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C A P Í T U L O  11

Levantarse tarde es algo que siempre he amado de no ir a la escuela. Pero... la razón por la cual faltaré no sé cuántos días, es la que no.

Creo que ya tienen una idea del por qué.

El jueves por la mañana me alisté para ir a la escuela, como cualquier otro día.

Justamente antes de llegar a mi salón, alguien me detuvo gritando lo más fuerte posible:

— ¡Halley Skyman! —Volteé para ver quién es la persona que gritó tan estrepitosamente—. Necesito que vengas conmigo —una maestra que nunca había visto antes, me detuvo.

Vi como los del salón A miraban toda la escena por la ventana, ¿más discretos no pueden ser?

La seguí y me guío hasta la oficina de mi tutora.

—Buenos días señorita Skyman —me saludó.

—B-Buenos días —carraspé.

—Tome asiento —me senté en la silla que queda frente a la de ella—. Hemos avisado a sus padres que vengan por usted.

Mi expresión de angustia se mezcló con la de sorpresa.

—¿Q-Qué? ¿Por qué? —Mi cabeza ya estaba imaginando diferentes respuestas a mi pregunta.

—Aún no se ha cumplido con la cuota correspondiente.

¿Q-Qué...? ¿Aún no han... podido...?

Un nudo se me empezó a acumular en la garganta. Apreté los dientes.

—Hasta que no se cumpla con el pago, no podrá regresar a clases —anadió.

¿Qué más podía hacer? ¿Quejarme? No, es ilógico que lo haga. Tienen una buena razón para ya no dejarme entrar a la escuela ¿Llorar? Es lo más viable.

Tuve que esperar sentada por diez minutos a que mi papá me recogiera. Salí de la escuela y me subí al coche.

—Hija, lo sentimos tanto...

—Está bien —lo interrumpí—. Sé que pronto saldremos adelante —miré por la ventana mientras me tragaba las lágrimas.

Al llegar a casa sentí un sentimiento un tanto raro. Casi nunca me quedo en casa en días laborales y las veces que faltaba a la escuela era porque estaba enferma, o por algo extra. Pero nunca por esto.

Mi madre se estaba arreglando para ir a trabajar, ya que estará tomando turnos dobles en el restaurante. Y mi papá de igual forma se preparaba para ir a trabajar, antes de que le llamasen de la escuela.

Yo en cambio, me quitaba el uniforme para ponerme ropa más cómoda para bajar a despedir a mis padres.

—Halley te pido por favor que li...

—Si mamá —la interrumpí—. Quieres que limpie la casa.

—Halley, no vas a ir a la escuela por... —se detuvo para pensar mejor las palabras— hasta que podamos pagar. Así que por favor ayúdanos en lo que puedas.

—Lo sé mamá —suspiré—. Nunca dije que no lo haría.

—Pero ya te conozco, capaz eres de no hacerlo —giré los ojos.

—No es cierto —musité.

—Nos vemos luego, hija —ambos se despidieron de mí.

Una vez se fueron mis papás, comencé a limpiar la casa sin muchos ánimos.

Siempre que pienso hacer algo por mi propia cuenta y llega alguien más a ordenarme algo que ya tenía planeado hacer, se me quitan las ganas. Y más si se trata de limpiar la casa.

¿Algún Día Seremos Cómo Las Estrellas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora