Chocolate Negro

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Shiroi estaba cansada, por lo que decidió despejarse dando una vuelta cubierta de pies a cabeza para que la gente no la reconociera.Ya no toleraba estar encerrada e intercambiando palabra solo con sus empleados, ella necesitaba...¿A sus amigos? No sabía realmente qué significaba eso o qué personas necesitaba, pero se sentía realmente jodida.Se metió tan profundo en su cabeza que no observó la gran piedra que tenía frente suyo en aquel parque: terminó con el tobillo doblado y fue tan tonta que no llevó consigo su teléfono, tampoco a sus guardaespaldas, y para colmo comenzó a llover.Excelente, su día parecía no poder empeorar.Como pudo, se sentó en una banca y juntaba fuerzas para no gritar todo aquello que la abrumaba, por lo menos nadie vería sus lágrimas por las gotas de lluvia que caían una tras otra del cielo gris.

-Maldición.-Un chistido masculino la sacó de sus pensamientos, esa voz la conocía de algún lado...

-¿Daiki?-Susurró ella. Aomine la miró fijamente por unos segundos.No la reconoció al instante por el disfraz, sin embargo en Japón uno no conocía muchas enanas.

-¿Shiroi? ¿Qué haces aquí?-Él la miró confundido, cuando vio su pie hinchado con algo de sangre se asustó.-¿Estás bien? Maldita sea, se ve muy mal.Vamos a mi casa hasta que pare de llover.-Ella no dijo nada,  el moreno no se daba cuenta de que ella estaba llorando.Con cuidado la cargó en su espalda mientras sostenía unas bolsas de plástico al mismo tiempo.-Como en los viejos tiempos eh...-El camino fue corto y silencioso, Aomine desde pequeño vivió solo en un departamento mientras sus padres viajaban de país en país mandando dinero pero sin aparecer.-Llegamos, te prestaré algo de ropa y trataré de atender tu pie.-Shiroi asintió mientras trataba de tragar aquel nudo en la garganta que no le dejaba hablar.No pasó mucho tiempo hasta que su pie estuvo vendado y el silencio incómodo en la habitación de Daiki la comenzaba a exasperar.

-...¿Estás bien?-Ella negó con la cabeza.-Uhm, espera, tengo algo que tal vez te ponga de mejor humor.-Un cajón lleno de chocolates entró en la vista de Shiroi.-Pensaba dártelos para disculparme, aún no entiendo muy bien qué fue lo que pasó, pero sé que fui un idiota y no tienes idea de cuanto lo siento...

-...No tienes idea de cuánto te extrañé, Daiki.-Las lágrimas volvieron a brotar de aquellos hermosos ojos y Aomine las limpió una a una con el dedo pulgar.

-Digo lo mismo, enana.Todos los días anhelé el volver a verte y ahora que te tengo frente mío, no estoy seguro de qué debo hacer.-Las enormes manos acunaron el rostro de la albina con cuidado y ella sollozó.

-Tonto, te necesité tanto...-Un fuerte abrazo le devolvió un poquito de vida a la Kumo, minutos después comiendo chocolate negro se dio cuenta de que ella jamás estuvo enojada con él, solamente se sintió dolida.

-Sabes que yo te compraría todos los chocolates que quieras a cambio de verte feliz.-Ella asintió sonriendo. realmente necesitaba esa compañía.

-Te agradezco mucho, Daiki.-En esa cama, ella se recostó sobre el hombro del basquetbolista y volvió a sentir paz.Estuvo tan concentrada en mantener esa sensación que no se dio cuenta que sus rostros estaban muy cerca...

-Shiroi....

-¿Uhm?

-Es difícil el no poder decirte que me gustas.-El chocolate negro cayó de las pequeñas manos y la desordenada habitación fue la única testigo de aquel tierno beso que compartieron ambos.



Kanpeki•KnbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora