— Oh.
Sólo se oyó eso cuando ambos entraron, llenos de bolsas y los ojos rojos. Mia hubiera querido decir "no señora, no es por llorar, es por la marihuana" pero no quería ser expulsada del pueblo tan pronto, tampoco quería que la gente odiara más a Bruno, así que debía afrontar que la gente notara que lloró, por más que odiaba eso. Bruno observaba a la señora y esta a él, sin poder creerlo.
El joven llevaba mucho tiempo sin salir de su casa, llevaba mucho tiempo sin hacer lecturas, se había privado de tanto y sólo por los malos comentarios que hacían de él. La señora comprendía por qué lo hacía, trataba de corregir a los pueblerinos para que fueran menos toscos, pero estos eran tan tercos y necesitaban culpar a alguien de sus errores que el pobre Bruno había sido víctima de sus acusaciones, y era la primera vez en mucho tiempo que lo veía entrar a su tienda como si nada. Antes, solía prepararle cafés especiales para él, los Bruno's express, pero había dejado de hacerlos a medida que el joven se alejaba, lo cual en cierta forma había entristecido a la señora Méndez, quien ahora observaba a Bruno con el cariño de una madre. Mia sonrió, era capaz de entender la situación.
— Señora Méndez, Bruno me ayudó a traer los recados, son demasiadas bolsas y, bueno. — sonrió.
Bruno le dedicó una sonrisa pequeña a la señora y un pequeño "hola".
La señora Méndez había visto todo, su cara decía mucho, Mia encontraba sus zapatos llamativos, y Bruno tiraba de los hilitos sueltos de su poncho, sintiéndose incómodo por las miradas, eso y que además un par de señoras se habían agrupado en la entrada observándolos con asombro. Todo se mantuvo en un tenso silencio un rato, hasta que la señora Méndez sonrió.
— Eres muy amable, Bruno. Muchas gracias por ayudar a... mi nueva empleada.
Los ojos de Mia chispearon y quiso saltar, Bruno sonrió a la señora con amabilidad, quien se había acercado a tomarle de las manos.
— Hace mucho no sales, estás pálido, mira esas ojeras, ven, mi niño, te prepararé un Bruno's express. — la señora guió a bruno a una de las mesas, este observaba con la mirada cristalizada el cariño con el que la señora lo trataba.
Hace mucho nadie lo trataba con tal delicadeza, hasta su propia madre lo hacía sentir abandonado... pero lo entendía y la perdonaba, era incapaz de guardar rencor a su familia.
Observó a Mia y esta, que se había quedado estática un momento, le había levantado los pulgares y le sonrió, recibiendo una mirada cálida de su parte. La joven había comenzado a transportar las bolsas hacia la cocina, mientras observaba a la mujer hacer el café especial de Bruno. Ella no tenía idea de que había un café en su nombre, pero la idea le parecía de lo más bonita y gentil para alguien quien poco afecto había recibido.
La señora la observó y le sonrió — Tú, niña, empiezas mañana — rió cuando esta alzó un puño al aire con emoción —, ahora sólo ve a acompañar a Bruno, creo que yo y las señoras del convento de chismosas estamos de acuerdo en que le va a ser muy agradable, ¿verdad?
— ¿convento de chismosas? — rió la joven, intentando no sonrojarse por la insinuación — Ah, señora Méndez, de verdad le agradezco.
— Vete, vete, yo les llevo el Bruno's express.
La joven se fue entre risas, y se sentó frente a un Bruno que tamborileaba tímidamente con sus dedos, observando curioso a la chica.
— ¿No estabas trabajando, Mia?
— Síp, pero la señora Méndez me mandó a hacerte compañía, y la verdad me pareció buena idea.
— Ya...
— Bruno's express ¿eh? ¿Me contas de esa historia? Suena interesante. — apoyó sus codos en la mesa, intentando sentirse más cercana.
El joven sonrió por lo bajo — Desde pequeño solía venir a visitar a la señora Méndez, preparaba los mejores cafés del mundo, amaba el café, y los de aquí le hacían competencia a los de mi hermana. Eran tantas las veces que venía que la señora terminó haciendo uno a mi nombre — suspiró con nostalgia —, para mi sorpresa, a todos les había fascinado que tuviera mi nombre. Ellos... realmente me querían ¿sabes? No sé qué hice mal...
Mia, quien había escuchado desde el inicio con una sonrisa, terminó con una mueca viendo como el chico volvía a su aura triste, y pensó en decir alguna tontería o una palabra de ánimo, pero lo dejó así. Sentía que debía ser así.
— Aquí están los Bruno's express — la señora llegó con dos cafés, depositándolos con cariño sobre la mesa. Ambos le agradecieron —, oh, Bruno, estás tan grande.
Mia le sonrió al joven, que se había puesto colorado de nuevo ante los halagos de la señora Méndez, diciendo que estaba muy guapo, que debía comer más porque estaba muy flaco, y sacándole un par de sonrisas a ambos jóvenes. Esa faceta que estaba viendo de él... le gustaba. No se habría dado cuenta que se había hundido en sus pensamientos, en lo lindo que estaba siendo Bruno, de no ser porque la señora Méndez había casi echado a patadas a las demás señoras que no estaban en la tienda para comprar. Ambos rieron bajito.
— Ellos están mal. — soltó de repente.
— ¿Uhm..?
— Ellos están mal, yo... realmente admiro tu don, es que es increíble, sí conocí personas que podían leer el futuro con cartas, pero nada acertado, en cambio, vos — negó con la cabeza bajando la taza de café, Bruno la observaba con atención — podes ver el futuro tal cual es... es... wow
— Wow — repitió Bruno con una sonrisa.
Le había susurrado un gracias y ambos continuaron tomando sus cafés, como si las personas que se habían metido a la tienda comprando sin ánimos de hacerlo y sólo para verlos, más que nada a Bruno, para ver a ambos disfrutando sus cafés en un cómodo silencio como si no tuvieran los ojos de todo el pueblo sobre ellos.
En Casita, Dolores les había informado a la familia de los rumores de ambos jóvenes, causando alboroto en la casa, haciendo que todos esperaran a que el joven volviera y les hablara de la chica por la cual había estado saliendo tantas veces la última semana, como si nadie oyera sus intentos por que nadie lo oyera escabullirse cual niño.
Mirabel había dejado de jugar cuando Dolores corrió hacia ella con las noticias burbujeando en su boca.
— ¿Tío Bruno estaba llorando? — la pequeña preguntó triste.
— Sí pero la gente dice que los vio abrazarse.
— Oh — volvió a jugar la pequeña —, entonces Tío Bruno está bien, le voy a dar un abrazo cuando lo vea.
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Tímido • Bruno Madrigal
Science FictionLa llegada de Mía Gómez daba mucho de qué hablar al pueblo de Encanto, quizás era por la seguridad que brotaba de sus poros, quizás por su cálida sonrisa de ojos chicos, o quizás sólo por el hecho de que siempre llevaba pantalones en lugar de faldas...