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El resto se la semana Mia se había concentrado en buscar un lugar para trabajar, no quería quedarse sentada al pedo en su casa. Quería hacer algo.

Ese día estaba saliendo de la cafetería con unos encargos de la señora Méndez, quien la había aceptado con rapidez pues la joven la cayó bien. Leía la lista de los recados y caminaba hacia el centro del pueblo, la señora Méndez le había indicado que allí encontraría todo lo necesario. Ya llevana cargando unas bolsas cuando sintió una mirada a sus espaldas, y, ya acostumbrada, se dio la vuelta con una sonrisa.

Bruno, que se había medio-escondido con rapidez detrás de un burro del señor que siempre se le escapaban los burros, y sonrió con dulzura cuando lo vio alzar su mano y saludarla. Repitió el saludo.

— Podes salir ¿Sabes?

Bruno asomó su cabeza detrás del trasero del burro y Mia tuvo que taparse la boca con una mano para no carcajearse. Finalmente, este se había acercado a ella y había preguntado con suavidad si podía ayudarla con sus bolsas, Mia aceptó gustosa sintiendo un calorcito en el pecho cuando lo vio sonreírle con timidez.

— No hace falta que me evites, bobo. Te caigo bien ¿no?

— Sí, mucho...

— ¿Entonces? — le sonrió antes de dirigir la vista hacia el papel de los recados, comenzando a caminar, sin notar que Bruno la observaba fijamente.

— Sólo me da vergüenza, la gente suele... huir de mí.

Mia lo miró y le dio un empujoncito con su hombro cuando notó su repentino bajón. — Hey, yo no, pinky promesa.

Le extendió el dedo meñique a un Bruno confundido, así que riendo tomó su mano izquierda, que estaba desocupada, y juntó su dedo meñique con el suyo.

—Juro solemnemente que no voy a ser tan tonta como para huir de Bruno Madrigal — le sonrió, la pelinegra no era capaz de notar el efecto de sus palabras, aunque si notaba el brillito de sus ojos y le gustaba verlos achicarse un poquito por la sonrisa tímida del contrario —. Oh, mira, tienes el meñique más grande que el mío.

Bruno observó y le sonrió a la joven. Comenzaron a caminar de nuevo.

Continuaron haciendo las compras con charlas pequeñas de cosas triviales, la joven le preguntaba por su familia y por sus ratitas, Bruno respondía fascinado cada pregunta y le había dicho que Mirabel estaba esperando su visita y que debía ir a comer otra vez, disculpándose luego por el atrevimiento. Claro que la joven se rió y aceptó, tratando de que Bruno dejara de disculparse por todo. Pero en parte lo entendía, todos lo presionaban a que usara su don como a ellos se les antojaba pero cuando lo hacía le recriminaban por la "crueldad" y lo dejaban solo con un gusto amargo en la boca. Mia observaba de vez en cuando como este agachaba la cabeza, como si ella fuera capaz de ser igual de cruel, y luego verla con ojos luminosos cuando notaba gentileza en sus palabras y manos. Entonces Mia le sonreía, y él le correspondía. 

— ¿P-Puedo preguntar algo?

A ese punto, ambos se dirigían a la cafetería cargando muchas bolsas. A Mia le sorprendía que aún así la acompañara de buenas. Ambos ignoraban como muchos a su alrededor los veían y susurraban cosas entre ellos, ya era algo habitual.

— Sabes que sí.

— ¿Por qué no eres como los demás? Quiero decir... todos me odian, mi don es horrible y yo les desagrado por él y-

— Hey, no — se detuvo y lo miró seria —, no tenes un don horrible. ¡Es buenisimo, Bruno! Podes ver el futuro, no importa si son cosas buenas o malas, ¡ves el futuro! Es impresionante y un día de estos tenes que leer el mío. Y, respecto a eso... no voy a ser tan pelotuda de juzgarte u odiarte o no sé, eh... sos una persona muy dulce, Bruno — rió y le echó un vistazo al sonrojado joven antes de volver la vista al camino —. Seh, no te voy a poder odiar, se me hace que no.

— ¿P-Por qué?

— Y... no sé, pero tenes una dulzura que no hay en muchos, siempre fuiste amable conmigo, no me juzgaste por llevar pantalones...

— Es tonto que te juzguen por eso.

— ¿Ves? Para mí, Bruno, es imposible que te odie. Y no creas que lo voy a hacer porque me adviertas de que algo malo puede pasarme, yo entiendo que no controlas el futuro, y está bien...

Observó como se le llenaban los ojos de lágrimas y se quedaba callado. Se preocupó al instante.

— ¿Estás bien, bonito? ¿Dije algo malo?

Negó y sonrió entre lágrimas.

— ¿Te puedo dar un a-abrazo?

Y entonces Mia sonrió con dulzura, asintiendo, sintiendo otra vez esa peculiar calidez que se instalaba en su pecho cada vez que Bruno hacía estas pequeñas cosas que le causaban ternura. El joven se acercó lentamente y la abrazó, siendo casi de la misma altura provocando que no fuera difícil apoyar su cabeza en el hombro de la joven, susurrando un "gracias", recibiendo gustoso unas caricias en el cabello.

— Ay, Brunito, tan adorable... — susurró la chica, causando que el joven afirmara aún más el abrazo.

De pronto, la joven recordó a su papá, y que si hubiese estado cerca le hubiese dicho "eh, eh, soltá a mi nena" y también lloró en silencio en el hombro del contrario, quien ahora era él quien se preocupaba al sentir sus lágrimas en su poncho. 

— Mia... ¿sucede algo malo? — preguntó sin atreverse a soltarla.

— No, no. — negó con la cabeza, apartándose para limpiar sus lágrimas y tomar las bolsas.

Casi por instinto, Bruno le había agarrado suavemente la muñeca, causando que ambos miraran sus manos, el joven la terminó soltando bajo la atenta mirada de la chica.

— Puedes decirme qué pasa, si q-quieres.

— Bueno — sonrió, Bruno la observó expectante —, es que... me abrazaste fuerte y me acordé de mi papá, si te hubiera visto — rió bajito — te hubiera sacado a patadas, la verdad.

Bruno tragó saliva. La joven lo notó y, tratando de retener las lágrimas, habló.

— Falleció hace 1 año, Bruno... no te va a hacer nada — rió —, pero le habrías caído bien, sos muy educado y muy... bonito.

Este le sonrió ante el cumplido y tomó las bolsas para seguir a la joven.

— Lamento que haya pasado eso, Mia... C-creo que estaría orgulloso de la persona tan bonita que sos.

Y ahí, frente a la cafetería, la joven fue incapaz de retener un par de lágrimas y Bruno, sacando valor de quién sabe dónde, la había abrazado nuevamente y dado un beso en la frente, fue tal la delicadeza que le sacó un suspiro a la joven. Las ancianas cámaras del barrio se miraron sin poder creerlo.

Tímido • Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora