WICKED HATE | FRED WEASLEY (traducción)

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EL SECRETO DE ARES
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Después de cenar todos juntos y permanecer un rato frente a la chimenea, Remus finalmente se levantó del sillón; 

— Bueno, esto es todo por hoy, tengo que volver a la Madriguera. Olvidé pedirle a Arthur los informes de la Orden y además, quiero darle una pequeña visita a Tonks antes de que se vaya a casa de sus padres.

Todos asentimos con la cabeza, disfrutando de nuestra última taza de té antes de irnos a dormir. 

— Por cierto, mañana por la mañana podemos empezar a investigar en el estudio de Circe, si no te importa, Lilith — propuso mientras se acercaba a abrazarme. 

— Sí, claro, sin problema — dije de inmediato, devolviéndole el abrazo.  — Cuídate por favor.

Remus nos dejó en la cálida sala de estar, escuchando como el silbido del viento acariciaba las hojas de los árboles contra la gran ventana. El fuego seguía crepitando cuando Dondey interrumpió el silencio caminando desde la cocina; 

— Lilith, mañana Dondey abrirá la puerta del estudio del maestro Ares, si es lo que quieres, claro.

Tomé una respiración profunda. Todavía dudaba bastante en reabrir una herida como la que me suponía Ares, pero al mismo tiempo, una parte en lo más profundo de mi mente deseaba ansiosamente saber qué había detrás de esa puerta. 

— Claro — sonreí. — Además, apuesto a que los gemelos necesitarán más espacio para así no abandonar sus creaciones...

— Es una gran idea — dijo Fred, mirando amablemente al elfo. — Que hayamos tenido que cerrar Sortilegios Weasley no implica que la Orden y otros clientes no necesiten nuestros productos, así que será genial tener un lugar para trabajar.

Un par de minutos después, con el sueño invadiendo nuestros cuerpos, finalmente decidimos irnos a nuestros dormitorios, pero mientras caminaba por el pasillo oscuro y silencioso que conducía a mi antigua habitación, me di cuenta de algo. 

No podía volver a ese cuarto. 

Crea nuevos recuerdos, Lilith. 

Aún en absoluto y completo silencio, sintiendo el frío suelo bajo mis pies descalzos, caminé en la otra dirección del pasillo con la miradas inmóviles de los retratos de mis antepasados ​​clavadas en mí. Me paré frente a uno de los muchos dormitorios de la casa, y tras respirar profundamente un par de veces y meditar sobre si era la mejor idea o no, finalmente llamé. 

— ¡Adelante!

Abrí la puerta y encontré a Fred a punto de tumbarse en la cama, sin camiseta y con pantalones de chándal, listo para irse a dormir. 

— ¿Sí? —  preguntó con curiosidad al verme ahí parada casi sin poder hablar. 

— ¿Puedo...— tragué saliva. — ¿Puedo dormir contigo?

Una sonrisa suave y tierna se hizo presente en su rostro. 

— Ven aquí, cariño — susurró palmeando la cama e invitándome a unirme a él. 

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Remus llegó al día siguiente cuando apenas amanecía. A pesar de que todavía estábamos en verano, el frío de la Casa Arambella y el estar tan al norte del país, hacía que nos sintiésemos en pleno invierno.