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C A P Í T U L O  12

El fin de semana Charlotte me invitó a salir con ella. Sinceramente no tenía muchas ganas de salir a pasear y ver cómo la demás gente lleva sus compras. Eso me daría justo en la pobreza.

Ni siquiera había pedido permiso para salir con ella por obvias razones, pero me insistió tanto que le terminé preguntando a mis papás.

—Papá, mamá ¿recuerdan a Charlotte? —Los miré mientras hacían sus cosas.

—Claro cómo olvidarla —dijo mi papá mientras hojeaba unos papeles.

—Bueno... me invitó a salir con ella mañana por la tarde —jugué con mis dedos—. Y pues quería ver si me daban permiso de ir.

—Mi niña...

—Prometo no gastar nada —interrumpí a mi mamá.

Ambos se miraron.

—Solo quiero verla —seguí jugando con mis manos.

—Está bien —sonreí ante su respuesta—. Dinos dónde y a qué hora se van a reunir.

Les dije todo lo que me pidieron. Y a la tarde siguiente ya estaba en la regadera para alistarme e ir con Charlotte a la plaza comercial.

Cerré las cortinas que siempre se me olvidan cerrar, para poder cambiarme a gusto.

A ver... abrí mi clóset. ¿Qué me puedo poner que se vea bonito y sea cómodo a la vez? Pues... no tengo nada que sea así. Tengo unas cuantas prendas cómodas pero no son bonitas, y las que son bonitas no son tan cómodas.

Qué dilema.

Saqué unos pantalones de mezclilla negros y un top holgado color morado. Desgraciadamente el pantalón me queda un poco apretado, ya que engordé desde que lo compré y ahora mis gorditos salen del pantalón. Lo bueno es que el top disimula esos gorditos rebeldes.

Me hice una media coleta y me alisté para que mi papá me fuera a dejar a la plaza.

Al llegar al lugar acordado mi papá me detuvo antes de salir.

—Halley.

— ¿Sí papá? —Lo miré.

—Toma —me dio dinero suficiente para poder comprarme algo de comer allí en la plaza—. Sé que no es mucho, pero no quiero que te pase lo de la pista de patinaje.

—Eso fue porque...

—Por favor, Halley. Te conozco lo suficiente como para que me digas que solo fue porque diste vueltas.

Agaché la mirada. Sentí como se me comenzaba a hacer un nudo en la garganta.

No pude decir nada más, así que solo asentí.

Bajé del auto, me despedí de mi papá y caminé hacia adentro de la plaza. Mientras iba caminando, miraba a las demás personas que llevaban sus compras. Miraba a aquellas chicas con sus cuerpos finos, con su ropa de marca. Y en cambio yo..., no tengo nada de eso.

Literalmente soy todo lo contrario.

Me senté en la fuente, el punto que acordamos Charlotte y yo para vernos. Estaba viendo mis tennis que siempre uso para salir, cuando alguien me tocó el hombro.

— ¡Halley! —Cuando reaccioné, ya me estaba apretando con un abrazo.

—También... te extrañé Charlotte —debo admitir que sí extrañé esos abrazos que me dejan sin aliento. Literalmente.

—No sabes cuánta falta me has hecho. Aaron se la pasa de malhumorado, ya sabes por Armin. Y no hay nadie más que lo soporte.

— ¿Por qué qué ha hecho? —Comenzamos a caminar por la plaza.

¿Algún Día Seremos Cómo Las Estrellas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora