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Luego de ese día, ambos jóvenes habían salido un par de veces, había veces que Bruno la había acompañado en su trabajo, Mia había asistido a la casa Madrigal varias veces haciendo que tanto los niños como el resto de la familia se encariñaran con ella, la joven se estaba llevando especialmente bien con el pequeño Camilo y la pequeña Mirabel, al igual que sentía cierta debilidad por Luisa, Dolores e Isabela, Bruno amaba llevarla a su casa para verla jugar con sus sobrinos, siempre terminaba apoyado en la pared observándola de brazos cruzados y una sonrisa boba en la cara, entonces aparecía Agustín y le golpeaba el brazo diciéndole que se limpie las babas, provocando un sonrojo intenso en sus mejillas. Hubo veces que Bruno la había llevado hasta Casita a escondidas, siendo ayudados por esta para subir en el techo por la noche y apreciar las estrellas en silencio, disfrutando la compañía del otro y alguno que otro roce tímido. En poco tiempo se volvieron tan unidos que los niños preguntaban por la joven cuando esta no iba.

Sin darse cuenta, era cada vez más integrada en la familia, y los deseos por seguir viajando disminuían. Ya no estaba segura de querer volver a irse. No cuando Bruno le sonreía de esa forma tan dulce propia de él, no cuando Mirabel la perseguía por todos lados pidiéndole que se quede a jugar con ella, no cuando Julieta había comenzado a agarrarle cariño. No podía dejar todo eso atrás.

Bruno había comenzado a ser menos tímido, de a poquito comenzaba a ser más cercano a Mia y a sentirse más cómodo con ella a su alrededor. El de rizos amaba mostrarle sus novelas con sus ratitas y Mia amaba verlas, no sólo por el hecho de que era lindo verlo tan concentrado en la historia sino que a decir verdad eran bastantes buenas y entretenidas, además de que terminaban rodeados por los niños que le pedían a su tío a gritos que les contara más, provocando risas en ambos jovenes, le parecía adorable el amor que tenía por sus animalitos, siempre terminaban ambos recostados en el suelo jugando con la ratita que siempre lo acompañaba, a Bruno la fascinaba que el animalito quisiera a la joven.

Desde esa vez que Mia lo besó, no tocaron más el tema y continuaron forzando el vínculo de a pequeños pasos. Claro que querían repetirlo, pero Mia no quería incomodar a Bruno ni presionarlo y el joven no se sentía listo para dar él ese paso. Aunque a veces tenían momentos tan tensos que parecía que sí iba a terminar en un beso, pero no. Mia era paciente, y mucho apuro no tenía, prefería que las cosas fueran lento, así que le decía  que estaba bien con una sonrisa. Aunque en algunos de esos momentos tensos Bruno le depositaba un suave beso en la mejilla provocando fuegos artificiales en los estómagos de ambos.

La noche anterior todos en la casa habían insistido a Bruno para que llevara a la joven a almorzar, les había costado que el joven aceptara puesto que ninguno había planteado lo de tener una cita jamás. Pero las palabras de Julieta fueron tan acertadas que de alguna manera siempre pensaba en ello.

"— Quizás ella espera que tu des el paso, Bruno. "

Así que ahí se encontraba, con sus hermanas en su cuarto eligiendo ropa para él y prohibiendo que llevara su poncho, eso había sido lo más difícil para él. Los maridos de ambas de a ratos aparecían por la puerta para darle ánimos a Bruno.

Julieta se había encargado de peinar en una coleta al joven dejándole algunos mechones sueltos, poniéndole una crema en el cabello para que este tuviera rico olor y los rizos quedaran formados de manera prolija. Bruno no había estado tan seguro de atarse el pelo, ni de que le pusieran unos collares, ni que llevara anillos, mucho menos de que su hermana Pepa le desabotonara tres botones de su camisa, pero acabó dejándolo así pues su hermana Julieta lo amenazaba con que si no se dejaba hacer ya no habría más arepas con queso para él ¿qué mejor forma de asegurar que Bruno se quedara quieto obedeciendo, por primera vez, a sus hermanas? También reemplazaron sus sandalias por zapatillas negras que combinaban con su pantalón.

Cuando acabaron, Julieta lo observó y se llevó ambas manos en la boca, Pepa sonrió con dulzura. Hacía rato no tenían un tiempo de hermanos y era la primera vez que lo preparaban para una cita. Bruno se sonrojaba por los halagos de ambas, diciendo que no era para tanto. Cuando salió del cuarto, unos emocionados Agustín y Félix lo perseguían, habían logrado que el joven chocara los cinco con estos y fue arrastrado hasta la puerta atrapado entre los brazos de ambos.

Bruno se sentía feliz y agradecido por lo que su familia estaba haciendo por él, así  que aceptaba los abrazos y besos con una sonrisa.

— Creció tanto. — dijo entre lágrimas Julieta, siendo abrazada por su marido.

Todos, incluida Alma, quien observaba todo sorprendida, observaban a un joven Bruno caminar nervioso con la mano en los bolsillos, pensando qué iba a decirle a la pelinegra.

Mia divisó a lo lejos y alzó la mano con una sonrisa, pero cuando lo tuvo frente suyo sonriéndole quedó parada como una boba en su porche.

— Hola.

Mia tragó saliva — Ho-Hola... — carraspeó y apartó la vista del pecho y las manos del contrario sintiendo sus mejillas arder.

— Uhm... quería saber si quieres ir a almorzar, conozco un restaurante — y cuando dijo que conocía uno se refería a que Pepa lo amenazó con que si no la llevaba a ese restaurante le iba a pegar con uno de sus rayos, pero Bruno no mencionó aquello — y preparan rica comida.

Mia asintió con una sonrisa — Claro, bonito, pero dejame cambiarme primero — dijo y lo tomó de la mano para dirigirlo a su casa, Bruno miró sus manos unidas sintiendo su corazón brincar —, vos quedate acá y en un toque vengo ¿okay?

— Síp.

— Okay... — dijo mirándolo de arriba a abajo con una sonrisa.

Era imposible de negar que estaba increíblemente guapo, y que el pelo recogido en una coleta con varios mechones sueltos le sentaban tan bien que Mia tuvo que obligarse a dar media vuelta para irse rápido a cambiarse. Bruno se había dado cuenta de la especial atención que le estaba poniendo la joven y miraba sus manos sonrojado, se había sentado en un sillón porque sus piernas habían comenzado a temblarle de los nervios y no quería hacer el ridículo.

Mia se apoyó en la puerta de su pieza nerviosa, no sabía qué ponerse. Pero no le enojaba que el joven la invitara a salir, le hacía feliz que se esforzara en dar esos pequeños pasos. Mia sabía muy bien lo que le costaba al chico salir de su zona de confort, a veces temía ponerlo incómodo con sólo estar cerca de él.

Luego de revolver entre toda su ropa había elegido unos pantalones ajustados de color negro, una remera de tirantes blanca y una chaqueta negra, combinando todo con unas zapatillas de color blanco. Se había soltado el cabello, se había hecho un sombreado de ojos, se puso el rizador de pestañas y finalizó con un pintalabios de color rojo brilloso. Se sonrió al ver su reflejo en el espejo.

Con un suspiro, caminó de vuelta a la sala, viendo a Bruno sentado en el sillón tamborileando sus dedos con nerviosismo.

¿Puede ser que hasta sentado se vea tan bien? Pensó, no se había dado cuenta que había comenzado a morder su labio inferior.

Luego caminó como si nada hasta él.

— Lamento haber tardado tanto, no sabía que ponerme.

Bruno se paró en seguida y tragó saliva — N-No pasa nada... te ves bien, digo, bonita, muy...

Mia soltó una risa ante aquello y ambos salieron por la puerta tomados de las manos, habían adoptado esa costumbre de a poco y ahora era difícil no hacerlo, Mia jugaba con los anillos de Bruno mientras este la observaba con una sonrisa.

***

Help Bruno es tan bonito

Tímido • Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora