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Diez años, diez años habían pasado desde aquel momento en el que padre e hija se volvieron a encontrar.

Había muchos cambios en sus vidas, unos más importantes que otros, pero a fin de cuentas, seguían siendo casi los mismos... A excepción de ciertos pelirrojos, quienes seguían sin madurar.

Un claro ejemplo de lo inmaduro, idiota e irresponsable que podía llegar a ser uno de ellos, Roy Harper en este caso, fue el paquete que Karol recibió una fría noche mientras Roy estaba de patrullaje.

Era una caja de cartón de tamaño mediano, ese simple hecho le recordó a aquella vez en la que había encontrado a su perro Firulais, que en paz descanse, quien con no más de cuatro semanas de vida se encontraba encerrado en una caja de zapatos amarrada con cinta gris una fría noche de año nuevo.

Si tan solo sus dueños anteriores no hubieran sido unos ignorantes, se abrían dado cuenta de que Firulais era, o mejor dicho fue, un pastor alemán puro.

Se sentó a esperar a Harper en la sala del apartamento que compartían desde hacía unos pocos años atrás con la caja a su lado izquierdo.

No sabía que hacer, o como reaccionar, o simplemente que pensar.

Su mente era una bola de estambre hecho nudos y no sabía cómo desenredarlo, o mejor dicho, no sabía por dónde empezar a desenredar los.

[...]

Ya casi eran las cuatro de la mañana y Harper seguía sin volver.

No era que Karol fuera una mujer tóxica que mantenía controlado a Roy en todo momento, era solo que Roy jamás se había ausentado tanto sin haberle enviado alguna señal de que llegaría tarde o de que estaba bien e iba en camino. Karol estaba enojada, sí, pero la preocupación empezaba a asfixiar su enojo con el pelirrojo.

O eso creyó hasta que escuchó como Roy abría y cerraba silenciosamente la puerta del apartamento y se adentraba en el, como si no quisiera delatar su presencia. Acción que se fue al demonio al ver a Karol esperándolo de brazos cruzados y semblante serio sentada en la sala.

— Hola amor —saludó Roy con nerviosismo—, ¿qué haces despierta a estas horas? ¿No es muy temprano?

— ¿Cuándo planeabas decirme, Harper? —le preguntó con sequedad Karol. Roy se puso nervioso al escuchar su apellido de manera tan seca, pues sabía que estaba en problemas, y lo peor era que no sabía, o no recordaba, que demonios había hecho.

— ¿El qué, mi amor? —preguntó nervioso Roy.

— Yo si te dije, ¿o acaso ya lo olvidaste? —preguntó Karol pero no dejo hablar a Roy, pues volvió a habar— Yo si te dije que te había sido infiel, porque confiaba en ti, no como tú —lo encaró molesta—. Tú no me dijiste, pero yo sí te dije a ti porque sabía que si no lo hacía más tarde lo descubrirías, y el pedo sería más grande —escupió molesta y con lágrimas acumulándose en sus ojos—. Pero no, el señor Harper no podía hacer lo mis-... —la interrumpió Roy, quien empezaba a molestarse.

— ¡Yo no te engañe! —reclamó Roy en un casi grito, claramente estaba molesto.

— ¡No me mientas, Harper! —le respondió en otro casi grito Karol, mientras lágrimas empezaban a caer de sus ojos— ¡No creas que no se cada una de tus puterías! ¡No creas que no se con cuantas, además de mí, te has revolcado! No creas —hizo una pequeña pausa, tratando de calmarse un poco—, que no se que te acostaste con Jade.

Harper se sorprendió ante esa última frase, y con gran pena, solo observó como los ojos de Karol pasaban de pardos a rojos con tres puntos girando en orbita alrededor de la pupila y de ahí a rojos con una figura.

Harper se sorprendió ante esa última frase, y con gran pena, solo observó como los ojos de Karol pasaban de pardos a rojos con tres puntos girando en orbita alrededor de la pupila y de ahí a rojos con una figura

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— ¿Por qué no lo niegas? —le preguntó Karol en un sollozo, mientras más lágrimas salían de sus ojos, pero no obtuvo respuesta— ¿Por qué no me tachas de mentirosa?

La Hija De Hal || Roy HarperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora