El Retorno.

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Miró el reloj, las manecillas marcaban la una de la madrugada. Miró a la mujer que tenía a su lado, su larga y brillante cabellera negra esparcida por la almohada, las largas pestañas y sus mejillas sonrosadas. Hasta dormida era una chica realmente hermosa. Respiraba lento, así que Harry supuso que Cho dormía muy profundamente.

Por su parte él no podía conciliar el sueño, daba vueltas de un lado a otro. Quería estar en su cama, en su habitación, quería estar en la casa de Grindmund Place.
La tenue luz de la lámpara iluminaba las paredes tapizadas de color rosa.
Miró las grandes cortinas de un blanco casi perfecto que impedían el paso de la luz de la luna, era la primera vez que las veía ahí.
Descubrió varios retratos de Cho con su familia y amigos, todos saludaban alegramente.
Le pareció que todo en esa habitación tenía un aspecto tierno y delicado. Sintió que seguramente él desencajaba con el perfecto aspecto del lugar.
No era la primera noche que pasaba en la habitación de Cho, ya lo había hecho varias veces, pero hasta ese momento la habitación le había resultado tan sofocante.

Dejó de prestarle atención a la habitación y se imaginó que entraba a la casa de Grindmund Place y se encontraba con la mirada de Hermione. La imagen lo hizo sentirse aún más incómodo.
Se levantó muy despacio con toda la precaución de no despertar a Cho.
Dejó una nota donde le explicaba a la chica que había olvidado que tenía que estar muy temprano en el ministerio y por esa razón se había marchado.

En la mañana cuando se despertó en su habitación, bajó a la cocina, Siruis y Hermione desuyanaban, cada uno tenía una taza de café y una rebanada de pan de calabaza.
Siruis leía el profeta y Hermione comía con bastante prisa.
Saludó tranquilamente, alegre de haberse evitado el bochornoso momento con el que se hubiese encontrado si en lugar de provenir de su habitación, en su lugar fuera de la casa de Cho... de la habitación de Cho... de la cama de Cho.

Preparaba su taza de café cuando Hermione rompió el silencio del lugar.
Luces trasnochado.
Ehh, sí, un poco, dijo Harry quien intentó no darle mucha importancia al asunto.
Siruis levantó la mirada del diario a Harry, pero no dijo nada y volvió a su lectura.
Esa chica era Cho Chang o fue que me lo pareció.
Sí, era Cho, contestó Harry. Aunque ya había terminado de preparar el café no se atrevió a sentarse a la mesa.
Umm luce igual de guapa. Y, bueno, este... ¿Están de novios? Preguntó Hermione vacilante.
Siruis nuevamente levantó la mirada, pero está vez para mirar a Hermione de reojo.
No, digo, nos vemos de vez en cuando, pero no es nada serio. Contestó Harry con rapidez.
Nada serio. Acaso tú te tomas a alguien en serio. Añadió la chica con un deje de molestia en su voz
Harry miró con asombro a Hermione, pero no sabía que decir.
Últimamente con todas las chicas que sales dices que no es nada serio, pero bueno, tú sabrás.
Se levantó de la mesa y sin mirar a Harry agregó. No los puedo esperar, tengo que estar ya en la oficina.
Harry estaba perplejo, tanto que cuando reaccionó a contestar la figura de Hermione cruzaba ya la puerta de la cocina.
Por su parte Siruis cerró el profeta y dirigió una pequeña mirada a Harry.
Éste que todavía no procesaba bien lo que pasaba se limitó a encogerse de hombros.
Apúrate, galán, que llegamos tarde. Agregó Siruis, quién también cruzó la puerta de la cocina.
Harry quedó solo y desconcertado.

Ya en la oficina se disponía ir a visitar a una antigua amistad que tenía algo muy importante que informarle o al menos eso le había dicho ella por medio de una lechuza que había recibido en cuanto ingresó al Ministerio.

Cuando pasó en frente de la recepción escuchó la voz de Hellen.
Señor Potter, ha recibido otro correo. Y la chica extendió un sobre escrito con una elegante letra que decía Cho Chang.
¡Ah! ¡Gracias! añadió Harry. Se metió el sobre en el bolsillo del pantalón. Lo hizo sin el mínimo cuidado, por lo que al final lo que logró fue arrugar el sobre.
Hellen lo observaba muy detalladamente. Harry se percató de ésto y levantó la mirada hacia la chica, pero ella hizo que leía otro sobre que sostenía en la mano.

¡Qué bien, acá estás! Temía que te hubieses marchado sin mí.
Gilbert salía rápidamente de uno de los pasillos en dirección a Harry.
¡Hola Hellen! ¿Cómo estás?
¡Muy bien, gracias! ¿Y tú cómo estás, Gilbert?

Por primera vez Harry notó una amplia sonrisa en la cara de la exótica recepcionista.

No te parece que Hellen es un poco rara, preguntó Harry a Gilbert cuando ya se encontraban lejos de ella.
Es un poco seria, pero es una chica muy simpática, dijo Gilbert sonriente.
Si tú lo dices, agregó Harry.
A dónde iremos primero, preguntó Gilbert.
A Prive drive, dijo Harry y su rostro se volvió sombrío.
Sujetó a Gilbert por un hombro y de inmediato apareció en frente de la antigua casa de sus tíos.

Antes de dar un paso se fijo si no estaban siendo escuchados y contó a Gilbert el fin de su visita a ese sitio.
La casa que está atrás de nosotros fue la casa de mis tíos. Yo crecí aquí.
Gilbert asintió con la cabeza en señal de que prestaba atención, pero no dijo nada.
Harry también observó la casa y por un momento sintió como todos los recuerdos se le venían de golpe a la cabeza. Por un momento sintió que si cruzaba la puerta iba encontrar al tío Vernon en la sala con Dudley probablemente con la boca atiborrada de comida y a la tía Petunia en la cocina horneando algún pastel.
Lo trajo de vuelta un carraspeo de voz que hizo Gilbert.
Esta casa de al frente es de la señora Figg. Continuó Harry.
La señora Figg me ha mandadado una lechuza. La señora Figg es una Squib, aclaró luego de ver la sorprendida cara de Gilbert quien seguramente se imaginaba a una muggle que enviaba una lechuza.
La señora Figg dice que un mago le tocó ayer en la noche la puerta de su casa. Un mago desconocido para ella. No tenemos reportes de que viva ningún mago por esta zona, aparte que me indicó que era de suma importancia que yo viniera.

Se acercaron hasta la puerta de la casa de la señora Figg. Harry tocó la puerta. Sintió que el tiempo no había pasado y que era el mismo niño que hace varios años también tocaba esa puerta. Salió una anciana, aunque había envejecido bastante desde la última vez que la vio Harry de inmediato reconoció a la señora Figg.

Harry, eres tú. Estás tan guapo muchacho, dijo la mujer mientras abrazaba a Harry.
Usted se ve muy bien también, señora Figg, dijo Harry.
Ay, muchacho tú siempre tan amable, y dio unas pequeñas palmaditas en el hombro de Harry.
Los invitó a pasar y de inmediato sirvió tres tazas de té, mientras charlaba un poco de todo lo que había pasado durante ese tiempo. Harry estaba un poco impaciente, pero no la interrumpió, le tenía bastante apreció a la señora Figg.

Luego de otra taza de té la señora Figg tocó el tema por el que había hecho regresar a Harry a Privet Drive. Le contó a Harry que la noche anterior había llegado un mago y le había dado un objeto y le advirtió que se lo tenía que entregar a Harry Potter.

A Harry esto no le gustó para nada.
Segura que no sabe quién era el hombre, preguntó.
La señora Figg le aseguró que no sabía.
Y qué es lo que tiene que entregarle a Harry, preguntó Gilbert ya impaciente.

La señora Figg se levantó y fue hasta un viejo mueble de madera que tenía junto a la ventana, abrió una gaveta y sacó algo envuelto en un viejo abrigo de lana.
Se lo entregó a Harry.
Harry sacó sus guantes y se los puso.
Haces bien muchacho, dijo la señora Figg, Yo tampoco quise tocarlo, no sabemos si puede tener una maldición.

Harry miró a la señora Figg y luego a Gilbert. Poco a poco comenzó a desenvolver el objeto envuelto por el abrigo, en cuanto lo tuvo completamente a la vista sintió como un frío le atravesaba la espalda. Era una escultura negra en la que se encontraba tallada una gran serpiente.

Siempre tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora