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Luego de eso una pacífica Mia se encontraba sentada en la mesa de los Madrigal frente a un Bruno rojo hasta las orejas, la familia lo observaba fijamente y este trataba de ignorarlos concentrado en comer su comida. Agustín le dirigía una sonrisa divertida a Félix, quien refunfuñaba por lo abajo. Agustín articuló con sus labios "me debes dinero" a un Félix tan frustrado que lo ignoraba, cuando Julieta captó lo que pasaba rió por lo abajo y golpeó disimuladamente al hombro de su marido.

— Y — habló Pepa, sonriendo de lado —, ¿cómo estuviste, Mia?

Tragó la comida — Bastante bien, la verdad. Conocí gente en el pueblo — ignoró la rapidez con la que Bruno levantó la cabeza — y el trabajo en el que me aceptaron va bastante bien, la verdad. Como dije, es un pueblo agradable.

— Qué bueno. — le sonrió Alma, Mia le devolvió la sonrisa con gentileza.

Cuando terminaron de comer, Mia nuevamente batalló para lavar los platos y les dijo a las madres que vayan tranquilas a acostarse, estas estaban tan cansadas que aceptaron su sugerencia. Sus maridos se asomaron a saludar a Mia porque ya se iban a dormir, y quedó "sola" lavando los platos.

— Bruno, ya no hace falta que te escondas ¿no? — sonrió.

Bruno ingresó a la cocina derrotado y se situó junto a la joven, permaneciendo en silencio. Mia lavaba, le pasaba los platos a  Bruno quien secaba y guardaba.

La situación era tan familiar para Mia que tuvo que reprimir una sonrisa, Bruno notó esto y sonrió por lo bajo con timidez.

Terminaron y la joven se despidió de la señora Madrigal, quien le dijo a Bruno para acompañar a la chica. Así, ambos terminaron caminando hacia la casa de Mia en silencio.

— Uhm — soltó la joven, sacando una mano de su chaqueta para rascarse la nuca con nervios —... creo que no fue la mejor manera de llamar tu atención.

Bruno la observó y murmuró algo por lo bajo, Mia tuvo que pedirle que lo repitiera en voz alta. Se quedó en silencio un momento y procedió a musitar un poco más alto —... a mí me gustó.

Tras entender lo que había dicho nuevamente en voz baja, la joven asintió con una sonrisa — A mí más, bonito.

Bruno, quien no se animaba, de a ratos estiraba la mano y trataba de tomar la de la joven, sin esta darse cuenta, y volvía a guardarla. Estuvo así un rato, intentando dejar su timidez de lado y tomarle la mano, hasta que repitió en su cabeza lo que la pelinegra había dicho, y con un "ya fue" le tomó la mano con delicadeza y la timidez que lo caracterizaba. Mia se había sorprendido, pero sonrió y le acarició la mano con el pulgar. Luego, como si de una disculpa por estamparlo contra la pared se tratase, levantó sus manos unidas y depositó un beso en la mano de un Bruno totalmente sonrojado. El joven respiraba aceleradamente y miraba hacia todos  lados, explotando en gritos de emoción dentro suyo. Por otra parte, Mia...

Oh por dios, qué acabo de hacer. Me voy a desmayar, me voy a desmayar, me voy a desmayar, mi nene ¡¿por qué fui tan bruta?!

Pero su rostro estaba de lo más relajado, aunque si Bruno la hubiese analizado habría notado los gritos internos de la joven. 

— Bueno... — dijo Mia, parada frente a su casa.

— Bueno... — dijo un sonrojado Bruno.

— No rompas una pinky promesa, ¿eh? — observó al joven asentir con una sonrisa, y terminó susurrando bajito —... por mi...

— No lo haré, te lo prometo — sonrió, y dijo bajito —... por ti...

Mia sonrió — Bien...

— Bien...

Mia suspiró y se acercó lentamente a Bruno, quien cerró los ojos completamente nervioso, Mia sonrió y le depositó un beso en la mejilla.

— Dormi bien, bonito. — se despidió.

— Tú igual...

Y ahora quien permanecía estático frente a la casa con una mano en su mejilla era Bruno, mientras Mia se apoyaba en la puerta y tomaba sus mejillas, las cuales estaban enrojeciendo con rapidez.

La próxima seré más suave... ¡¡¿próxima?!

Terminó mojándose la cara varias veces intentando ignorar el fuerte latido de su corazón.

Esa noche ambos apenas pegaron un ojo en toda la noche. Mia porque no podía sacarse de la cabeza el quejido de Bruno tras ser estampado contra la pared, terminando tomando agua para no sentirse tan acalorada, y Bruno porque no podía dejar de pensar en los labios de la joven, sin darse cuenta que terminó durmiendo con el deseo, atorado en su pecho, de que aquello volviera a repetirse.

Al otro día, Mia barría cansada el piso de la cafetería de la señora Méndez.

— ¿Qué sucede, mi niña? — se acercó la señora preocupada al verla tan ojerosa.

La joven sonrió — Nada, señora Méndez, ¿por?

— Porque tus ojeras me estan espantando los clientes, mija'

Mia rió ante aquello y continuó barriendo. No se percató de que la señora Méndez había ido a prepararle un café, no sabía en que momento la mujer la había sentado a beber uno.

— Pero... tengo que trabajar...

— ¡Shht shht! Bebe el café, luego sigues.

Ambas se sonrieron, Mia bostezó con cansancio — Muchas gracias, señora Méndez, usted es la mejor patrona del mundo ¿sabe?

La señora, quien se había sentado frente suyo, le sonrió. Ese dia, para la suerte de Mia, no había tanta clientela, lo cual era gracioso por el comentario de la señora Méndez. Pero esta luego le contó que la razón era que la noche anterior se había organizado una fiesta de cumpleaños sorpresa, de la cual ella no sabía. Al parecer lo habían ocultado tan bien que ni los Madrigal sabían. Lo cual, si lo pensaba mejor, no tenía tanto sentido, pero le restó importancia.

— ¿Dónde estuviste anoche, jovencita? Pensé que ibas a ir.

Mia escondió una sonrisa detrás de la taza. — Ah, ¿yo? Por ahí...

Del otro lado del pueblo, Bruno desayunaba en la mesa con su familia, todos lo miraban con curiosidad puesto que sus ojeras habían aumentado considerablemente, pero que, sin embargo, el chico sonreía a su café como si nada. Estaba tan encorvado que su hermana, Julieta, varias veces le recordaba que debía enderezarse.

— Pareces cansado, Brunito — soltó Agustín con diversión —, ¿el motivo del desvelo tiene apellido?

Y, sí, otra vez, Bruno se encontraba tosiendo como loco recibiendo fuertes golpes en su espalda, siendo regañado por su hermana.

***

... la culpa de que pasó en los dos últimos capitulos la tienen los edits.

Tímido • Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora