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Jaemin era un chico especial, y sí, es lo que se repitió en varios capítulos, pero recién ahora era cuando Jeno comenzaba a notar ligeros patrones repetitivos en el comportamiento del pequeño

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Jaemin era un chico especial, y sí, es lo que se repitió en varios capítulos, pero recién ahora era cuando Jeno comenzaba a notar ligeros patrones repetitivos en el comportamiento del pequeño.

No iba a mentir; cada que Jaemin se aparecía por la casa, él estaba allí espiando. Al comienzo sólo era con la intensión de escuchar las dulce voz del castañito silencioso preguntando por él. Y la cantidad de decepciones que venía acumulando en sí por no obtener lo que quería venían siendo bastantes.

¿Qué no le había pedido para ser amigos? ¡Vaya amigo ese! Ni siquiera se molestó en pedirle el número.

Ahora allí estaba Jeno, de brazos cruzados, sentado en una silla frente a la puerta esperando que reloj marcara la hora para que el timbre de su casa sonara.

—¿No estás siendo un poco dramático? —preguntó su madre al ver el raro comportamiento en su hijo.

—Situaciones drásticas merecen soluciones drásticas —se limitó a responder con la vista fija en el pedazo de madera.4

—A Jaemin le va a incomodar que estés aquí viéndolo.

—Hubiera pensado en eso ante de pedir ser mi amigo.

La mujer no dijo nada más, aún le costaba del todo comprender que el pequeño al cual cuidaba le había hablado a su hijo con tanta libertad. Asombrada era poco, quizás un poco asustada por aquella nueva relación.

Y es que el verdadero miedo caía en que recordaba a Jeno como alguien caprichoso y mimado, le costaba incluso creer que con el tiempo había cambiado, más que nada por el obvio comportamiento inmaduro que estaba teniendo el alto.

Cuando la hora se marcó, el timbre sonó. Jeno se levantó de un salto y caminó a pasos veloces hasta la entrada. Al abrir, la imagen del pequeño lo recibió con gusto. Sin embargo, en él no había muestras de sorpresa o algo que le incitara a Jeno a hablar.

Sólo estaba allí, cabizbajo y con el pelo cubriendo sus ojos. Lo que su madre acostumbraba a hacer era hacerse a un lado y dejar pasar al pequeño castaño, mas Jeno se quedó inmóvil. Si Jaemin quería pasar, entonces debía pedir permiso. Tal como una persona educada lo haría.

Pero no lo hizo. y Jeno no se corrió.

La pelinegra que miraba todo desde el fondo suspiró y empujó con cuidado al alto. Al hacerlo el pequeño se adentró a la casa y buscó su lugar en el sofá.

Indignado, Jeno se acercó al chico hasta quedar frente a él. Nuevamente cruzó sus brazos, enarcó una ceja y sus labios crearon un tierno puchero.

—Dijiste que éramos amigos, pero hace semanas no vienes a verme, no hablas, no preguntas por mí y se supone que el chiquillo inmaduro eres tú porque ¿Cuántos años tienes? ¿Dieciséis? Así que no tendría que reprocharte nada, incluso ahora tendría que estar estudiando bocha de libros interminables —esperó alguna reacción voluntaria pero lo único que obtuvo fue un sutil balanceo por parte del menor. Manteniendo el poco orgullo que le quedaba, se puso firme y resopló —. Si desapruebo va a ser tu culpa —dicho esto se marchó con el falso honor que creía portar a su habitación.

La mujer de la casa escuchó el portazo y luego observó al menor a la espera de que algo sucediera, más allí estaba Jaemin, siendo nuevamente ajeno al mundo. Estaba tan acostumbrada a la ignorancia del chico que olvidó cómo era que se sentía en el comienzo.

—Jaemin —el llamado no fue escuchado a la primera, sino a la segunda. Ni siquiera había tenido el valor para girarse por completo, con sólo asentir a su dirección ya era señal que tenía toda su atención... O bueno... La mayoría —, ¿Por qué no hablas con Jeno? Él me dijo que hablaron y pasó algo de tiempo desde esa última vez...

—Iré a hablarle.

Ella sonrió, porque era cierto de que el menor no hablaba casi nunca, pero no era ni sordo ni mudo, simplemente selectivo. Era sencillo; a ti te hablo, a ti no, y así sucesivamente.

Lo que sí era raro era que Jaemin entablara una conversación con oraciones de más de tres palabras sin ponerse nervioso o querer escapar ¿Cómo sabía cómo había sido la conversación entre los dos involucrados? Pues Jeno era muy fácil de extorsionar.

Vio como Jaemin se levantaba y caminaba por el extenso pasillo que llevaba a las habitaciones.

Dentro, un chico de 21 años se metía de lleno en un gordo libro de vaya a saber qué materia, había tomado lo primero que encontró y a pesar de entender, lo estaba matando tantas palabras extrañas para darle significado algo tan complejo.

Dos golpes exactos interrumpieron su fascinante lectura en el tema, se encaminó hasta la puerta preparando su discurso de buen hijo para decirle a su madre que no comería con ella esta noche, pues ya había planeado una salida con Yangyang y un chico nuevo que conoció hace unos días ¿Mark? Era un nombre difícil de pronunciar, o era ¿Marcos?

Sin embargo, lo que obtuvo no fue la presencia de su madre, sino la de cierto castaño que lo traía un poquito loco.

— Ah, mira, un amigo de título nomás ¿Qué quieres?

Jaemin no respondió, sino que se adentró al cuarto para husmear todo; colores, muebles y adornos. Y por su rápido proceso de análisis entendió que el mayor era... Un tanto... Ordenado.

Exageradamente ordenado. Él también lo era, y su madre se enojaba porque debía aceptar que nunca lograría el orden perfecto. Además, consideraba que el desorden era un ejercicio terapéutico como aquellos que su doctor le daba.

Ver las cosas de Jeno perfectamente acomodadas le trajo una nueva emoción, y su primera reacción fue miedo. Era un verdadero problema, pues casi siempre que sentía algo nuevo era reemplazado por miedo. Debía ser un jodido chiste que el único sentimiento que podía describir era el que más le disgustaba.

—Tu cuarto es ordenado.

—Dime algo que no sepa y si no te molesta, tengo que estudiar, gracias —dijo Jeno volviendo a su libro.

—Cuando las cosas están acomodadas mi corazón no late tan rápido y mi respiración es más suave, y mis músculos no se contraen —comentó Jaemin.

—Oye ¿Te han dicho que eres muy raro? A mí sí, cuando tenía tu edad... Creo que es una etapa. Debes buscar amigos, chico, pero no los dejes tirados como a mí.

—No te tiré, nunca te toqué y estás sentando, si te hubiera tirado tendrías que estar en el piso... El piso tiene polvo, tienes que barrer pronto o habrá más polvo.

—Hablas mucho cuando quieres... —murmuró pensando que no lo escucharía.

—Contigo puedo hablar como cuando hablo con mamá o papá, es fácil.

—Ni siquiera me conoces —susurró el alto encariñándose con la forma tan particular que tenía el castaño para hablar. Ahora observando como este se recorría todo el cuarto y no paraba de tocar todo, más nunca desacomodando, razonó que intentar ser frío con él no era lo suyo. Además, el chico no le daba ni cinco de bolilla.

Su última parada fue en su guitarra dentro de su funda resguardada. Jeno sonrió cuando lo notó quedarse más tiempo en aquel rincón a la espera de algo.

Jeno era muy curioso, y al parecer Na Jaemin era un chico con demasiados secretos y que, obviamente, él deseaba descubrir.

—Niño ¿Quieres cenar conmigo?

Pero la respuesta no se asemejó para nada a lo que esperaba.

—Los sábados tengo la agenda libre y puedo hace cualquier cosa fuera de mi rutina semanal, pero los sábados ceno con Ten hyung, no puedo hacerlo contigo a no ser que Ten hyung esté presente también.

¿Eso era un rechazo o le parecía a él? Y ¿Por qué a ese tal Ten sí le decía hyung?

SILENT BURST || NOMIN (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora