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— ¡Oiga! ¡Por favor! ¡Suelte me, por favor! —escuchó Karol, se levantó de su cama para ver la puerta— ¡Yo no fuí! ¡Yo no hice nada!

— Dice lo a tus padres, niño —escuchó decir a un oficial que se puso frente a la celda en la que se encontraba Karol, la abrió y metió a un chico de unos doce o trece años. Era pelinegro, con piel algo bronceada y de ojos azules. Karol notó un ligero, casi imperceptible, cambio en sus facciones. El oficial se fue, no sin antes mirar con desconfianza a Karol.

— Bruce va a asesinarme —escuchó murmurar al chico.

— ¿Primera vez? —le preguntó Karol al chico, asiendo notar su presencia. Karol se encontraba en la parte superior de la pequeña litera que había en la celda, claramente para los "prisioneros" menores de edad. Bajó de un habilidoso salto y se colocó frente al chico. Le sacaba por lo menos una cabeza y cacho de altura. Sonrió— Soy Karol... Karol Jordan —se presentó extendiendo su mano.

— Dick... Grayson —respondió el chico con algo de desconfianza, pero al final aceptó estrechar la mano de Karol—. ¿Cuánto llevas aquí? Si puedo saber, claro —se apresuró a añadir.

— No más de una hora —dijo con simpleza—. A un viejo amigo se le ocurrió la magnífica idea de llevarme con él a "tomar prestadas" —hizo comillas en el aire— un par de cosas. Me sacrifique por él —terminó de explicar mientras se sentaba en el pie de la cama superior—. ¿Y tú? —notó la duda del chico, pero al final respondió.

— Algo similar, solo que con un nuevo amigo.

— Jaja —soltó una pequeña risita—. No te preocupes, ya debe de estar ideando un plan para sacarte de aquí. Si es que es un bueno amigo.

— Si... Si lo es —Dick murmuró tan bajo que incluso a Karol se le complicó un poco escucharlo, pero aún así, entendió lo que dijo. Sonrió— Ahora que lo pienso... ¿De dónde eres? Digo, tu acento es algo-... —Karol lo interrumpió.

— ¿Raro? —preguntó con una sonrisa. Dick se sonrojó un poco— Soy de México, es normal que creas que mi acento es raro. De hecho en México, bueno a todo Latinoamérica, el acento americano nos es gracioso —admitió con gracia. Dick sonrió. Al menos algo bueno salió de las estupideces de su amigo, una nueva amiga.

Un pequeño silencio.

— ¿Eres de México? —preguntó Dick sorprendido. Karol asintió— Debe ser genial.

— Hay lindos lugares, sí, pero hay mucha inseguridad —dijo Karol—. Los robos son muy normales allá.

— ¿Por eso estás aquí? —preguntó Dick, claramente intrigado.

— Antes de morir, mi madre me dijo que por cualquier cosa viniera aquí, con papá. Así que, sí.

— Lo siento —se disculpó Dick, pues quizás había mencionado un tema delicado para Karol.

— No hay problema —le respondió Karol con una sonrisa—. Fue hace mucho, además.

— De hecho-... —Dick fue interrumpido por un oficial que se acercó a la celda.

— ¡Ey! ¡Tú! —ambos adolescentes voltearon hacía el oficial— ¡Latina! —Dick frunció el seño por el apodo a su nueva amiga mientras que Karol solo lo miro fijamente, incomodando al oficial— Acaban de llegar por ti —dijo tratando de sonar serio e intimidante, fallando en el intento. Karol miro a Dick. El oficial empezó a abrir la reja.

— Bueno, creo que, espero que salgas pronto —dijo—. Y que nos volvamos a ver.

— Digo... La mismo —contestó Dick mientras extendía su mano.

Karol estrechó su mano con la de Dick, y en el proceso le pasó un pequeño broche de cabello negro y un papel doblado. Dick la miro, disimuladamente, sin comprender, hasta que Karol le guiñó un ojo. Karol salió de la celda dejándolo con el broche y el papel escondidos en la manga de su sudadera negra.

Desdobló el papel, en el había instrucciones detalladas sobre como usar el broche para forzar la cerradura. Sonrió.

Se acababa de hacer una gran amiga, en literalmente una comisaría.

La Hija De Hal || Roy HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora