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No tenía idea de cómo era que lograría salir con el menor, más bien no tenía idea de cómo hacer que el pequeño lo eligiera a él antes que ese tal Ten hyung que tanto adoraba

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No tenía idea de cómo era que lograría salir con el menor, más bien no tenía idea de cómo hacer que el pequeño lo eligiera a él antes que ese tal Ten hyung que tanto adoraba. Y es que mencionar la adoración era completamente obra suya, porque Jaemin sólo lo había mencionado en una oración, aun así, Jeno se mentalizaba a ese tal hyung como una especie de Dios para alguien tan indiferente como Na Jaemin.

La primera meta en su lista era conseguir la cita. Suponía que debía comenzar por lo primordial; conocer a Ten hyung.

Jeno de hecho no sólo espiaba a Jaemin cuando este se encontraba en su casa, sino que acostumbraba a quedarse frente a su ventana esperando que el pequeño saliera o se encontrara con sus amigos (amigos que creía inexistentes porque nadie visitaba al menor), de aquella forma conoció a una mujer que la mayoría del tiempo llevaba un pañuelo en su cabeza y un hombre calvo que todas las mañanas se iba en su auto mientras él salía para ir a la universidad.

Potenciales mamá y papá; así los había denominado Jeno. Para colmo, nadie que aparentara ser llamado Ten hyung se paseaba por los alrededores de la residencia Na ¿Tal vez un amiguito del colegio? Pero cuando él era un crío de 16 año sus amigos lo visitaban a la casa de sus abuelos. Quizás era que la vida del campo era diferente a la de la ciudad, o las generaciones nuevas eran distintas a la suya. ¿Ya estaba viejo?

Ante tal pensamiento corrió por la sala hasta el baño, abrió la puerta de un sope y en el espejo gigante observó la piel alrededor de sus ojos. Suspiró tranquilo cuando descubrió cero arrugas.

Su pancita hizo un ruido molesto, y en cuanto menos lo pensó ya se encontraba frente a su refrigerador asaltando los kiwis cuando su madre específicamente le había dicho «No te comas mis kiwis» Y ahí estaba él, triunfando en el mal y disfrutando del fresco fruto prohibido.

Ahora sí que estaba listo para abandonar el paraíso... Bueno aún no... Primero debía encontrar un trabajo estable donde no lo explotaran por ser un simple principiante. Ah... ¿Dónde estaban esos ricos empresarios desesperados un sugar baby?

Se suponía que Jeno tendría que estar en la universidad, como un gran hombre responsable con ganas de crecer en un futuro próspero. Pero fueron claves sus palabras aquella mañana «—No tengo ganas de ir a la UNI» Y dicho y hecho, no fue. Sabiendo que retomar la clase era difícil.

Volvió con la fruta entera en su boca a la ventana y allí se quedó observando la morada vecina; era bonita, demasiado para su gusto. Flores por doquier y un caminito de piedras que conducía hasta el vestíbulo.

¿Y si Jaemin hablaba de su hermano?

Esa no la había pensado, pero hasta el momento era la que más se asemejaba con el entorno de Jaemin. Quizás ese tal Ten hyung era un hombre mayor que lo visitaba todos los sábados o un niño que no podía salir de su casa. Qué iba a saber Jeno si únicamente se quedaba contemplando desde su ventana.

Algo llamó más su atención, pues la mujer del pañuelo salía de su casa con un vestido floreado y unos grandes guantes cubriendo sus manos a la vez que sostenía una regadera amarilla. Se acercó con un sutil movimiento de caderas hasta el colorido jardín y allí se dispuso a regar sus plantas.

Joven, la mujer era muy joven a comparación del pelón de todas las mañanas. Era bella, demasiado diría el castaño que estaba embobado con el contorno de la cintura que el vestido marcaba.

No podía ser la madre de Jaemin ¿No?, porque comenzaba a sentirse un poco desorientado y excitado. Felicidades Lee Jeno, acabas de caer por la madre de tu amigo, grandísimo idiota. Tragó saliva y acomodó su ropa a medida que se acercaba a la puerta principal.

Cuando los rayos del sol golpearon su rostro se sintió un poco mareado. Ahora tenía el perfil de la hermosa mujer con sus plantas a su merced, y creía que podría quedarse horas viéndola hacer algo tan insulso como regar una dócil rosa.

Mas Jeno no era un perdedor, no le importaba que estuviera casada, las aventuras se vivían en el momento en que la vida las ponía. Y esa hermosa mujer no podía comenzar una aventura sola ¿O sí? Caminó canchereando hasta el comienzo de la vereda de enfrente.

Ella se giró y al verlo le sonrió dejando marcar algunas arrugas en lugares específicos del rostro, más sus bolsas debajo del ojo mal maquilladas. Jeno le devolvió el gesto y se auto permitió acercarse hasta quedar de pie frente a ella, con sus manos escondidas en los bolsillos de su jean y su camisa con los primeros botones desprendidos.


—Buenas días, señora —sonrió coqueto —. Soy Lee Jeno, su vecino —su mano abandonó su bolsillo y la estiró con tal de tomar la de la contraria y así sacudirla ligeramente mientras realizaba una pequeña reverencia.


—Oh... Buenas días, debes ser recién llegado porque no creo conocerte —ella dijo un poco avergonzaba.


—Algo así, me la paso estudiando... Ya sabe... La vida dura de un universitario —Jeno nunca abandonó su seductora y sencillamente encantadora sonrisa mientras trataba de mostrar cada una de sus cualidades como hombre en su plena juventud.

Mientras tanto ella se dejaba seducir sin notarlo. Se veía en los gestos de su rostro, en sus labios finos al estirarse formando una mueca avergonzada, en sus mejillas coloradas y en cómo estas últimas se alzaban al sonreír.

También en sus movimientos corporales involuntarios; como el cambio de su voz de alegre a suave y agradable. El cambio de peso de un pie a otro o hasta cuando ella tocaba un mechón de cabello que colgaba suelto de su pañuelo.

No pasó de mucha charla hasta que finalmente lo invitó a pasar a tomar una tacita de café.

Todo un conquistador. Bien hecho, ganador.

Sin embargo, cualquier plan que tuviera con la mujer bonita se fue directo al caño. Pues no pudo evitar saber que era él quien se adentraba a la casa del otro, tal y como Jaemin lo hacía todos los días. Pero eso no fue lo único que llamó su atención:


En cada pared, columna, o mueble que se hallaba en la residencia se encontraba con dibujos simples o imágenes demasiado claras. Muy claras, tales como las fotografías animadas de un niño lavando los platos, secando y guardando pegadas en toda la cocina.


¿Por qué había eso allí? Era extraño, muy extraño. Y Jeno comenzó a preguntarse si la rareza ya provenía de la familia Na o era obra del pequeño (Lo dudaba, obviamente).


—¿Qué es esto? —preguntó tomando una de esas imágenes.


—Oh, son para mi hijo. En realidad, él dice no necesitarlas, pero desde pequeño que esas fotografías están aquí y si algún día las vuelve a necesitar... Ya sabe que estarán aquí...


Jeno asintió queriendo parecer cool, pero la verdad era que ahora entendía menos que antes ¿Por qué Jaemin necesitaría imágenes con los pasos a seguir para hacer determinada actividad? O ¿Por qué eran tan específicas?


—Jeno... No entiendes ¿No? —preguntó ella notando lo poco convencedor que había sido aquel asentimiento. Jeno la observó por momentos y con una lastimosa sonrisa negó —. Mi hijo piensa en imágenes.

Al parecer descubriría más lagunas que secretos en Na Jaemin.

SILENT BURST || NOMIN (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora