N u e v e

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"En este frío que cubrió todo sin dejar nada eres una flor floreciente

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"En este frío que cubrió todo sin dejar nada eres una flor floreciente."





El crujir de algo bajo su cuerpo le hizo fruncir el ceño y encogerse en su lugar. Pasó ambas manos por su rostro, forzándose a quitar todo rastro de cansancio.

Cuando abrió sus ojos lo primero que logró enfocar fue una pared muy cerca, vieja y visiblemente descuidada. La pintura había desaparecido casi por completo, dejando sólo pequeñas manchas de color gris, que en sus inicios debía haber sido blanco. 

Se estiró en su lugar y se dió vuelta, quedando boca arriba y mirando el techo de madera desconocido. ¿Dónde estaba? 

Recordaba que había dormido junto a esos dos alfas en una posada luego de casi un día de viaje sin descanso. Pero el cansancio le había permitido ver a su alrededor, y esa habitación no era la de la posada. Era distinta, más fría y hasta cierto punto tenebrosa. Nada comparado con el ambiente cálido de la habitación donde cayó dormido.

Se sentó, mirando cauteloso todo en ese lugar. Estaba sobre un colchón viejo, cubierto por una gruesa manta que había perdido el color debido a los años. 

Ahora sus manos estaban cubiertas de vendas. No tenía que ser un genio para saber que la persona que las había colocado o no tenía experiencia o había estado muy ebrio para hacerlo bien. Pero al menos cubrían sus heridas, estaba agradecido por ello. 

Su vista se paseó por las paredes viejas y cosas llenas de polvo hasta dar a parar en el otro extremo de la habitación, donde había otro colchón viejo tirado. 

Encima de ese colchón había una persona. Estaba seguro de eso, pero de todos modos tragó saliva al ver lo pequeño que se veía. O es que aquella persona era un niño o era demasiado flexible como para ser capaz de verse tan encogido bajo la manta que cubría su cuerpo por completo. 

Olfateó con suavidad el aire, recordando las palabras de su madre. Debía saber actuar del modo que quería la casta a la que se enfrentaba. Oh, pero parecía no haber problema. Era un aroma suave, y hasta cierto punto muy poco perceptible. Frutos rojos y ¿manzanilla? Si, era manzanilla. Definitivamente se trataba de un omega. 

Tragó saliva antes de ponerse de pie, el crujir de la madera bajo sus pies haciendo que un escalofrío recorriera su cuerpo.  

— ¿Hola? — preguntó con voz más baja de lo pensado. 

Pero nadie respondió. O al menos no con palabras. 

Vió como la cosa bajo la manta se movía, casi desesperada. Por puro instinto, se hizo hacia atrás y comenzó a buscar algo con lo que defenderse. Se agachó rápidamente y tomó un trozo de madera que yacía sobre el suelo. 

Bueno, no era una espada pero era mejor que nada ¿no? 

Volvió a avanzar y tocó con uno de sus dedos sobre la manta, retrocediendo dos pasos cuando vió cómo volvía a moverse. Tomó aire y avanzó de nuevo, juntando toda su fuerza de voluntad y valentía, agarró la manta y la retiró de un tirón antes de hacerse para atrás. 

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