Capítulo 45

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Poemas para el amor de mi vida en la vida equivocada

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Poemas para el amor de mi vida en la vida equivocada.



Me había acompañado cuando me encerraron un mes entero en aquella habitación solitaria, contigua al infierno de las mazmorras, me dejaron un día entero sin comer, ni beber absolutamente nada y de no ser por la intervención del castaño seguramente me habrían dejado morir por inanición el resto de la semana que estuve encerrada ahí.

Las humedades de las paredes y la frialdad de la habitación me carcomía la cabeza, sentía frío, dolor y miedo, iba a dormir con la sensación de que fuera lo que fuera del otro lado de las paredes terminaría por abrirse paso hasta mí; Dominic estaba cobrando una venganza doble, la primera para castigar la desobediencia de su hijo, la segunda para castigarme a mí por arrebatarle la mano, por retarlo, había reducido la medicina que se me daba hasta volver la dosis a casi nula, no aceptaba ayudarme, ni mandar a nadie a mi ayuda hasta que pudiera alzar mis gritos, aquellos provocados por un escozor en la garganta que me dejaba afónica sobre los ruidos de los muertos a mi alrededor.

Era entonces cuando Dominic reconocía el sonido del dolor que me raspaba el tórax y amenazaba con expulsar mis órganos por la boca que el ex-líder se apiadó de mí. Conté una semana y creí que sería más tiempo, había escuchar entre sueños y temblores las voces de dos guardias diciendo que entre los planes del pelinegro estaba tenerme ahí un mes entero, no sabía quién había abogado por mí para sacarme tres semanas antes del plazo, tenía una vaga idea en la cabeza, pero no me atreví a unir los hilos y confírmala hasta que le ví abrir la puerta.

—Eris—su voz rebotó en eco entre las paredes, me encontraba echada boca abajo en suelo de concreto, la luz media que entró enmarcando su figura me transporto a todos los sueños que van adondequiera. Hubo un momento en el que pensé que lo había imaginado, que no era real, pero entonces se apresuró a correr hacía mí y colocó su mano sobre mi cabello como si tuviera miedo que me desvaneciera al tacto—. Aquí estoy, Eris.

Mis ojos parpadearon, sintiendo un adormecimiento, puede que lo estuviera imaginando, su rostro se encontraba en grises pero el suyo parecía un cuerpo mucho más delgado, demacrado y triste.

—¿Puedes ponerte en pie?—Quisó saber sin saber donde colocar sus manos y ayudarme a levantarme, tal vez temía que la piel de mis piernas se hubiera afinado y no fuera capaz de sostener mi peso y tenía razón en ello.

No lo había vuelto a ver desde que el ayudante de Dominic me asfixió hasta el desmayo, él, aquella figura desecha entre la podredumbre de mi reciente hogar era el primer contacto humano que tenía en mucho tiempo y mis ojos saltaban sobre su cuerpo, mis energías se guardian en caso de que tuviera que saltar encima suyo, esta vez no para matarlo, sino para evitar que se fuera.

—Te he echado mucho de menos—mis labios le soltaron antes de repasar bien el significado de esas palabras y lo mucho que afectaron el estado anímico del castaño.

Survive (Tom Holland y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora