C A P Í T U L O 4
El sábado es día de limpiar la casa.
Mi madre siempre designa que es lo que le toca hacer a cada quien. Y como soy la más pequeña de la casa, me toca lo menos pesado. Además de limpiar mí cuarto, claro.
Me tocan lavar los trastes y limpiar la estufa. Fácil.
Me puse el delantal, mis audífonos, reproduje mi playlist favorita y comencé a lavar los trastes. Afortunadamente esa mañana no había demasiados.
Estaba a mitad de concierto, cantando con voz ahogada -porque que pena que me escuchen-, cuando escucho un sonido. Enjuagué mis manos para poder quitarme un auricular y saber que es lo que suena.
Proviene de la puerta. Alguien está tocando.
-Oigan, alguien está tocando la puerta -grité en un susurro para que la persona de afuera no lo pudiera escuchar.
-Asómate a ver quién es -mi mamá dijo desde el patio trasero. Estaba colgando la ropa que acaba de salir de la lavadora.
Y justo, estaba colgando la camisa de la escuela. Le tuve que decir a mis papás el mismo día que la ensucié, no podía ocultárselos. Tarde o temprano se darían cuenta y sería peor si se enteran por otro medio, como por ejemplo: los chismosos de mis hermanos.
-Mamá, papá... estaba en mi taller de jardinería trabajando bien. Hasta que choqué con una compañera y ella traía el causante de que mi camisa quedara toda manchada -se las mostré y los miré esperando su respuesta.
Claro que omití la parte de: "Un chamaco todo caguengue me estaba molestando, lo cual no me dejé; y después, pasó todo el desastre".
A lo que mi papá respondió:
-Y ¿qué hacías en ese taller? ¿No pudiste escoger otro? -Se cruzó de brazos.
-No. No podía, los demás eran sobre cosas que no sé hacer.
- ¿Qué no para eso es un taller? ¿Para que aprendas algo que no sabes hacer?
-Sí bueno, en esa escuela no. Todos son talentosos y no dan clases para principiantes, o por lo menos que sepa solo se lo dan a los de primer año -suspiré-. A esta edad se supone que ya se por lo menos algo básico sobre las artes.
Mi madre se acercó a mí y acarició mi mejilla.
-Hija, ese tipo de cosas no son lo tuyo y muy bien lo sabes -suspiré-. Pregúntale a alguno de tus compañeros si sabe cómo se llama la estrella más cercana a la Tierra.
-Mamá, eso lo aprendí por internet. Cualquiera puede saberlo.
-Cualquiera puede, pero no todos se atreven a aprenderlo.
Mi madre suspiró.
-Pero Halley, ese no es el chiste. Tú sabes que tipos de estrellas hay, cuantos años viven y todo eso sobre la astronomía. Tal vez tus compañeros sepan cuantos planetas hay y el nombre de algunas estrellas. Pero fuera de eso, no creo que sepan más -me dio una sonrisa.
-Mamá, tampoco es que sepa todo. Solo entro a una página donde suben blogs de astronomía, leo algunos artículos y ya -alzo los hombros-. No es la gran cosa.
-Halley, por lo menos sabes más que el promedio. Si a mí me preguntan en que galaxia vivimos, ni sé que contestar.
Rio y volvió a pararse junto a papá, para después ponerse seria.
-Pero lo que trato de decir es que, tú sabes hacer cosas que ellos no, y ellos cosas que tú no. Así que no hay porque compararse con ellos simplemente por no saber tocar un instrumento o por lo que sea. Cada uno de nosotros es único -sonreí como una niña pequeña-: La mayoría de las veces eso solo sirve para ponerte una etiqueta ante la sociedad y eso no define como en realidad eres.
ESTÁS LEYENDO
¿Algún Día Seremos Cómo Las Estrellas?
Romance¿Alguna vez te has sentido hermosa, inteligente, alguien querida, que brillas más que todas las estrellas juntas y de repente llega alguien o alguna situación y ¡bam! Te dan un fuerte golpe en la autoestima, que hace que pienses que eres todo lo con...