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Ese día Mía había despertado nerviosa. No por el hecho de que Luca la había despertado de una patada en la cara, sino que la noche anterior se había acostado con una cosa en mente que casi no la dejó dormir. Mia lanzó un quejido tocándose la nariz, observó al bebé preocupada, pero seguía dormido, lo que la alivió en parte, tenía unas ojeras gigantes y el cuerpo aún le pesaba, y el niño había crecido unos centímetros además de subir de peso. Mia sonrió a pesar del dolor, los estaba viendo crecer. 

Saltó en su lugar al sentir un toque en su nariz, Bruno rió por lo bajo, intentando no despertar a Luca. - Fue un golpe duro, ¿estás bien?

Mia le sonrió y asintió lentamente, tomando su mano para dejarle un beso en esta, casi riendo al verlo sonrojarse y observarla con un poco de timidez. - Sí, bonito, todo bien. 

- ¿Deberíamos quedarnos acostados? - preguntó en un susurro, jugando con los dedos de la pelinegra, con cuidado de no golpear a su hijo. 

- Sí, al menos hasta que Luca despierte - dijo observando al pequeño con una sonrisa de lado -. Está más grande ¿viste? 

Él asintió, viendo con su corazón agitado la manera en que Mia observaba al bebé, recordando cuántas veces había soñado con la vida que ahora estaba teniendo y junto a ella, a quien había defendido de su madre sin que ella supiera, por quien había decidido enfrentar a su madre diciéndole que si no la aceptaba a ella como la mujer con quien pasaría su vida entonces que se olvidara de él, y ahora Alma respiraba felicidad cada vez que veía a sus nietos correr por el pasillo. Había sido buena idea enfrentarla, valieron la pena esos años encerrado en su angustia, estaba contento de haber seguido. 

No se dio cuenta que Mia llevaba rato observándolo con una sonrisa y apoyando su cabeza en la palma de su mano, estaba absorto en sus pensamientos mientras observaba a Luca con una sonrisa en sus labios y un leve sonrojo, y ella pensó, como muchas veces lo había hecho y no dejaría de hacerlo, en que tenía suerte de estar con una persona tan bonita como él. Se alegraba de no haber ido a buscarlo en otras personas.

- ¿En qué pensás, bonito? 

Bruno despegó la vista para observarla con una sonrisa de labios apretados, lo que hacía que sus mejillas se abultaran, causando que Mia sonriera un poco más, estirando su mano para apretarle las mejillas. - En cosas vergonzosas. 

Mia alzó las cejas, con una mirada divertida, y acarició sus labios con su pulgar mientras le sostenía la barbilla, Bruno la observó con una sonrisa tonta. - ¿Ah, sí? ¿Cómo qué?

- Pues - apoyó su mano sobre la contraria, acariciándola con el pulgar -, ¿recuerdas cuando mi mamá quería arreglarme un… matrimonio? 

Mia hizo una mueca y asintió. - Sí… fue horrible.

- Lo sé, para mí igual. Bueno, ¿recuerdas que yo lo había solucionado? 

Bruno buscó su mirada, pero Mia había centrado su mirada en la manera en que su pulgar se movía con suavidad sobre su mano. - Claro que lo recuerdo… lo recuerdo. 

Él se dio cuenta de que había tocado un tema que no debería haber tocado, por lo que hizo una mueca y tomó su mano para depositar un beso en esta, como una disculpa, Mia sonrió un poco ante esto. - Bueno… ese día me enfrenté a ella y… le dije que si no te aceptaba a ti en el lugar que ella quería poner a alguien que no conocía, que se olvidara de mí… en ese momento creo que me precipité demasiado porque realmente nunca lo habíamos hablado, pero le dije que si quería nietos debía aceptarte… 

Mia lo miró sorprendida, sin saber bien cómo reaccionar, él le dirigía una sonrisa de disculpa mientras escondía la mitad de su rostro en su almohada, soltando su mano. Al verlo abrir y cerrar los ojos varias veces, no sabiendo si quería observar su reacción o no, Mia rió por lo bajo, estirando su mano y acariciando su cabello. 

Tímido • Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora