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El primero fue Jeno.

El pelinegro literal vivía en frente de Jaemin. Al pequeño de hecho le había sorprendido, puesto que Ten era muy puntual cuando le avisaba a cuantos minutos estaba de su casa. Muchas veces lo había encontrado esperando que dieran la hora que él le había dicho antes de tocar el timbre de su casa.


De igual forma, Jeno no llegó en un minuto como había prometido. Lo hizo en menos, quizás en unos veinte segundos aproximadamente.

Apenas el mayor le regaló una de sus habituales y bonitas sonrisas que lograban robar miles de suspiros, Jaemin lo llevó (prácticamente a la fuerza) hacia arriba. Específicamente a su habitación. Cuando llegó con Jeno sosteniendo su mano escuchó de nuevo el timbre sonar.


—Póngase cómodo, ya vuelvo.

Unos cuantos segundos después, Jeno ya se había quitado la chaqueta mientras disfrutaba de lo suave que era la cama de Jaemin. La suya no era tan suave, pero la prefería antes que volver a tener que dormir en aquel colchón que le dieron en el departamento mugriento que alguna vez alquiló. Definitivamente no esperaba que el menor volviera de la mano de su especial archienemigo sin excusa, Ten.

Revoloteó los ojos fastidiado por la tercera presencia. Había dejado sus estudios porque creyó que estaría a solas con el castaño. No por nada pervertido si es lo primero que creían, a Jeno le agradaba mucho Jaemin, pero Ten era otra cosa. A lo que se refería cuando quería quedarse a solas con Jaemin era para conocer un poco más a fondo al muchacho y aquella extraña enfermedad que lo llevaba a ser quien era hoy.


—¿Qué hace él aquí? —indagó Jeno, dejándose mostrar claramente frustrado por la indeseado.


—Sí, lo mismo me pregunto yo —contraatacó el morocho.


—Luego tendrán tiempo de obtener lugares en mi lista donde los comparo.

—¿Lista donde qué...? —preguntaron al unísono ambos, mas Jaemin hizo oídos sordos.


El menor del grupo los obligó a sentarse en la cómoda cama indirectamente. Porque los mayores siempre terminaban imitando los movimientos de su castañito. Jaemin apoyó su espalda contra la madera de la cama mientras que frente suyo, cruzados de piernas, se encontraban tanto Jeno como Ten esperando saber por qué el menor los había citado a los dos.


—Besense.

Tal vez había sido un tanto brusco y directo.


Los mayores tardaron unos segundos en procesar la información y la orden. Cuando cayeron en cuenta, lo hicieron al mismo tiempo. Abrieron sus ojos asombrados y se miraron mutuamente tratando de averiguar qué tantas intenciones tenían la orden de Jaemin. Aunque para Ten estaba más que claro; Jaemin quería que él y Jeno se dieran un beso ¿Pero para qué?


—¿Por qué quieres que nos besemos?


—No voy a besarlo.

—Tengo que estar preparado para cuando tenga que besar a Hendery. Ya averigüé todo lo necesario para dar mi primer beso y no contagiarme de herpes. Aunque necesito saber si lo que internet dice es exactamente lo correcto... Quiero que se besen para saber cómo funciona el cuerpo humano en práctica, ya tengo la teoría.

—Esto es estúpido, Jaemin. No voy a besar a Ten por ti.


Mientras tanto Ten estaba anonadado con la declaración. No todos los días te enterabas de que tu mejor amigo planea de forma tan quisquillosa un beso. ¿Quién era tal Hendery? Y lo más importante ¡¿Quién le había metido esas ideas a su pobre bebé, indefenso, tierno, apachurrable, y mejor amigo?!. Ya tendría tiempo de averiguarlo, ahora lo importante era ayudar al pequeño. Pero Jeno se le había adelantado cuando desperdiciaba tiempo en su estado de shock.

—Si quieres aprender a besar, debes hacerlo tú mismo. Ve y busca un sujeto de prueba y convéncelo de que te ayude a experimentar —propuso el peligro. El morocho negó.


—No, no. El primer beso debe ser especial y torpe ¡Pierde sentido si ya eres experimentado!


—¡Eso es mentira! Sólo es un roce de labios, nada de otro mundo.


—Eso lo dices porque tu infancia seguro fue tan mierda que ni siquiera tuviste la oportunidad de vivir los nervios de un primer beso.


—Bro, eso es re inmaduro. No conoces mi vida, apenas creo que sabes mi nombre completo... Más respeto a tus mayores.

—Sí, perdón.

Sin que ninguno se diera cuenta, Jaemin ya había escrito una nueva virtud (o quizás no) en su lista de comparaciones. Ambas decían lo mismo: Tanto en la su vecino como en la de su amigo decían "No pueden estar un segundo sin pelear". Nada más que la verdad.


—¿Entonces no se van a besar? —preguntó Jaemin, aprovechando aquel minuto de silencio que sus hyungs mantuvieron.


—Noup —negaron al mismo tiempo.


—¿Cómo aprenderé a besar entonces?


—Ya te dije, busca un muñeco de prueba.


—¿Con muñeco te refieres a una persona?


Jeno asintió sonriendo por su increíble idea. En realidad, no tan increíble para él. Puesto que el azabache mantenía aquel tema como algo irrelevante para su existencia. Siquiera recordaba con quien había sido su primer beso, alguna niña del rancho vecino quizás.

—¿Puedo usarte de muñeco? —Ni Lee ni el otro Lee reconocieron la propuesta al instante —Jeno hyung ¿Puedo besarlo? Usted es el más grande en esta habitación y el que lleva más experiencia ¡Usted sabrá cómo guiarme!

Oh no, claro que no. A estas cosas era a lo que Ten se refería cuando la madre de Jaemin le avisó sobre sus magníficos planes donde involucraban al azabache vecino y a su pequeño amigo. Jaemin quería dar un beso, quería tocar y ser tocado, como cualquier adolescente promedio querría. Pero no con Lee Jeno ¡Por supuesto que no!


—De-debo irme, jaja, ya sabes... Los parciales y esa cosa —. Estaba avergonzado, el hecho de que el castaño le había propuesto tal disparate había, simplemente, acabado con él. ¡Era un niño! Un niño que quería experimentar y justo tenía que ser su muñequito habiendo tantas personas en el mundo. A Jeno no le incomodaba que fuera hombre, al fin y al cabo todos éramos bisexuales por más que alguno se negara, pero jamás en su vida le habían dicho aquello.

¿Ser un muñeco? ¿Él? ¡Por sobre su cadáver!


¿Qué iba a hacer cuando Jaemin quisiera pasar de picos a besos con lengua, o cuando quiera probar besar en otras zonas erógenas como cuello, clavículas o pechos?

¿Y si las cosas se salían de control? Quizás era algo ñoño al creer, pero un beso (por más que se negara rotundamente) era peligroso. Porque era fácil confundir sentimientos y pasiones. Estaba aterrado, ya que así como se mostraba hecho y derecho sólo era un friki recreando un papel de villano. Un desempleado total.


Huyó de la residencia Na a grandes pasos y se encerró, una vez que estuvo en la seguridad de su hogar, en su cuarto. No quería decirlo de aquella forma, pero necesitaba urgentemente conseguir trabajo y alejarse de aquel mocoso. Presentía que nada bueno podía acabar la relación. Y nunca había que subestimar el sexto sentido de un campesino como él.

 Y nunca había que subestimar el sexto sentido de un campesino como él

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SILENT BURST || NOMIN (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora