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La pequeña Miram comenzó a caminar por el parque después de que su madre la dejara jugar con los demás niños que ahí se divertían, mientras la mujer hablaba con otras madres que se mantenían allí vigilando a sus hijos de que no se lastimaran en los juegos.

Habían muchos niños disfrutando de aquella tarde de domingo. Algunos corrían persiguiéndose mutuamente, otros se balanceaban en los columpios, otros más se deslizaban por la resbaladilla una y otra vez. El ambiente se componía de risas y gritos infantiles en aquél parque del vecindario.

A la pequeña niña se le hacía muy fácil acoplarse con el resto, además que conocía a algunos de esos niños por ser vecinos y asistir a la misma escuela.

Estaba jugando a las escondidas con otros cinco niños cuando al buscar un lugar para esconderse vio unos pequeños zapatos sobresalir de detrás de un árbol a unos pocos metros de dónde se encontraban todos los juegos. Su curiosidad le ganó así que se acercó a dicho lugar encontrándose con un niño que ella pensó era de su edad a quien nunca había visto en aquel parque.

El pequeño tenía el cabello negro y en su cara resaltaban sus mejillas regordetas que a Miram le parecieron adorables. Él lucía aburrido sentado sobre el césped simplemente jugando con una fina rama con la cual empujaba pequeñas piedritas.

–Hola. –Ella no se limitó en hablarle. El niño levantó la cabeza al escucharla, recién dándose cuenta de su presencia, sus ojos la observaron con sorpresa pero a la vez con un poco de miedo. 

Esa mirada llamó mucho la atención de la pequeña.

–¿Cómo te llamas? –Volvió a hablar ya que el niño sólo la observaba con mucha atención.

–Jimin. Park Jimin. –Respondió al darse cuenta de que aquella niña de lindos ojos oscuros sólo tenía curiosidad por saber quién era. –¿Y tú?

–Song Miram –se sentó frente a él mirándolo con una sonrisa, éste notó que por los rayos del sol su cabello corto y un poco alborotado era de un color chocolate. A él le gustaba mucho el chocolate. –¿Cuántos años tienes, Jimin?

–Siete. –Alzó ambas manos haciendo el número con sus pequeños dedos, su palma izquierda totalmente abierta y doblando los dedos de su mano derecha, dejando sólo dos alzados.

–Yo también tengo siete. ¿Qué haces aquí solo? ¿Cuál es tu mamá?

–Mi mami está en casa –señaló hacia una de las calles de aquél vecindario, donde se apreciaban las casas una junto a la otra. Era la calle contigua a donde quedaba el hogar de Miram. –Está arreglando nuestras cosas, llegamos ayer desde otra casa –le explicó– Ella me dejó venir a jugar, pero los demás no quieren jugar conmigo. –Hizo un puchero y sus ojos volvieron a teñirse de tristeza.

–¿Por qué no quieren jugar contigo?

–Dijeron que soy feo y que hablo como niña.

La pequeña hizo un mohín, molesta, porque lo hicieron sentir mal. A ella le pareció que Jimin tenía una cara muy bonita, su voz era melodiosa y dulce, muy bonita también. Todo él era bonito.

–Eres muy bonito, Jimin. –Le dijo provocando que las mejillas del chico se pusieran muy rojas haciéndolo ver aún más adorable. –Yo si quiero jugar contigo.

–¿De verdad? –Sus ojitos se abrieron más de la cuenta mientras sus labios formaban una pequeña "o".

–Si. ¡Vamos! –Exclamó la pequeña, entusiasmada, para luego levantarse y tenderle su mano al pequeño pelinegro quien la tomó con un poco de duda, pero finalmente sonrió al ver que ella hacía lo mismo.

BY MY SIDE (DANGER) »KSJ;PJMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora