CAPÍTULO 4

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- Nunca entenderé a las mujeres.....

- ¡Vamos, Steve, solo estamos comprando unos zapatos! - le regaña Adler como si fuera lo mejor del mundo, aunque todos sabemos que piensa lo mismo que él.

Yo suspiro mientras Marco me pone una mano en el hombro, consiguiendo que mis músculos dejen de estar algo tensos.

- Tan difícil es ir a comprar unos choco....

- Como alguien vuelva a mencionar algo de chocolates, me ahorco con el cordón de los zapatos de ahí - le interrumpe Adler mientras señala un par de deportes que ni yo sería capaz de comprar.

Nos encontramos en una de las zapaterías más famosas (y caras) de Boston porque nuestro querido amigo Adler no podía conformarse con comprarle unos dichosos zapatos normales. Y, al final, vinieron ciertos acompañantes con la clara intención de ayudar.

Y ahora están igual de arrepentidos que yo.

- Mira estos, Adler - casi grito por la emoción mientras le señalo un par de tacones negros altos. Hasta a Marco y Steve se le iluminan la mirada.

Y no porque los tacones fueran bonitos, sino porque por fin nos iríamos de allí.

- ¡Qué bonitos! - dice Steve con tan falsa ilusión que está a punto de agacharse y besar los zapatos.

- ¡Esos ya los tiene! - dice Adler mientras se agarra del pelo frustrado sin saber qué hacer. Yo suelto un sonoro suspiro y, de repente, veo como Marco extiende su brazo en toda mi cara.

- ¡ADLER, MIRA! - exclama Marco señalando otros zapatos.

Todos volvemos la cabeza hacia el par de tacones. Son preciosos, incluso mucho más que los anteriores. Son de un color rojo altos los cuales literalmente podían tener perfectamente el nombre de "Rachel". Eran perfectos para ella. Todos sonreímos como tontos cuando tenemos la aprobación de Adler. Por fin seríamos libres.

Era todo demasiado bonito hasta que llega una chica pidiendo el mismo número de pie que Rachel del mismo zapato.

Y justo es el único número que queda de esa talla.

Steve y Marco se miran aterrorizados mientras Adler suelta un grito dramático. Creo que está bastante claro que yo no he pasado un infierno para nada, ¿no?

Y, como a cámara lenta, me acerco corriendo hasta el tío del mostrador y de la chica mientras los chicos me miran como si estuviera loca.

- Perdona, ¿acabas de decir que solo queda el 38 de estos zapatos? - le pregunto al tío casi chillando mientras señalo los tacones que lleva la pobre chica en la mano.

El chico asiente repetidas veces como si me tuviera miedo.

- ¿Y que ella los quiere? - pregunto señalándola.

El chico vuelve a asentir y yo vuelvo mi cabeza como la niña del exorcista hacia la chica.

- Hola bonita, ¿cómo te llamas? - le saludo como si fuera lo más normal del mundo (o como si fuera un perrito) mientras le muestro una radiante sonrisa de felicidad.

- ¿Yo? Olivia.

- Ahh, bonito nombre - le digo y dicho esto giro mi cabeza hacia los chicos que ahora me miran como si fueran a estallar de la risa. En ese momento, se me enciende la pequeña bombillita de ideas malignas - Bueno, Olivia, ¿ves a ese chico de ahí? - le pregunto mientras señalo a Marco.

Hemos pasado de ser aguanta velas a ser cupido, enhorabuena.

- ¿Cuál? ¿El que lleva gafas? - me pregunta ella algo confundida.

Solo aquellas noches (Bilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora