Capítulo 24. El Canto de los Muertos

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Al bajar del tren abrigada, con bufanda y gorro ya estaba lista para caminar por la pequeña base Militar que han echo en una estación descubierta. Todos llevan esa vestimenta característica, verde, verde claro y entre café. Me sorprende que haya aún soldados, Dominick está enfrente subiendo las escaleras con otro hombre, hablando. Todos están abrigados con un abrigo, Jev es el que resalta más, lleva uno muy diferente; azul como su chaleco que lleva debajo. Las dos mujeres y los dos hombres están a mi lado derecho mirando los tanques, carros blindados y soldados moviéndose de un lado a otro cuando salimos al exterior.

—¿Cuánto tiempo nos tomara llegar a ese lugar?— pregunto a uno de ellos, al verme los cuatro pares de ojos no apartó la mía.

—Estamos retirados de aquel lugar, así que necesitamos la ayuda del Comandante en jefe para utilizar unos tanques.

—Esta invadido todo el lugar, si mal no recuerdo hay un helicóptero que nos podría ayudar.

—Es una gran idea— hablo por primera vez uno de los gemelos.

Si. Los dos hombres son gemelos, me alegra que se diferencien; uno con barba y el otro no. Ladeó la cabeza al ver a Dominick entregarle algo al hombre, no logro ver muy bien que es... El hombre lo guarda en su bolsillo derecho del pantalón.

—¿Para quienes trabajan ustedes?— volteo a verlos, ellos al escucharme se quedan serios.

—Yo solo te diré que estamos del lado de Hopper— su grupo asiente, su mirada me lo dice todo; no hay nada de mentira en ellos.

Necesito llegar a mi hermano y decirle que es lo que pasa aquí, se me hace raro que no haya visto a los chicos ni aquel encapuchado que ayudaba a Jev. Algo no me cuadra en todo esto, el ambiente es diferente y extraño...

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Ciudad Subterránea.

—¡Necesito saber dónde está mi hija! ¡Así que muévanse de mi camino!— ambos hombres no se dejan intimidar por la mujer, todo en ella irradia furia.

—Si no se calma tendremos que tener que usar la fuerza. Márchese y vuelva cuando el Senador Thompson se desocupe— habla el joven tranquilo, intentando no levantar la voz.

—¿Calmarme? ¿Marcharme?— ríe al ser la primera vez que un soldado le a dicho eso, solo sus padres le han dicho aquello.— Soy tu Ministra y en este momento quiero que abran esa puerta para que entré.

Ambos jóvenes se miran de reojo.— Sabemos quien es usted; Ministra Shane. Pero en estos momentos el Senador está en una junta importante con los presidentes, el comando especial dónde su esposo radica y su padre; El Almirante Shane.

—Tenemos órdenes específicas en no dejar pasar a nadie, contando con usted— termina el otro.

Cierra su boca haciendo una perfecta línea, se pone recta y acomoda las inexistentes arrugas de su falda. Gira y camina con la gente en alto, el sonido de sus tacones hace eco en todo el pasillo al pisar duro. No le presta atención a nadie que pasa o se hace un lado para que pueda pasar, al llegar a su destino abre la puerta y la cierra lentamente. En el sillón que tiene en la esquina está su pequeño hijo dormido, se quita los tacones, descalza se encamina para sentarse en el suelo y ver de cerca a su pequeño. Acaricia el cabello negro como la noche, admira sus cejas pobladas del igual color del cabello, su piel pálida y mejillas sonrojadas regordetas...,

—¿Mi hermana ya ha llegado mami?— intenta sonreírle, con esfuerzo lo logra ocultando sus lágrimas.

—Si. Pronto va estar aquí y podremos estar juntos como siempre mi pequeño. Así podrás jugar con ella— el niño sonríe y cierra de nuevo sus ojos, unos ojos que nunca quisiera olvidar.

Mundo Negro © +21 (Libro I)  [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora