17 | A disastrous match

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.:. CHAPTER SEVENTEEN .:.
( UN DESASTROSO PARTIDO )

El día anterior al partido de quidditch, el viento se convirtió en un huracán y la lluvia cayó con más fuerza que nunca

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El día anterior al partido de quidditch, el viento se convirtió en un huracán y la lluvia cayó con más fuerza que nunca. Estaba tan oscuro dentro de los corredores y las aulas que se encendieron más antorchas y faroles.

Ron, Emma y Hermione iban camino a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Harry no los acompañaba en aquel momento ya que Oliver Wood lo había retenido para hablar.

—Dime, Emma, ¿cómo lo haces? —preguntó Ron.

—¿El qué?

—¡Tener a Harry como tonto todo el día! —explicó Ron—. Ahora me ignora, y si le pregunto que pasa, lo único que responde es tu nombre.

Emma y Hermione rieron ante el dramatismo del pelirrojo.

—Bueno, lo siento, Ronald —dijo Emma, sonriendo.

La castaña guardó silencio cuando entraron al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras. El profesor Lupin no era quien estaba en el salón. Era Snape.

Emma tomó lugar al lado de Hermione, mientras que a su lado derecho le guardaba asiento a Harry.

Harry llegó unos minutos tarde, y como siempre, Snape aprovecho la situación para quitarle puntos a Gryffindor.

Emma no esperaba mucho de esa clase, y como siempre hacía en clase del profesor Snape, se quedaba callada y cabizbaja mientras ponía atención.

Como era de esperar, Snape no trató nada bien a los Gryffindor, mucho menos a Hermione. Ron la defendió de Snape, asi ganándose un castigo. Y como olvidarlo, Snape les dejó de tarea escribir dos pergaminos sobre los hombres lobo, con intenciones para nada buenas.





















AL DÍA SIGUIENTE, EMMA DESPERTÓ MUY TEMPRANO. Tan temprano que todavía estaba oscuro. Por un instante creyó que la había despertado el ruido del viento, pero luego sintió una brisa fría en su cabello y se incorporó en la cama. Emma buscó que la había despertado con los ojos apenas abierto, y lo encontró: Peeves flotaba a su lado, soplándole el cabello.

—¿Qué te sucede? —le preguntó la chica.

—Hay que despertar a los enamorados —contestó Peeves con su irritable risita para luego salir volando de la habitación.

Si Emma entendió bien a Peeves ¿también había despertado a Harry? La castaña se acercó a su reloj y vió la hora: eran las cuatro y cuarenta. Emma abrazó a Felix, intentando volver a conciliar el sueño, pero con el ruido de la tormenta fuera y los ronroneos del gato le fue imposible. Rendida, se levantó de su cama, la arregló, se metió a bañar y se vistió con unos de los suéteres de Harry.

Emma y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora