16 | Theodore Nott

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.:. CHAPTER SIXTEEN .:.
( THEODORE NOTT )

Durante los días que siguieron, en el colegio no se habló de otra cosa de Sirius Black

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Durante los días que siguieron, en el colegio no se habló de otra cosa de Sirius Black. Las especulaciones acerca de cómo había logrado penetrar en el castillo fueron cada vez más absurdas; Hanah Abbot, de Hufflepuff, se pasó la mayor parte de la clase de Herbología contando que Black podía transformarse en un arbusto florido.

Habían quitado de la pared el lienzo rasgado de la señora gorda y lo habían reemplazado con el retrato de sir Cadogan y su pequeño y robusto caballo gris. Esto no le hacía a nadie mucha gracia. Sir Cadogan se pasaba la mitad del tiempo retando a duelo a todo el mundo, y la otra mitad inventando contraseñas ridículamente complicadas que cambiaba al menos dos veces al día.

—Está loco de remate —le dijo Seamus a Percy, enfadado—. ¿No hay otro disponible?

—Ninguno de los demás retratos quería el trabajo —dijo Percy—. Estaban asustados por lo que le ha ocurrido a la señora gorda. Sir Cadogan fue el único lo bastante valiente para ofrecerse voluntario.

La relación entre Harry y Emma iba de maravilla. El rumor se había esparcido absurdamente rápido por el colegio, incluso los profesores lo sabían. Siempre que ambos chicos caminaban por los pasillos del colegio, ya sea para ir a clase, a comer, o solo por distraerse, se ganaban más de una mirada de curiosidad.

Entre ellos las cosas iban bien. Su relación no cambio mucho, ya que siempre se habían tratado de una manera diferente, pero ahora habían pequeños cambios; como los besos, las muestras de cariño sin sonrojarse tanto como antes, y además de que Hermione no paraba de estar feliz por ellos.

Emma les había mandado una carta a sus padres avisándoles sobre la noticia —aunque hay que aclarar que lo hizo más por Hermione—. Emma recibió una carta de su madre, de su padre, de su tía, de su tío, de su abuela, y un dibujo mal hecho de su prima Leila. Todos la felicitaban y la daban consejos sumamente extraños que Emma definitivamente no tomaría, su padre... bueno, juro que mataría a Harry si le llegaba a hacer algo a ella, y el dibujo de su prima era inentendible.













EMMA ESTABA APOYADA EN EL TRONCO DE UN ÁRBOL mientras leía el libro que Hermione le había regalado en su cumpleaños. La castaña estaba sola en los terrenos del castillo ya que Harry tenía entrenamiento de quidditch, Hermione había desaparecido nuevamente, y Ron terminaba un trabajo de Encantamientos.

—Cómo explicar que muero un poquito
cada día por las ganas de verte —leyó Emma en voz baja, dejando crecer su sonrisa.

—Deberías tomarte un descanso —dijo una voz masculina a su lado, bajando el libro que la castaña sostenía en sus manos.

—Esto es un descanso —respondió Emma, cerrando el libro y observando al cuarteto de Slytherin—. ¿Qué haces aquí?

—Me puedo ir —dijo Theodore.

Emma dejó escapar una risa—. No me refería a eso.

—He eschuado sobre Potter —musitó Theodore—. Felicidades, Emma. Se veía en tus ojos…

—Oh —suspiró Emma—, gracias.

—Mira, tengo algo para ti —dijo el Slytherin, sacando algo del bolsillo de su túnica.

—No me digas que es otra cosa mía.

Nott soltó una risa.

—No, claro que no —dijo mientras le pasaba a Emma un libro, mediano, completamente nuevo.

—¿Y esto es...?

—Un libro —respondió de manera obvia, pero divertido, y Emma sin poder evitarlo rió—. Un libro sobre una pareja que... bueno, deberías leerlo para saberlo.

Pasaron minutos, o probablemente horas desde que Emma y Theo (como lo había apodado la castaña para que no fuera tan largo) habían comenzado a leer.

Emma descubrió que Theodore no era un loco que no la dejaba en paz. De hecho, era bastante divertido. Apoyaba sus opiniones en varias cosas y, además, confesó en un momento que él había enviado la nota el San Valentín de un año atrás.

—Williams —la llamó Nott—, ¿me permites enseñarte algo?

Emma lo observó con curiosidad—. ¿Qué?

Nott la tomó de la mano delicadamente y le quitó el libro de la manos. Pasó las páginas, buscando con la mirada. Cuando lo encontró, lo señaló con el dedo.

—Esto —dijo.

Emma leyó la cita que Nott señaló con su dedo índice.

Es inútil aconsejar calma a los humanos cuando experimentan esa inquietud que yo experimentaba. Si necesitan acción y no la encuentran, ellos mismos la inventarán.

—¿Lo entiendes?

—¿El qué exactamente? Jane estaba tan enamorada…

Theodore sonrió ante la confusión de la Gryffindor—. Lo entenderás en algún momento

—Tu misterio no me agrada —bromeó Emma—. ¡Dime! ¡Theo, por favor!

La sonrisa del Slytherin creció aún más al escuchar salir un apodo de la boca de la castaña.

—No lo haré, Emma —dijo—. Ya lo entenderás, te lo prometo.

—¿Y si no qué? —cuestionó Emma—. ¿Me quedaré con la duda hasta que muera?

—Eres muy dramática —rió Theodore—. Si no lo entiendes, búscame y te lo diré.

—Pues espero que estés ahí cuando necesite saber.

—Ahí estaré, lo juro.

La tarde estaba cayendo sobre los muchachos, por lo que decidieron que era momento de regresar a sus respectivas salas comunes. Se despidieron en el vestíbulo principal y tomaron camino.

Lupin había visto a la chica subir por las escaleras desde su despacho, y realmente era imposible no sentirse nostálgico. Por supuesto que se había enterado sobre la relación de Harry y Emma, y le alegraba demasiado que ellos estuvieran juntos ya que desde lejos se notaba lo mucho que se querían.

Su mente vago por sus recuerdos de estudiante; cuando hablaba con su mejor amiga, la aconsejaba, la tranquilizaba. Cuando hablaba con uno de su amigos, aconsejándole que le diera un respiro a la pobre chica, y que si el se disponía a cambiar, por ella, habría resultados. Y claro que los hubo.

Lupin río por lo bajó recordando la promesa que James le había hecho al padre de la castaña: «Crecerán juntos, serán mejores amigos, se enamorarán, se casaran y me darán nietos (obviamente guapos, digo, mírame a mi, mira a Harry, nadie se nos resiste)».

Emma y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora