Antes de firmar los papeles, de recibir la documentación, habían discutido a solas, habían medido riesgos, pensaron la manera en que iba a afectar su futuro, en que iba a ser demasiada responsabilidad y si de verdad lo deseaban, ambos decidieron que sí. A pesar de la dificultad que iban a llevar niños tan pequeños, decidieron saltar muchos escalones y ser padres primerizos de cuatro niños en total. Les parecía una locura, súper arriesgado, sabían que no todos los días iban a ser buenos, que los niños no siempre se iban a portar bien, y que educarlos a la vez sería difícil, pero decidieron que era mejor así. Después de todo, habían visto la manera en que se comportaban, eran prácticamente hermanos, tenían la costumbre de caminar tomados de la mano mientras daban pequeños saltos, tenían la costumbre de jugar todos juntos (salvo el bebé, claro está), sabían que si los separaban iba a ser una tragedia para ellos. Y sus corazones no iban a poder cometer tal acto de crueldad.
- ¿Estás seguro de querer esto, bonito? - le pregunto Mia, tomando su rostro en sus manos.
Estaban solos en la sala de estar, mientras la señora Torres acompañaba a los niños a buscar sus maletas.
Bruno la observó, buscó en sus ojos duda, arrepentimiento, pero sólo halló la seguridad que en el fondo esperaba encontrar. Sonrió apenas, apoyando su mano en la mano de Mia. - Sí, sé que va a ser difícil pero… no lo sé, estoy acostumbrado a estar rodeado de niños pequeños, me llevo bien con ellos, no parecen ser malos niños, y… y yo de verdad quiero esto. ¿Tú?
Mia sonrió levemente, y asintió con lentitud. - Sí… sí, lo quiero, es sólo que… temo que sea demasiado para nosotros o que yo no sea buena madre… ellos son buenos niños, espero que les guste estar con nosotros…
Bruno asintió con lentitud, en silencio estuvo de acuerdo con ella, también tenía miedo de que algo saliera mal, de que los niños lo terminaran odiando, o de que lo idealizaran demasiado y los decepcione. Le aterraba ser mal padre. Pero la idea de ser uno junto a Mia, le emocionaba a tal punto de querer tomar el riesgo casi sin pensarlo.
- Bien…
- Bien… hay que ir. - dijo Mia, tomando su mano.
Cuando salieron de la sala de estar, vieron a los niños junto a sus maletas parados en la puerta, mirándose entre sí con una sonrisa alegre, mientras la señora Torres sostenía a Luca, quien ahora llevaba un chupete y observaba con ojos brillosos todo. A ambos se les aceleró el corazón, ninguno podía creer del todo lo que estaba terminando de pasar, y le devolvían la sonrisa a la señora Torres que los observaba con lágrimas en los ojos, feliz de que los niños al fin hayan encontrado un hogar luego de tanto.
- Les deseo una feliz vida familiar - dijo, entregándole a Bruno el pequeño, quien rió dando pequeños aplausos al estar de nuevo en brazos del hombre con rizos, causando risas en los adultos. -. Voy a extrañarlos, niños.
Ambos, conmocionados, observaron a la señora Torres ser recibida en un fuerte abrazo grupal por los niños más grandes. Bruno y Mia se observaron con lágrimas asomándose por sus ojos. Entendieron que, de cualquier forma, para los niños iba a ser difícil alejarse del que prácticamente era su hogar, de la mujer que los crió desde bebés, su figura materna. Y les conmovió el hecho de que incluso la anciana sonreía entre lágrimas mientras les devolvía el abrazo. Ninguno sabía realmente cuánto tiempo habían estado esperando un hogar que los recibiera, pero por lo que veían asumieron que fue el tiempo suficiente para formar un lazo importante con la señora. Entonces ambos, sin ser conscientes de que lo hicieron a la vez, se prometieron que aún si los llevaban a su hogar, los niños seguirían viendo a la señora Torres, la mujer iba a seguir formando parte de sus vidas.
Bruno aclaró su garganta, llamando la atención de la señora. - Uhm, si usted quiere, puede venir a visitarnos cuando quiera, ellos la van a extrañar, y supongo que usted igual.
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Tímido • Bruno Madrigal
Science FictionLa llegada de Mía Gómez daba mucho de qué hablar al pueblo de Encanto, quizás era por la seguridad que brotaba de sus poros, quizás por su cálida sonrisa de ojos chicos, o quizás sólo por el hecho de que siempre llevaba pantalones en lugar de faldas...