20 | Hogsmeade

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.:. CHAPTER TWENTY .:.
( HOGSMEADE )

HONEYDUKES ESTABA TAN ABARROTADA DE ALUMNOS DE HOGWARTS QUE NADIE SE FIJÓ EN HARRY O EN EMMA

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HONEYDUKES ESTABA TAN ABARROTADA DE ALUMNOS DE HOGWARTS QUE NADIE SE FIJÓ EN HARRY O EN EMMA. Pasaron por detrás detrás de ellos, mirando a su alrededor. La tienda estaba llena de estantes repletos de los dulces más apetitosos que se puedan imaginar. Cremosos trozos de turrón, cubitos de helado de coco color rosa trémulo, gruesos caramelos de café con leche, cientos de chocolates diferentes puestos en fila. Había un barril enorme lleno de alubias de sabores y otro de Meigas Fritas, las bolas de helado levitador de las que había hablado Ron. En otra pared había dulces de efectos especiales: el chicle droobes, que hacía los mejores globos (podía llenar una habitación de globos de color jacinto que tardaban días en explotar), la rara seda dental con sabor a menta, diablillos negros de pimienta («¡quema a tus amigos con el aliento!»); ratones de helado («¡oye a tus dientes rechinar y castañear!»); crema de menta en forma de sapo («¡realmente saltan en el estómago!»); frágiles plumas de azúcar hilado y caramelos que estallaban.

Harry y Emma se apretujaron entre una multitud de chicos de sexto, y vieron un letrero colgado en el rincón más apartado de la tienda («Sabores insólitos»). Ron y Hermione estaban debajo, observando una bandeja de pirulíes con sabor a sangre. Harry y Emma se les acercaron a hurtadillas por detrás.

—Uf, no, Harry ni Emma querrán de éstos. Creo que son para vampiros —decía Hermione.

—¿Y qué te parece esto? —dijo Ron acercando un tarro de cucarachas a la nariz de Hermione.

—Aún peor.

—Definitivamente no.

A Ron casi se le cayó el bote.

—¡Harry! ¡Emma! —gritó Hermione—. ¿Qué hacen aquí? ¿Cómo… como lo han hecho…?

—¡Ahí va! —dijo Ron muy impresionado—. ¡Han aprendido a materializarse!

—Me encantaría que fuera así —respondió Emma, recordando el largo trayecto que habían tenido que recorrer.

Harry les contó a Ron y a Hermione en voz baja sobre el mapa del merodeador.

—¿Por qué Fred y George no me lo han dicho nunca? ¡Son mis hermanos, no de Emma!

—Lo siento Ronnie —le susurró Emma.

—¡Pero ellos no se quedarán con él! —dijo Hermione, como si la idea fuera absurda—. Lo entregaran a la profesora McGonagall. ¿A que si, chicos?

—¡No! —contestó Harry, mirando a Emma. Ésta sólo se encogió de hombros. En realidad prefería que el mapa se lo quedara Harry, al fin y al cabo, ella nunca lo necesitaría.

Emma y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora