡Así!
Se acercó un poco más a ella y le acarició los hombros descubiertos, otro poco más hasta poder aspirar el aroma de su cabello y susurró: Te refieres a que te veo y me provocan unas ganas de comerte a besos de nuevo.

El cuerpo de Hermione se estremeció.

Lo intentaré, pero no prometo nada. Le dio un beso en la boca y salió de la cocina tranquilamente.

Hermione casi descompuesta por tanta emoción suspiró e intentó controlarse antes de llegar al salón.

La mañana transcurría entre risas y varias anécdotas de Siruis.
Se ve muy feliz, le susurró Harry a Hermione.
La chica afirmó al comentario de Harry y pensó que seguramente esa misma sonrisa tonta de Siruis tenía ella.
De repente el timbre de la puerta interrumpió la historia de Siruis.
Yo abro, dijo Hermione.

¡Kingsley! La chica se llevó una gran sorpresa al encontrar al Ministro de Magia detrás de la puerta. Inmediatamente se dio cuenta por el palidecido  semblante del ministro, que éste no venía con buenas noticias. ¿Siruis y Harry? Preguntó sin saludar.

Adentro dijo Hermione y siguió al ministro con una cara similar a la que Kingsley llevaba.

¡Kingsley! Exclamó Siruis.

Ha habido una fuga masiva de Askaban. Han herido y asesinado a varios Aurores. Dijo el ministro sin mucho rodeos aunque con la voz quebrada.

Hermione miró a Harry, estaba tan pálido como Kingsley y una mueca de horror marcaba su rostro.

¿Se sabe quiénes son los prófugos? Preguntó Harry.

El pabellón de los mortifagos, respondió Kingsley.

Nadie dijo nada, pero por los rostros de los presentes era evidente la angustia que se sentía en ese momento.

Bueno, hay que darse prisa, dijo Harry rompiendo el angustiante silencio.

Yo voy contigo, señaló Hermione de inmediato.

No. respondió Harry de forma autoritaria.

Hermione lo miró desafiante. Yo voy, volvió añadir la chica y adoptó el mismo tono autoritario de Harry.

No, Herms, no es seguro.

No tengo miedo, Harry. Dijo Hermione desafiante.

Yo sí respondió Harry en un tono que pasó de orden a súplica.

Seríamos tontos si no lo tuviéramos, agregó de pronto el profesor Lupin.

Hermione , Harry tiene razón. Los aurores estamos especializados para estos casos. Alguien que no tenga la especialización puede poner en riesgo su vida o la de los demás .

Hermione se sentía indignada y protestó nuevamente. El profesor Lupin no es auror.

Es profesor de artes oscuras, dijo Kingsley como quien intenta entrar en razón con un niño pequeño.
Les recuerdo que ésto es totalmente confidencial. Nadie sabe nada y nadie puede saber nada. Volvió agregar Kingsley en esta ocasión dirigió su mirada a Madame Rosmerta.

Bueno, no podemos seguir perdiendo el tiempo, dijo Harry impaciente y se marchó sin mirar a Hermione.

Ésto a Hermione la ofendió, pero de mala gana accedió quedarse con Madame Rosmerta y por solicitud de Kingsley, trasladarse al hospital San Mungo y ver que información importante podía recolectar de los sobrevivientes.

Recién llegaba al hospital San Mungo cuando se encontró con Gilbert, había sido uno de los heridos, pero para alivio de ella estaba estable.
El muchacho había sido ligeramente herido y le habían borrado los recuerdos de ese día.
¿Entonces no recuerdas nada?, preguntó Hermione.

Lo último que recuerdo es que salía de mi casa a Askaban, era mi turno de realizar guardia.

Hermione descubrió que todos los heridos, al igual que Gilbert, no recordaban nada.

Regresaron a Grindmund Place, entre ella y Madame Rosmerta se intentaban tranquilizar que pronto iban a recibir noticias, pero las horas pasaban y nada.

Caminaba por el salón de un lado a otro, miraba por la ventana cada segundo y nada.

Madame Rosmerta estaba peor que Hermione, se comía las uñas sin parar y preparó una cena como para 20 invitados. Una mente ocupada piensa menos tonteras, repetía constantemente mientras con su varita lavaba platos, picaba chile y revisaba el pollo del horno.

Cuando por fin ambas decidieron ir a dormir, Hermione se dirigió a la recamara. Horas antes había cruzado esa puerta como la mujer más feliz y ahora veía esa felicidad tan lejana.

Siempre tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora