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Karol se encontraba en los baños del hospital, donde también había una enfermera a la que había pedido ayuda de último momento.

— Disculpa, ¿cuánto falta? —Karol le preguntó por  cuarta vez a la enfermera mientras se recargaba en la pared frente al lavamanos.

— Dos minutos —respondió la enfermera de manera calmada mientras veía su reloj de muñeca—. Será mejor que se calme, alterarse en su situación puede ser peligroso. En especial si da positivo.

Karol miro la prueba de embarazo que se encontraba sobre el lavamanos y que seguía en blanco. Cerró los ojos y suspiró profundamente, tratando de calmarse.

Tiene razón —murmuró para ella misma en español—, si no me calmo algo malo puede suceder. Y no estoy en situación para ello.

Karol volvió a suspirar.

— ¿Ya ve? Ya pasaron los dos minutos —informó la enfermera con alegría—. Cuando una se relaja, el tiempo pasa volando.

Y si que era cierto.

Con nerviosismo, giro la cabeza hacia donde se suponía estaba la prueba, pero sin abrir los ojos.

— No quiero ver —murmuró Karol—, ¿y si no es lo que espero?

— Seguirá adelante, eso hice yo.

Cinco palabras fueron suficientes para que Karol se armara de valor y abriera los ojos, pues sabía, aún sin ver, que la enfermera sonreía con dulzura.

Miro la prueba en la mano derecha de la enfermera.

Suspiró aliviada para luego sonreír.

— Felicidades, debe tener menos de dos meses de gestación —informó la enfermera con una dulce sonrisa—. Tendrá que hacerse unos exámenes para verificar que todo esté bien. Con el reciente acontecimiento respecto a su pequeña, y los dolores de los que me informó, puede que esté en riesgo de aborto espontáneo —informó con seriedad—, más no esté a medio aborto. Usted decide cuándo serán, pero le recomiendo que sean ahora.

— Yo creo que si, pero primero hablaré con mi esposo —respondió Karol mientras observaba la prueba entre sus manos—. Dejaré que duerma un poco, y si recibimos pronto noticias de Lian iré.

La enfermera asintió de manera comprensiva.

— En el consultorio 9, la ginecóloga Tonks la estará esperando. Es de turnos intercalados —informó al ver la confusión en el rostro de Karol—. Que pase buenas noches —se despidió para seguidamente retirarse de los baños.

— Igualmente —respondió Karol con gratitud.

Volvió a observar la prueba entre sus manos, sonrío al imaginarse a un pequeño pelirrojo jugando con Lian en la sala de una gran casa que no era el departamento.

Salió de los baños y se encaminó hacia la sala de espera, donde encontró a Roy medio dormido recargando se en una mochila deportiva.

«Bart ya llegó» pensó al instante.

— ¿Qué pasó? —le preguntó Roy en cuanto la vio acercarse.

— Hablamos mañana, tú solo descansa. ¿Dónde está Bart? —preguntó al no ver al preadolescente cerca.

— Fue a la cafetería con Dick y Wally —informó Roy mientras se acomodaba en las sillas y se cubría con la cobija que le había prestado Wally—. ¿Por qué también los llamaste a ellos y no solo al Allen imperativo? —preguntó mientras cerraba los ojos— Digo, con él era suficiente para forzar la cerradura del apartamento y cargar con la ropa.

— Pero, yo solo llame a Bart —murmuró Karol con el ceño fruncido, pero un ronquido la interrumpió—. Si claro, escúchame mientras te hablo, señor Me Duermo A Los Dos Segundos —se quejó.

Soltó un bufido y miró hacia la puerta que daba al estacionamiento.

Algo llamó su atención.

Caminó con lentitud hacía la puerta de cristal que decía urgencias y salió del apartado rumbo al estacionamiento.

Llegó cerca su auto, que estaba a unos treinta metros de la puerta, y al estar a unos tres metros vio algo que la dejo en shock.

¿Ama? —preguntó incrédula Karol, en español.

— Karol, mi hija.

La Hija De Hal || Roy HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora