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Estaba bien. No había sido tan difícil. Contó con la suerte de haber conocido a Yeeun. Y aunque el trabajo que tenía ahora era una cruel burla a su profesión, era lo que podía conseguir por el momento. Porque desde aquí hasta que alguien viera su anuncio de programador no oficial pero capaz, podrían pasar muchas cosas y Jeno necesitaba con urgencia el dinero. Así que ser vendedor de ropa en una tienda deportiva no era tan humillante.

Yeeun tenía una amiga. Que a su vez tenía un padre y este tenía amigos que conocían al dueño del local. De pasa palabra fue que llegó a oídos del gerente y le dieron una oportunidad, ya que justamente andaban necesitando nuevo staff.

Trabajaba de lunes a sábados, los sábados salía un poco más temprano y los domingos los tenía libre. La vestimenta que estaba obligado a portar se basaba en una chomba roja y pantalones grisáceos. Algo con lo que contaba y que juró que jamás sería necesario era su visual. Los adolescentes y algunos adultos únicamente entraban a comprarse algo por tener unos minutos con Jeno.

Había de todo. Y de vez en cuando se sentía un poco acosado. Desde viejos verdes y arrugados que le lanzaban piropos bastantes obscenos hasta colegialas de catorce años alborotadas. De todo un poco. Aunque se sintiera incómodo, debía admitir que le hacía ganar bastantes ganancias a la tienda y lo alababan por ello. Era una buena manera de no desperdiciar su atractivo físico.

De Jaemin no supo nada. No iba a mentir, le habrá preguntado a Mark unas veinte veces si todo estaba bien con el menor. Su rubio amigo no hacía más que reafirmar su buen estado y quizá se sentía un tanto decepcionado al reconocer que no era tan importante para el menor, al fin y al cabo.

¿Pero no era eso lo que buscaba? Que Jaemin fuera capaz de vivir sin él. Que su partida no fuera un obstáculo para sobrevivir. Que Jeno no era nada más que el chico al cual le gustaba besar y escuchar desafinar. El chico que le dedicaba canciones con su guitarra a las cuatro de la madrugada sin que lo supiera. Tal vez para Jaemin, Jeno no era más que un chico más en su rutinaria vida.

Ayer fue jueves. Jaemin tuvo que haber asistido al psicólogo. Posiblemente le habló sobre su desaparición. Posiblemente no. No lo sabía. Yuta tampoco llamó para preguntar qué estaba pasando. A lo mejor tenía razón, No era tan importante.

—Disculpe, pero me gustaría que mostrara está en talle treinta y ocho ¿Puede ser? —para ese entonces, Jeno se hallaba sentado en uno de los sillones para probarse calzados, pensando en quien no debía.

—Claro, ya mismo se lo traigo —ella era igual a las otras, aparentaba tener quince, su rizado cabello oscuro y sus ojos deslumbrantes. Era una chica feliz que intentaba llamar su atención. Lo entendió cuando fuera del local un grupo de amigas se reía y la observaban a ella y luego a él. Más que tontas, eran un poco adorables. A Jeno no le molestaba, mientras no se viera en una situación complicada.

—Aquí tienes, traje un talle menos y otro más grande por si gustas probar...

—Sí, gracias. Eres muy amable y lindo —y allí estaba el cumplido. ¿Por qué se sentía diferente? Cuando Jaemin le dijo que era lindo, su cabeza luchaba por querer comprender otra cosa; sin embargo, viendo ahora a la chica sonrojada probándose el calzado recordaba que Jaemin no se había puesto colorado, más bien siempre estuvo neutral. ¿Era tan necesario recordarlo a cada minutos? ¿A cada hora? ¿En cada momento de su vida? Parecía ser muy necesario.

—¿Tiene novia, oppa?

¿Quién te crees que eres para decirme así?... Si Jaemin me dijera oppa ¿Se convertiría en un fetiche?... Él quería descubrir sus fetiches...

—No —de igual forma, era verdad. No eran nada.

—¿A qué hora termina su turno?

¿Qué te importa?

Que no tenga pareja, no quiere decir que no esté enamorado.

A veces decirlo se sentía más libre. Una carga menos. "Enamorado". Podría repetirlo las veces que quiera, nunca habría mentira allí. Era como su lugar favorito, aquel nunca, aquella terraza, y la última guerra. Decir que estaba enamorado, era vivir de nuevo sin nunca haber muerto.

—Si compras algo, te diré mi horario —obvio que era mentira, necesitaba mantener su nueva reputación como gran vendedor. Le daría el horario de Giselle, la tipa andaba melancólica por la vida diciendo que nadie nunca le daría atención. No era cupido y nunca lo fue, pero la primera vez siempre era un: Tira la piedra, a ver qué pasa.

Le pagaban lo suficientemente bien para mantenerse a sí mismo. Y con eso bastaba para tener su vida plena. Llegaba a ahorrar y a pagar sus deudas. De todas formas, la vida de un mantenido era sencillamente mejor que la de ahora. ¿Al menos aquellos viejos verdes que lo acosaban no podían tener una buena fortuna para convertirse en un bonito baby boy? Inservibles.

A las ocho y media estaba abrochando su camisa para volver al departamento. Saludó a sus compañeros y se despidió del gerente. En la parada del autobús tuvo que esperar unos cinco o diez minutos hasta que el camión apareciera. En todo el transcurso de su viaje pudo haber reflexionado acerca de lo que le correspondía hacer. Ya que por más que Jaemin no lo viera como él sí, se sentía obligado a explicar su situación. A veces se ponía a pensar si su madre, tal vez, habría llegado a comunicar su pelea. ¿Qué les habrá dicho? Seguramente nada bueno. Qué problema...

Llegó al departamento y las luces se encontraban apagadas. Las llaves y su bolsa hicieron ruido al apoyarlas en el mueble. Dejó sus zapatillas a un costado y se dispuso a prender cada una de ellas. Al parecer era costumbre de Xiaojun apagar todo; según él, las luces consumían mucho y no veía la necesidad de dejar la del baño prendida si nadie estaba allí. Por otro lado, estaba Yangyang que siempre olvidaba apagarlas y dejaba todo encendido.

En la mañana cuando el sol se encargaba de iluminar el lugar, las luces estaban encendidas. Y en la noche, donde ya no había manera de ver, las luces se encontraban apagadas. Tal vez porque en el día Xiaojun no estaba, y el noche sí.

Faltaba media hora para que Xiaojun volviera del trabajo. Y una hora para Yangyang. La distancia era considerable. Jeno acostumbraba a ser muy despistado, no notó ni las bolsas de más sobre la mesa con víveres nuevos, ni las maletas a un costado. Tampoco le dio importancia al ruido del televisor que estaba en su pieza cuando se disponía a echarse a dormir una siesta de media hora antes de ponerse a estudiar. Tal vez Yangyang había estado jugando a la consola y olvidó apagar todo.

Por eso mismo, cuando abrió la puerta de su dormitorio, no esperó encontrarse con la habitación hecha un caos, una bolsa de frituras abierta y a medio comer, migajas por toda la cama, y un chico en ropa interior; con el cabello enmarañado y la boca sucia.

—¡¿Qué carajos?! —gritó el desconocido cubriéndose con las mantas de la cama, asustado por encontrarse a un completo extraño igual de sorprendido que él —¡Intentas tocarme y te corto el pito!

—Oh... Tú debes ser Chenle...

 Tú debes ser Chenle

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SILENT BURST || NOMIN (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora