Cada palabra tiene consecuencias,
cada silencio también.
- Juan Pablo.
11 años antes...
Un día soleado se presentaba aquella mañana de septiembre en la que me desperté con una sonrisa de oreja a oreja, ni yo mismo sabía a qué venía tanta emoción.
- ¿Estás contento de empezar el cole? - me preguntó mamá arrodillándose para quedar a mi altura.
Asentí varias veces sin quitar mi sonrisa de felicidad, que podría yo decir, con cinco años tampoco es que pensara mucho en lo que hacía continuamente. Pero, bueno, el caso es que mi madre se relajó al instante.
- Me alegro, pásatelo muy bien - dijo y me dio un beso cariñoso en la mejilla.
Puse una mueca al instante y me despedí con un saludo militar, se me había pegado mucho ese gesto al ver que la abuela Amelia siempre lo hacía.
- ¡Tu tío Charlie vendrá a recogerte, papá no puede porque está trabajando! - me dijo antes de que partiera a la escuela.
Me volví hacia ella y le dediqué una sonrisa de respuesta mientras me giraba nuevamente hacia el grupo donde se encontraban todos mis nuevos compañeros esperando a nuestra nueva profesora de este curso.
Cómo ya era costumbre en mí, analicé a todos y cada uno de los presentes. Había un niño pelirrojo con algunas pecas en su rostro, una niña rubia con el pelo algo largo, otro niño con rizos que parecía que no sabía lo que era lavarse el pelo... Tampoco era para tanto, solo niños con cara de estúpidos.
Pero estaba claro que no todos los niños eran iguales.
En una esquina, algo apartada, había una chica que acaparó toda mi atención. Estaba algo apartada del grupo de sus compañeros, se la veía tímida y callada, como la que no había roto un plato en su vida. Su tono de ojos era algo peculiar... ¿verdes o azules?, quizás estaba ciego y no los veía bien.
Por impulso, me acerqué a ella. Estaba casi apunto de hablarle, pero fui interrumpido por la llegada de la maestra.
Las clases pasaron rápido, participaba en casi todas las actividades que la profesora mandaba y me daba alguna que otra pegatina si contestaba bien. La verdad es que era muy inteligente para mi edad.
En cambio, la chica de ojos raros seguía sin hablar. Algunos murmuraban que ni siquiera parpadeaba.
Llegó la hora del recreo y todos salieron del aula con prisas, deseando ser los primeros en salir. La verdad es que no tenía ganas de que fuera el recreo, me entretenía bastante escuchando las explicaciones de la maestra y siempre solía preguntarme cómo es que podía saber tantas cosas.
Sin darme cuenta de que ya había sonado la campana, fui a salir del aula hasta que recordé nuevamente a aquella niña rara de antes.
"Es bonita" pensé en cuanto la vi, otra vez, apartada de todos.
Esta vez, me acerqué a ella con sigilo. ¿Cómo podría entablar una conversación con ella? Ni siquiera la conocía.
- Hola... me llamo Aidan - la saludé amablemente provocando que, accidentalmente, la chica diera un respingo.
Me miró, más bien, me analizó con la mirada. Lo mismo que hice yo horas antes con todos aquellos monos con mocos llamados "compañeros".
De repente, algo en los ojos de ella se centraron en mi espalda antes de que tuviera oportunidad de hablar.
- Oye, tú - escuché que me dijeron a las espaldas.
Me giré hacia el mocoso que se había entrometido en mi conversación con la niña de ojos raros. Yo sabía perfectamente lo que pasaría a continuación por el tono de voz con el que el niño me habló, por eso estaba preparado.
- Danos tu bocadillo de jamón - me dijo el pelo zanahoria con tono abusón.
Empecé a reír cómo si fuera el chiste más gracioso que me hubieran contado en lo poco que llevaba de vida.
- No lo creo, no sabía que podías comerte a los de tu especie - le contesté.
Los niños quedaron estupefactos y el pelo zanahoria se puso rojo del enfado, cómo era de esperar, pero me daba exactamente igual. Justo cuando tres de ellos se me acercaron para defender a su amigo, pasó algo que a todos les sorprendió. Sobre todo, a mí.
Aquel pelirrojo no vio venir el puñetazo que le regaló uno de los presentes directo a la nariz.
Si, fue la niña de los ojos raros.
Los niños de nuestro alrededor soltaron un grito ahogado, el pelirrojo salió llorando casi automáticamente mientras corría como un pollo sin cabeza y a mí... me llegaba la mandíbula al suelo.
Literalmente.
"¿Cómo ha podido hacer eso?" me pregunté mientras la miraba con curiosidad.
La chica no dijo nada. Ni media palabra.
Pero, eso sí, antes de irse me regaló una pequeña sonrisa, ganándose un leve sonrojo de mi parte.
- G-Gracias... creo - le dije con dificultad algo tartamudo.
Ella solo me dio un asentimiento de cabeza antes de irse. Ni siquiera la había escuchado hablar.
Y yo solo me preguntaba cómo sería el sonido de su voz...
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Bueno... creo que no hace falta que aclare de quién es el hijo de quién, ¿verdad? * procede a limpiarse una lágrima nostálgica y a seguir torturando al resto de la gente.
-Estrella_CaRo
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Solo aquellas noches (Bilogía)
Teen FictionKylie era alegría, desprendía luz con solo una mirada y te hacía querer ver el lado bueno de las cosas cuando parecían estar perdidas. Ella era como un lienzo blanco dispuesto a ser pintado por todos los colores que disponía el mundo. Ella era colo...