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Seguían en el hospital, cada vez más ansiosos de ver a la pequeña Lian y llevarla con ellos, pues sabían que estaría mejor con ellos que en un hospital.

Por otro lado, Karol tenía una especie de conflicto mental entre lo que había pasado en realidad y en su sueño, pues los recuerdos se mezclaban unos con otros y le daban lugar a otros aún más confusos de los que ni siquiera sabía que existían. Tampoco habías tenido que preguntarle a los demás que si lo había soñado era un simple sueño o de verdad había pasado. Prefirió creer más en la primera.

Ya habían pasado tres días desde que habían llevado a Lian al hospital, unas sesenta horas más de las que les habían dicho que Lian estaría bajo observación. Al instante supieron que había alguien en ese edificio que impedía que salieran con la niña en brazos de él.

Por lo que alertaron a los más cercanos de su círculo social,  involucrando desde menores de edad provenientes de la familia materna de Karol hasta a el segundo pajarraco del batinido, quien, curiosamente, estaba demasiado unido a una de las primas de Karol, Karen.

Ya tenían la estrategia lista, solo faltaban menos de 200 segundos para que esta dirá inicio y por fin poder sacar a la pequeña Lian de ese infierno para todo niño de color blanco.

Treinta segundos.

Veinte segundos.

Diez segundos.

Nueve.

Ocho.

Siete.

Seis.

Cinco.

Cuatro.

Tres.

Dos.

Uno…

¡BANG!

Una ambulancia colisionó fuertemente contra la entrada a la sala general del hospital, afortunadamente sin dejar ningún herido de gravedad. Eso no era parte del plan.

O al menos no de su plan.

— ¡Bart! —llamó al preadolescente Roy en un grito, ambos escondidos detrás del escritorio de recepción mientras les gritaban a las personas presentes que se largaran y les dejarán el campo libre— Ve por Lian y lleva la a con Hal, ahí llama a los demás y diles que vengan hacia acá. ¡El plan se fue a la mierda, hay un altercado y necesitaremos refuerzos! ¿¡QUÉ DIABLOS ESPERAS, NIÑO!? ¡¡¡VE!!!

— Okey, okey —contestó el velocista antes de acatar tal orden.

— Demonios, ¿quienes son esos idiotas? —le preguntó Roy al aire mientras sentía como Karol se dejaba caer a su lado. Traía consigo las bolsa con armas que de manera poco legal y desconocida habían metido al hospital.

— No lo sé, pero esa entrada me recuerda a alguien. Pero no sé quién vergas es —confesó Karol mientras recargaba un par de armas para ella y le pasaba un arco y varias flechas a Roy.

— Vamos.

La Hija De Hal || Roy HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora