Prólogo

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Mientras adolescentes disfrutaban de la primera fiesta del verano, la pequeña Alice se disponía a entrar en el bosque que tanto le habían prohibido. Había recibido una carta citándola, y su asistencia sería recompensada por montones de regalos. 

Se adentró al bosque siguiendo las estacas que le indicaban el camino. Cada paso que daba sentía que el ambiente se enfriaba poco a poco, dejando en ella una sensación no muy agradable. Horas después, Alice dudaba si volver a casa, cuando una luz rojiza se hizo presente en su camino, sentía la curiosidad de descubrir aquello que parecía llamarla. De pronto, sintió una presencia la cual posaba sus fríos dedos encima de su pequeño hombro, cuando se giró vio una máscara de calavera que la atemorizó nada más verla. Quiso correr, escapar de allí, correr hasta que sus piececitos no pudieran más, pero los dedos del extraño sujeto la mantenían firme en su posición. La persona levanto una de sus manos, y con su dedo índice, señaló una pequeña casa de madera, estaba prácticamente en ruinas.

―Busca una caja y tráemela.

Alice, atemorizada por la grave y fría voz del enmascarado, solo pudo asentir muy lentamente y dirigirse hacia los irregulares destellos de color rojo. Cruzó un arco cubierto por enredaderas y, cuando a lo lejos divisó la casa, el pánico y las náuseas se hicieron presentes en ella.

 Los alrededores de la casa eran de color rojo. Desde árboles y enredaderas hasta pequeñas flores y grandes rosales. Pensó que se encontraba en el centro del bosque, la parte nunca antes vista, la zona sin explorar. Todo a su alrededor tenía tonalidades rojizas y parecían ser varios kilómetros de esta extraña vegetación. Avanzó hacia la casa dispuesta a buscar la puerta. Una vez la divisó, se apresuró a abrirla. Cuando el frío metal del pomo rozó mínimamente sus dedos se separó de la puerta y se acurrucó en una esquina. Sus piernas temblaban a la vez que su corazón bombeaba más sangre de la que creía poseer en su diminuto cuerpo. Tras unos segundos se levantó, aún con sus gelatinosas piernas, e intentaba calmar su respiración, más sus esfuerzos eran en vano. Se acercó de nuevo a la puerta, ya conocía la sensación de ese pomo.

Colocó su mano, conteniendo la respiración, y no muy segura, lo giró.

Cuando miró dentro se encontró lo que se esperaba, una habitación vacía y en ruinas como el resto de la casa, lo único que había en la habitación era la pequeña caja de madera. Se adentró en la habitación y la puerta se cerró de golpe tras un estridente chirrido.

La pequeña tragó con fuerza y giró su cabeza hacia la puerta.

―Has tardado demasiado pequeña.

El bosque Rojo [Amazon Y Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora