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Cuando todo terminó, ambas se quedaron recostadas en el sofá, Sana sobre Dahyun, con sus piernas entrelazadas. La calidez de sus cuerpos y el latido de sus corazones creaban un refugio perfecto. Poco a poco, la suavidad del momento las llevó a un estado de calma, cerrando los ojos mientras el mundo exterior se desvanecía.

El sofá, ahora impregnado de su esencia, se convirtió en el lugar donde sus sueños se entrelazaban, y el cansancio comenzó a apoderarse de ellas. Sana sintió cómo el ritmo de su respiración se hacía más lento, y en un instante, ambas se quedaron dormidas, abrazadas, compartiendo un sueño lleno de promesas y ternura.

Sin embargo, la tranquilidad fue interrumpida por el sonido del teléfono de Dahyun, que vibraba en el piso, en uno de los bolsillos de sus shorts.

La melodía de su celular llenó el aire, como un recordatorio de que la realidad seguía ahí. Al abrir los ojos lentamente, Dahyun vio a Sana aún dormida, serena y hermosa a su lado. Con un suspiro, tomó su teléfono y, al ver el nombre de su madre en la pantalla, contestó.

—¿Hola? —murmuró, tratando de mantener la voz baja para no despertar a Sana.

—¿Ya vas a regresar? —preguntó su madre, con un tono de preocupación en su voz—. Ya es tarde.

Dahyun miró a su alrededor, sintiendo la calidez de lo que acababa de vivir y la necesidad quedarse más tiempo.

—Sí, estoy por irme —respondió, con un leve sonrojo en las mejillas mientras sus ojos se posaban en Sana, quien aún dormía plácidamente.

Al colgar la llamada, Dahyun sintió una lucha interna. Por un lado, estaba la responsabilidad de regresar a casa, donde su madre la esperaba con preocupación, y por otro lado, el cálido abrazo de Sana y la intimidad que habían compartido la mantenían anclada en el sofá, deseando no separarse de ella. Su corazón anhelaba quedarse un poco más y disfrutar de esos momentos antes de enfrentarse a la realidad.

Pero a pesar de la suavidad del momento, Dahyun sabía que debía regresar a casa.

Intentó levantarse del sofá sin despertar a Sana, pero cada movimiento parecía un desafío. Finalmente, Sana abrió los ojos, su mirada aún nublada por el sueño.

—¿A dónde vas? —preguntó, su voz un susurro lleno de pereza.

Dahyun se detuvo y miró a Sana, sintiendo un nudo en el estómago.

—Tengo que regresar... —respondió, con un tono de voz suave pero decidido.

Sana frunció el ceño, claramente decepcionada.

—Quédate un poco más. —Su expresión reflejaba tristeza, como si la idea de que Dahyun se marchara la lastimara.

Dahyun sintió un tirón en su corazón, pero sabía que no podía ignorar sus responsabilidades.

—No puedo, Sana. —Se levantó cuidadosamente, tratando de no perturbar el momento—. Tengo que irme.

Bajo la atenta mirada de Sana, Dahyun se colocó su ropa interior y sus shorts. Cada movimiento se sentía como un adiós, y la tristeza en los ojos de Sana le hacía desear poder quedarse.

Antes de salir, Dahyun se inclinó hacia Sana y le tomó la mano.

—Esto se repetirá, lo prometo —dijo, con una sonrisa sincera que buscaba consolar a ambas.

Sana asintió, su tristeza momentáneamente aliviada por la promesa. Antes de que Dahyun se marchara, se acercó y, con un suave movimiento, atrapó sus labios en un beso.

Fue un beso pasional, pero suave, lleno de cariño e intimidad. Sus labios se movieron lentamente, como si el tiempo se detuviera, permitiéndoles saborear cada instante. Dahyun sintió cómo el mundo a su alrededor se desvanecía, dejando solo el calor de ese momento, mientras las manos de Sana se aferraban delicadamente a su cuello, intensificando la conexión entre ambas. El beso se alargó, convirtiéndose en un intercambio de promesas silenciosas, un pacto que sellaba la magia de la noche.

Sin embargo, Dahyun se vio obligada a separarse de Sana, aunque el momento se sentía tan perfecto que deseaba prolongarlo para siempre. Con un último roce de labios, el beso se desvaneció, dejando un leve sabor dulce que aún danzaba en su boca. Miró a Sana, quien tenía los ojos entrecerrados y una sonrisa soñadora en su rostro.

—Tengo que irme —murmuró, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Sana asintió lentamente, y Dahyun, a regañadientes, se levantó del sofá. Al salir de la casa de su padre, sintió un torbellino de emociones: la tristeza de dejar atrás a Sana y la felicidad de lo vivido. La noche aún estaba fresca y quieta, pero su mente estaba llena de recuerdos.

Mientras caminaba de regreso a casa, una sonrisa se dibujaba en su rostro. Recordaba cada detalle de la noche: las risas compartidas, las miradas llenas de complicidad y, sobre todo, ese momento íntimo con Sana que nunca olvidaría. La calidez de su abrazo y la suavidad de su piel aún estaban grabadas en su memoria, llenándola de una felicidad que no había sentido antes.

El hecho de que su primera vez hubiera sido con Sana le daba un significado especial a la experiencia. Sana no solo era su amiga; era alguien que había estado a su lado en momentos buenos y malos, y ahora compartían un vínculo aún más profundo.

Dahyun se detuvo un momento para mirar al cielo estrellado, agradecida por lo que había ocurrido. Sabía que esta noche marcaría un nuevo comienzo para ambas, un capítulo lleno de posibilidades.

Con el corazón ligero, siguió su camino, ansiosa por el próximo encuentro con Sana, donde podrían explorar juntas todo lo que había surgido entre ellas.

Al llegar a casa, Dahyun corrió hacia su habitación, sin siquiera detenerse a responder el saludo de su madre que la llamó desde la cocina.

—Hola, Dahyun, ¿cómo te fue?— intentó preguntarle, pero su hija ya estaba en su habitación, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad.

Cerró la puerta detrás de ella con un suave clic y se dirigió rápidamente al baño, metiéndose en la ducha, dejando que el agua caliente la envolviera.

Mientras el agua corría sobre su piel, intentaba deshacerse del olor que la traicionaba, recordando cada instante compartido con Sana. Se frotó con jabón, como si así pudiera borrar el rastro de su intimidad, temerosa de que su madre pudiera sospechar algo. El vapor del baño la envolvía, pero su mente aún estaba llena de recuerdos de la noche mágica, una mezcla de felicidad y nerviosismo que le hacía el corazón latir con fuerza.

[PAUSADO] MI MADRASTRA // SAIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora