Capítulo 28

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Alevosía: 

la espalda que se dio. 

 

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La moral se había marchado, 

se había quedado en aquel almacén donde me llene los bolsillos

—¡No puedo creer que haya funcionado!—grito New apenas nos alejamos de la apagada fortaleza, Edrei se había echado al suelo a mi lado y se mantenía abrazando su arma, su voz apenas resonaba por encima del ruido de las hélices—lo hicimos, lo hicimos—repitió exaltado—.

Su emoción no le permitía ver como mi cuerpo temblaba y como mis manos perdían la fuerza al abrazar mi mochila.

¿Lo habíamos conseguido? ¿De verdad había sido tan fácil? 

Me había mentido tantas veces, me había obligado a ser tantas veces quien no era, 

en un principio tenía miedo de dejar ser yo, 

olvidarme de lo que no me marcaba como los demás, 

era la presa...

era el cordero

vestido de cazador

portaba la piel del lobo

—Demonios—escuché que New exclamó en su sitio, sus manos estaban sobre el tablero y maniobraba el helicóptero con cierta dificultad—¡levántate Collins!— me ordenó y obedecí, debajo del asiento seguía oculto el cuerpo de su hermana, le había puesto encima una manta sucia y rota en color hueso—.

—¡Edrei, siéntate en el asiento!—me hice oír por encima del ruido y me senté al lado de New, en el asiento de copiloto con los oídos apunto de estallar—New ¿Qué pasa?—.

New se mostraba nervioso, mordiéndose el interior de labio presionaba botones casi al azar.

—El estabilizador horizontal esta dañado, tenemos que parar—informó atreves de los auriculares—No nos queda mucho tiempo—dijo preocupado enfocando sus ojos para ver atreves de la oscuridad y la lluvia—.

—¿No podremos salir de Londres?—pregunté aquella pregunta cuya respuesta era clara, ahora buscando lugares altos a mi alrededor, cerca nuestro solo se veían las puntas de unos cuantos pinos, carretera y con los rayos eran visibles los autos y locales pequeños abandonados, no podíamos aterrizar en ningún lugar sin dañar de más el helicóptero—.

—No por ahora—alzó la voz New revisando la altitud—alguna de las balas de los Holland debió haber dañado algo—dijo e hizo una mueca de enfado—.

—¿Cuánto tiempo tenemos para parar?—ahora estaba de mal humor—.

Lo que menos quería es seguir atrapada en la ciudad que Holland y su gente reinaban.

Survive (Tom Holland y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora