Otro día en las aburridas clases, otro día en dónde Anne decía a la pequeña traviesa que se quedara en su cuarto, otro día donde esa pequeña hacia caso omiso y se escondía en la mochila de la morena. Otro día donde la tailandesa dejaba impresionados a sus profesores con su "dedicación" a los estudios.
Mentira.
Odiaba los estudios. No se llevaba bien con los libros, y que se quedara en la biblioteca en la hora de salida casi todos los días, solo era un fetiche más de Marcy hacia esos objetos materiales con letras y escritos.
Pero no era molesto para Anne, a ella siempre le gustaba ver la carita de esa azabache al leer cada párrafo. La morena colocaba un libro que la pequeña le pedía sobre la mesa. Cambiaba de hoja cada que Marcy terminaba de leer una página. Lo hacía en voz alta y le encantaba escucharla, la curiosidad de oír el sonido de su verdadera voz se hacía más persistente mientras más pasaba el tiempo. Dedicándose solo a ver a la pequeña, en una de esas Marcy la pilló con sus ojos en ella y de inmediato Anne apartó su mirada sonrojada.
Siempre se ocultaban en los lugares más solitarios de entre todos los estantes para que nadie las descubran, evitando también ese pasaje H7 de la biblioteca por obvias razones.
Mientras Marcy se distraía junto a Sasha haciendo algunas bromas de una rata entrando a un salón en el tiempo de descanso, Savisa intentó ver qué había entre ese pasaje de libros viejos y polvorientos, para que hiciera ese efecto raro en Mar-Mar, no quería que se hiciera daño, pero de todas formas no encontró nada sospechoso. La segunda vez que ocurrió, la pequeña quedó desmayada hasta la caída de la noche, y al despertar, no logró reconocer a la morena, asustándose y queriendo escaparse. Anne la acorraló impidiendo su salida. Después de unos minutos todo volvió a la normalidad.
Tenía miedo de que de un día para otro la pequeña ya no la recordara ni a ella ni a nada. Tenía miedo de que se escapara y todo su esfuerzo de ayudarla habría sido en vano. Tenía miedo de perderla. Para su suerte no había ocurrido nada malo.
Por lo contrario, su relación se fortalecía cada vez más. Marcy siempre quería acurrucarse en sus manos cada que podía.
Aprovechando su pequeñez y su ligero peso, se ocultaba en el cabello de Anne y tomando todas las características de un Golden retriever, fiel a la morena fue acompañándola a todo lados y chismoseando en algunas de sus conversaciones.
Abrazar el dedo de su tailandesa favorita, ya era algo frecuente. Le dijo un día que su estatura no le permitía abrazarla como debe ser, así que enredar sus brazos alrededor de su dedo era una muestra de cariño. Y cada que lo hacía cerraba sus ojos disfrutando del momento. La Boonchuy se dedicaba a observarla, ya no la sacudía. Ya no lo haría. La apoyaba sobre su otra mano y la dejaba descansar mientras que una sonrisa se formaba en su rostro y una mirada de ternura se hacía presente.
Pero.
Hoy día pareciera que todo lo de antes, que me tomé —exagerando— como tres años escribiendo no existiera.
- Señorita Anne Boonchuy.
Ahí se encontraba la morena, distraída mirando a un lado de la ventana del aula...
- Anne Boonchuy -repitió con más seriedad.
Distraída en sus pensamientos sobre cómo encontrar a los padres de la pequeña Marbles. Descubrió que podía recuperar recuerdos inconscientemente a través de cosas que le gustaba hacer o al estar junto a algún individuo en particular que antes ya había visto. Pero por más que se cruzara con mil millones de personas por las calles, los padres de la azabache no aparecían.
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Pequeños problemas || Marcanne
Hayran KurguAnne, regresando a casa, encontró a una pequeña criatura diminuta. Sin saber si es real o una ilusión, llama de imediato su atención. Esa pequeña azabache, traviesa y escurridiza, no podría cambiar su vida tan drásticamente ¿Verdad?... Quizás conoc...