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— Bruno no está. — murmuró.

— ¿A dónde fue? — preguntó con suavidad, incapaz de retener las lágrimas y acercándose al joven que se escondía bajo su poncho.

— Muy lejos. No quiere verte. N-Nunca más. — sollozó.

Mía, quien se había puesto de cuclillas frente al chico, sintió su corazón dar un golpe contra su pecho, y se cubrió la boca para no terminar llorando.

— ¿Nunca... n-nunca más? ¿Estás seguro?

— Sí. Vete, por favor.

Mía negó. — Bruno, lo que viste...

— ¡Sé lo que vi! — sacó su cabeza por el agujero del poncho y la observó con enojo y dolor, con lágrimas cayendo con velocidad, una tras otra, lastimando a Mia — ¡Te tocaba! ¡Le sonreías! ¡N-No lo apartaste y-y-y! Y... era mejor que yo. — sollozó, causando que Mia lo hiciera igual mientras negaba con su cabeza e intentaba tocarlo, siendo apartada con suavidad.

A Mia le dolió mucho escucharlo decir eso, le dolió verle llorar, pero le destrozó que a pesar de eso la siguiera tratando con tanta suavidad y cariño en lugar de echarla a patadas.

— No, no es mejor que vos...

— ¡Sí lo es! Es guapo, tiene lindo cabello, tiene linda sonrisa, es más musculoso y alto que yo, y-

— ¡No, Bruno! ¡Escúchame! Es un tarado que me tocó sin permiso ¡no me escuchaba, Bruno! No sabía qué hacer ¡tenía miedo, mierda! — lloró con fuerza ante un atónito Bruno — No sabía qué hacer... No se apartaba... él no se apartaba... y era muy alto, tenía mucho miedo, Bruno.

Mia se había encorvado con su mano en el pecho, intentando disminuir el llanto, mientras que Bruno se había quedado estático luego de escuchar lo que realmente pasó, las lágrimas bajaban con más fuerza.

Se había acercado a Mia y la atrapó en un abrazo, pidiéndole perdón y diciéndole que estaba bien, que ahora él estaba ahí.

— Estás conmigo, Mia, ahora estás conmigo... lo siento m-muchísimo... lo siento muchísimo... me dejé llevar por mis inseguridades, sólo quería- quiero ser suficiente para ti... perdóname, por favor, perdóname.

Mia se había aferrado a sus hombros y poco a poco iba calmando su llanto, sintiéndose a salvo de nuevo.

Con la desesperación y la preocupación que tenía por Bruno, no había reparado en sus propias emociones. No se había percatado de que en todo el día había temblado como gelatina, que había estado pálida en toda su jornada laboral y sus labios temblaban, no se había percatado que había volcado el café en varias ocasiones, no se había percatado que había pasado su horario con la vista fija en la puerta esperando a que el joven apareciera. No había reparado en el miedo que había estado sintiendo, ni que la angustia tras el hecho incrementaba con el paso de las horas, ella sólo quería ver a su chico.

— Tonto, sos muy lindo... sos todo lo que siempre busqué en una persona, sos demasiado importante para mí... me... me gustas vos, no ese.

Bruno quedó estático, sin saber cómo reaccionar. — ¿Te... gusto? ¿Yo? Quiero decir-

— Sí, Bruno. Me gustas mucho, bonito. — dijo apartándose un poco para verlo.

No planeaba decirlo con tanta rapidez, pero ni siquiera lo pensó cuando lo dijo, sólo salió.

— A mí igual... ¡q-quiero decir! Me gustas mucho... y de verdad perdón por lo de hoy...

— Deja de pedir perdón. Y lo sé, bonito, sé que te gusto — sonrió —, no lo supiste disimular. Fue muy lindo, igual. Gracias.

Bruno iba a preguntar por qué le agradecía pero fue silenciado por los labios de la pelinegra, haciendo que olvide cualquier cosa que había pensado, concentrándose en la suavidad de sus labios y en seguirle el ritmo. Cuando se separaron, Mia había escondido su cabeza en el cuello del joven, rozando sus labios con su cuello a propósito, dándole escalofríos a Bruno, quien la abrazaba con fuerza, meciéndose lentamente y murmurando la canción que había estado cantando antes.

She ain't got no money. Her clothes are kinda funny. Her hair is kinda wild and free — comenzó con un hilo en voz, provocando que la pelinegra suspirara. Estar recostada en su pecho y sentir las vibraciones de este al cantar la relajaba, y el olor de Bruno rodeándola la había aliviado en gran medida —... Oh, but Love grows where my Rosemary goes. And nobody knows like me... She talks kinda lazy. And people say she she's crazy. And her life's a mystery. Oh, but Love grows where my Rosemary goes... And nobody knows like me...

Cuando Bruno se había dado cuenta, la joven se había dormido entre sus brazos, con rastros de lágrimas en sus mejillas y de a ratos sollozando bajito, como Camilo hacía cuando lloraba y continuaba llorando entre sueños. Le había dado un beso en la frente, pasó un brazo debajo de su cuello y piernas y la levantó, con más facilidad de lo que esperaba pues no era alguien de muchos músculos, y los dirigió hacia la cama.

La recostó, la tapó y estuvo a punto de irse cuando sintió la mano de la joven aferrarse a su poncho. No sabía en qué momento la había vuelto a despertar.

— No te vuelvas a ir... no digas de nuevo que no querés verme, por favor... — dijo con lágrimas en los ojos.

— No lo haré, no lo voy a decir otra vez... perdón, rompí mi pinky promesa... — dijo apretando sus labios.

— No importa, vení...

Bruno, guiado por la mano de la chica, se recostó frente a ella, mirándose ambos fijamente. Mia detestaba llorar al frente de la gente, detestaba sentirse tan débil, pero no lograba contener las lágrimas y la mano cálida de Bruno se las secaba cada vez que salían, causando que llorara peor pues su amabilidad y sensibilidad la destrozaban. Lo quería mucho.

Bruno suspiró y la abrazó con fuerza, permitiendo que llorara sobre su hombro mientras le tarareaba una canción y le acariciaba el cabello, sintiendo un nudo en su garganta cada vez que la joven sollozaba.

No sabían en qué momento, pero Mia terminó durmiendo sobre su pecho y Bruno siguiéndole el paso unos minutos después.

***

No tienen idea lo que me costó escribir la parte que Bruno piensa sus defectos, me siento mal ayuds, no le encuentro defectos a mi flaco

Tímido • Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora