PRÓLOGO

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Dahyun estaba en su habitación, tumbada en la cama, mirando al techo mientras intentaba concentrarse en cualquier cosa que no fuera el sonido de las voces que venían desde abajo. Era tarde, y sus padres discutían otra vez. Era algo que había comenzado a volverse rutina en los últimos meses.

Esta vez, sus palabras eran lo suficientemente fuertes como para que Dahyun captara fragmentos claros de la conversación.

—¡No puedes seguir haciendo esto, Minseok! —La voz de su madre, aguda y temblorosa, resonaba con una mezcla de furia y cansancio—. ¡Te olvidaste de nuestra cena de aniversario! Otra vez. ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

Dahyun apretó las manos contra sus oídos, tratando de bloquear el sonido, pero no podía evitar escuchar. Sabía que ese tipo de discusiones siempre comenzaban con algo pequeño, una fecha olvidada, un plan cancelado, pero terminaban sacando a la luz mucho más.

Su padre, como siempre, sonaba frío y distante.

—Estoy ocupado, Yeonmi. No puedo estar en todos lados a la vez. —Su voz era más baja, pero se podía notar el tono defensivo—. Sabes lo importante que es mi trabajo. Lo hago por ustedes, por Dahyun.

—¿De verdad? ¿Por nosotras? —La respuesta de su madre fue inmediata, casi desesperada—. Si realmente estuvieras aquí por Dahyun, habrías recordado su recital de piano la semana pasada.

Dahyun cerró los ojos con fuerza al escuchar eso. Su madre tenía razón. Había pasado semanas practicando para ese recital, esperando que su padre asistiera. Pero, como siempre, algo relacionado con el trabajo había surgido a última hora.

—No se trata solo del recital o de las cenas, Minseok. —La voz de su madre sonaba rota ahora, como si las fuerzas la hubieran abandonado—. Hace mucho que no te importamos. No soy solo yo. Dahyun también está cansada de esperarte. ¡Olvidas cosas que importan, cosas que no puedes recuperar!

Hubo un silencio, y por un momento Dahyun pensó que la discusión había terminado. Pero entonces escuchó el sonido de algo golpeando una mesa, quizás un vaso o un plato que su madre había dejado caer en su frustración.

—No sé cuánto más puedo soportar esto. —El tono de su madre era bajo ahora, casi un susurro—. Es como si no quedara nada por lo que luchar.

Dahyun sintió un nudo en la garganta. Había escuchado suficientes discusiones para saber que este era diferente. Algo en la forma en que su madre hablaba esta vez, la desesperación en su voz, le hizo temer que las cosas ya no pudieran arreglarse.

El sonido de pasos subiendo las escaleras la hizo tensarse. Se preparó para lo que venía: su madre, llorando, entrando en su habitación para decirle que todo estaría bien, que solo necesitaban tiempo. Pero Dahyun ya no era una niña, y ya no creía esas palabras. Sabía que el trabajo de su padre siempre ganaba. Sabía que ella y su madre no eran una prioridad.

Las lágrimas comenzaron a llenarle los ojos cuando escuchó la puerta de la habitación de al lado cerrarse con fuerza. Otra noche más de dolor, de promesas rotas y de silencios incómodos al día siguiente.

Dahyun miró hacia la ventana, deseando escapar de aquella casa, de aquella vida que parecía más una prisión emocional que un hogar.

[PAUSADO] MI MADRASTRA // SAIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora