.:. CHAPTER EIGHT .:.
( HIPOGRIFOS)La lluvia del día anterior había terminado; el cielo era de un gris pálido, y la hierba estaba mullida y húmeda bajo sus pies cuando se pusieron en camino hacia su primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.
Ron y Hermione no se dirigían la palabra. Emma y Harry caminaban a su lado, en silencio, mientras descendían por el césped hacia la cabaña de Hagrid, en el límite del bosque prohibido. Sólo cuando vieron delante tres espaldas que resultaban familiares, se dieron cuenta de que compartían clase con los de Slytherin.
Hagrid aguardaba a sus alumnos en la puerta de la cabaña. Estaba impaciente por empezar, cubierto con su abrigo de ratina, y con Fang, el perro jabalinero, a sus pies.
Emma se adelantó un poco para hablar con Hagrid. Harry la hubiera querido acompañar, pero en cuanto escuchó el nombre de la castaña a sus espaldas se quedó junto a Ron y Hermione.
—Vamos, háblale. ¡Corre!, está sola ahora —dijo una voz con cansancio—. ¿No era eso lo que querías?
—No lo haré, ¿comprenden?
—Eres muy cobarde, amigo, pero te diré algo: en cuanto alguno de ellos se de cuenta de lo que haces, estoy seguro de que te pondrá una orden de alejamiento.
—Tampoco seas tan dramático.
—La vas a espantar, es todo. Mejor devuelve eso y déjalo ahí. ¿Que no la ves?
Harry intentó voltear para ver de quien trataba, pero Emma volvió a su lado, entrelazó sus brazos y comenzó a caminar junto a él nuevamente.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Harry a su amiga.
—Nada importante —contestó Emma—. Solo necesitaba consultar una cosa.
—¡Vamos, dense prisa! —gritó Hagrid a medida que se aproximaban sus alumnos—. ¡Hoy tengo algo especial para ustedes! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, siganme!
Hagrid anduvo por el límite de los árboles y cinco minutos después se hallaron ante un prado donde no había nada.
—¡Acérquense todos a la cerca! —gritó—. Asegúrense de que tienen buena visión. Lo primero que tienen que hacer es abrir los libros…
—¿De qué modo? —dijo la voz fría y arrastrada de Draco Malfoy.
—¿Qué? —dijo Hagrid.
—¿De qué modo abrimos los libros? —repitió Malfoy. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron. Unos, como Harry y Emma, habían atado el libro con un cinturón; otros lo habían metido muy apretado en la mochila o lo habían sujetado con pinzas.
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Emma y el Prisionero de Azkaban
FanfictionLa vida da muchas vueltas. Emma comprendió lo verdadera que era esa oración al cumplir trece años. El regreso al colegio llega más rápido de lo que ella esperaba. En el transcurso de su tercer año Emma conoce a unas criaturas horribles, además, pare...