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Miram escuchó ruidos después de unos diez minutos de profundo silencio en la casa, sus padres habían estado discutiendo, como era lo usual, justo cuando ella se disponía a dormir. Era un poco más de media noche, así que se asomó por la ventana de su habitación y vio a su madre salir vistiendo un gran abrigo, luego subirse a un auto negro que a su parecer era muy lujoso.

No era la primera vez que lo veía aparcar frente a su casa a altas horas de la noche y que su madre se fuera en él, aunque no sabía la identidad del dueño, quien le obsequiaba prendas y objetos costosos a la mujer. No se atrevía a hacer preguntas.

Por la mañana se preparó para ir a clases y cuando estuvo lista con su uniforme se acercó a la puerta de la habitación de sus padres y solo tocó una vez, al parecer su padre aún no despertaba para ir al trabajo y sabía que su madre aún no llegaría.

–Ya me voy...

No recibió respuesta.

Dejó salir un suspiro y con su mochila en la espalda caminó hasta el recibidor, dejó sus pantuflas a un lado y se calzó sus converse para luego salir de la casa dando un portazo.

En su camino por la vereda algunas lágrimas de rabia se deslizaron por sus mejillas, no podía entender por qué sus padres no se divorciaban de una vez si tanto se odiaban, además que cada uno parecía tener una aventura. Aquel matrimonio no estaba nada bien, pero ante todo el vecindario se suponía que eran la familia perfecta.

No había amor solo apariencia.

Miram ya no soportaba escucharlos discutir todos los días, por eso pasaba casi todo el tiempo con Jimin para escapar del desastre dentro de aquella casa que ni se sentía como un hogar.

Jimin era su lugar seguro, el único que podía brindarle confort.

Llegó a la calle donde vivía el chico quien justo iba saliendo de su casa, su madre lo despedía con una sonrisa desde la puerta y al percatarse de la chica agitó su mano en un saludo, el cual ella imitó.

–¡Príncipe!

–No me llames así. –Jimin se quejó, mirando mal a la castaña cuando esta llegó a su lado.

–¿Por qué? –A Miram le hizo gracia como la expresión de su mejor amigo cambió debido al apodo con que solía llamarlo solo por fastidiar.

–Es cursi.

–A mi me gusta, para mi eres un príncipe.

–Qué tonta. –Bufó de nuevo andando por la vereda dejándola un poco atrás. A Jimin no le agradaba en lo absoluto que lo llamara de esa manera, pero exageraba en su disgusto simplemente por hacerla reír.

Notó en sus ojos que había vuelto a llorar, probablemente por culpa de alguna discusión de sus padres, pero de seguro ella no iba a querer hablar de eso por el momento si le preguntaba.

–¡Yah! ¡Espérame!

–Caminas lento, llegaremos tarde. –Se detuvo aún dándole la espalda y estiró su brazo esperando a que ella lo entrelazara con el suyo.

–¿Por qué estás tan gruñón? ¿No dormiste bien? –Siguieron caminando, ahora muy juntos, hasta la parada de bus que solo quedaba a una cuadra de distancia desde allí, vio el atisbo de sonrisa en el pelinegro así que se alzó un poco dejando un beso en su mejilla provocando que aquella sonrisa se ampliara.

–¿Desayunaste?

–Tomé un batido antes de salir. –Jimin intuyó que lo dijo solo para no preocuparlo, pero por no hacerle sentir peor no mencionaría el hecho de que sus padres eran incapaces de hacer lo mínimo por ella. Simplemente le daban dinero si la castaña lo necesitaba y así creían hacer un buen trabajo.

BY MY SIDE (DANGER) »KSJ;PJMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora