Tómame

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Kagami tenía en su rutina sus maratones nocturnas cuando no encontraba nada mejor que hacer, esa noche una corazonada lo llevó a trotar a las once de la noche; las calles eran seguras por lo que no tenía problema en correr durante por lo menos dos horas para cansarse y poder dormir de una buena vez, su camino pasaba por una zona poco alumbrada y poco transcurrida, sin embargo él no se preocupaba debido a las casillas de seguridad que habían en todas las esquinas de la calle dentro de la ciudad, por mera casualidad decidió bajar un poco el volumen de sus audífonos para poder concentrarse mejor en su entorno y, sin darse cuenta pensó en Shiroi, ¿ella estaría durmiendo, ya cenó, también pensó en él ese día o estuvo tan ocupada que...
-¡AUXILIO!-El grito desgarrador que sonaba igual al mismísimo graznido de un cuervo provocó escalofríos en el cuerpo de Taiga.
-¿¡Qué demonios!?-El sudor de pronto se volvió frío, en un callejón con poca iluminación se veía a un tipo jalando una larga cabellera...¿Blanca?...Con esfuerzo tragó saliva y con un nudo en la garganta se acercó silenciosamente al lugar, no podría ser Shiroi, ¿no? Solamente ayudaría a la joven y se iría, la Kumo tenía dos mastodontes protegiéndola todo el tiempo, él conocía más peliblancas, o eso esperaba.
-Maldita zorra, ¿acaso no ves que tu prometido debo ser yo? Me seduces toda la noche y luego me rechazas, ¿quién te crees que eres?-Un tajo de saliva cayó sobre la cara de la pálida muchacha que no podía hacer nada, se encontraba totalmente sometida y dentro de poco, a ese ritmo, inconsciente.
-...Cer...do.-Shiroi se maldecía internamente, esa noche todo le estaba saliendo tan bien y ni siquiera podía recordar apropiadamente la secuencia de hechos que la trajeron a ese sucio lugar con un psicópata que la veía con sorna.
-...Las perritas como tú son las que me fascinan, anda, dime cerdo, te haré muchas más cosas para que me insultes hasta que ya no te quede ninguna palabra para describirme.-La sonrisa de oreja a oreja llena de sadismo provocó una cara de horror en el dulce y fino rostro de la Kumo.-No seas tímida.-La risa morbosa que soltó el hombre antes de abrir bruscamente las piernas de Shiroi y subir la falda de su precioso vestido llenó de furia al basquetbolista que con el coraje fluyendo por sus venas no dudó en propinar un puñetazo que desencajó la mandíbula del abusador.
-Realmente eres un cerdo.-El escuálido hombre miró con sorpresa a Kagami, observó sus enormes músculos y fue intimidado por su imponente altura, ni siquiera pudo decir algo antes de que una patada en su estómago lo tumbara en el piso dejándole K.O.
-...Gra...cias.-Shiroi veía todo borroso y con mucho esfuerzo podía articular una palabra.
-Tonta, ¿cómo diablos terminaste aquí?-Kagami la cargó en brazos y a paso lento se encaminó a una de las casillas de seguridad a pedir ayuda y denunciar lo ocurrido.

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-...-Shiroi aún se encontraba mareada, Kagami la observaba con un gran sonrojo en su rostro esperando explicaciones, la camisa blanca que prestó a la Kumo era un poco transparente y se veía condenadamente sensual con ella.
-Gracias, de nuevo.-Susurró en voz baja la joven.
-¿Estás bien?
-...Lo estaré.
-Deberías de estar mejor dentro de un par de horas, la droga que tenías en tu sistema era muy potente.-Shiroi lo observó incrédula,¿él pensaba que ella...?
-¡Rayos! ¡No! ¡Yo no me drogo!-La exaltación en ella internamente le causó gracia, se veía más bonita cuando dejaba de lado la máscara de indiferencia de todos los días.
-Está bien, te creo.-Taiga levantó ambas manos en señal de rendición, Shiroi rió un poco antes de bostezar.-Puedes dormir en mi habitación, yo dormiré en el sofá.-Shiroi se levantó y Kagami miró al suelo por respeto, él aún era un hombre y ella básicamente estaba casi desnuda frente suyo, no estaba en sus planes aprovecharse de la situación.
Los pies descalzos de la Kumo pararon su andar frente a él y un ligero peso aterrizó en su gran regazo, pronto dos finos brazos envolvieron su cuello con gratitud y él tragó grueso.
-Gracias, Taiga.-Unos suaves labios depositaron un casto beso sobre los suyos y él cerró los ojos en lo que buscaba el fuego de su fuerza de voluntad.
-No necesito que me agradezcas de esta forma, tú aún estás bajo los efectos de...-Los mismos labios lo callaron de forma salvaje y las grandes manos involuntariamente acabaron en la pequeña cintura de la Kumo, Kagami gruñó: a la mierda el autocontrol, Dios sabía que él lo intentó.
-Mierda.-El gemido masculino prendió a Shiroi, que no dudó en guiar una de las manos de Taiga hasta su húmeda entrepierna.
-Tómame.-Una palabra bastó para que Kagami se perdiera en el curvilíneo cuerpo: en su aroma, en su suave piel y sus dulces labios.Él se encargaría de borrar de la mente de Shiroi el horrible suceso de esa noche.

Kanpeki•KnbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora