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Los días pasaron y la presencia de Sana en la casa de Dahyun se volvió una constante. Al principio, Dahyun pensó que sería algo pasajero, que la emoción de su padre se desvanecería y que Sana dejaría de aparecer en la puerta de su hogar con su sonrisa perfecta. Pero no fue así. Sana estaba allí, cada vez más, como si lentamente estuviera tomando un lugar que no le correspondía.

El padre de Dahyun la invitaba con frecuencia, y no solo a cenar. Comenzó a incluirla en sus planes, llevándola a restaurantes, salidas de fin de semana, e incluso sugiriendo hacer pequeñas escapadas los tres, como si fueran una familia. Cada vez que Dahyun lo veía intentar ser el padre comprometido que nunca había sido con su madre, sentía que algo se rompía dentro de ella. Era ese esfuerzo que siempre había faltado, el interés que había sido un simple sueño para su madre, y ahora lo veía brillar en los ojos de su padre cuando estaba con Sana.

Dahyun intentaba mantenerse al margen, pero cada vez le resultaba más difícil. A menudo los veía charlando animadamente en el comedor, su padre compartiendo historias y bromas con Sana que jamás había compartido con su madre, y Dahyun solo podía observar desde las sombras. Sana se comportaba de manera dulce, siempre tan amigable y simpática, pero para Dahyun, esa dulzura solo parecía una fachada.

Había algo en la manera en que Sana se movía por la casa que le resultaba insoportable. Era como si ya hubiera decidido que ese lugar también le pertenecía. Sana intentaba hablarle, acercarse con pequeños gestos, ofreciéndole una sonrisa cálida o preguntándole por su día. Pero Dahyun siempre respondía con frialdad o evitaba la conversación por completo. Desconfiaba de ella, del hecho de que había aparecido tan rápido en sus vidas, y la profunda brecha de edad entre Sana y su padre solo hacía que todo fuera más perturbador. Dahyun no podía ver otra cosa que una persona que aprovechaba el poder y la influencia de su padre para obtener lo que quería.

Y entonces, un día, Dahyun lo descubrió.

Su padre estaba en una llamada, como siempre, hablando de negocios mientras Sana hojeaba una revista en el salón. Dahyun pasaba por allí cuando algo en la conversación de su padre captó su atención.

—Sí, Sana ha sido un gran activo para nuestra campaña —dijo su padre, sonando complacido—. Su imagen como modelo ha sido clave para los nuevos lanzamientos. Creo que con su influencia, podemos llegar a más público joven.

Dahyun se detuvo en seco. ¿Modelo? Se volvió lentamente para mirar a Sana, que seguía sonriendo, completamente ajena a la situación.

Después de unos días investigando por su cuenta, Dahyun confirmó sus sospechas: Sana era solo una modelo de la empresa de su padre. Una modelo. Eso era todo. Una cara bonita que su padre había decidido traer a casa. Dahyun sintió una mezcla de rabia e incredulidad. ¿Era eso lo que había pasado? ¿Había traído a esa "princesa" a su vida porque representaba la imagen de su compañía?

El resentimiento que Dahyun sentía hacia Sana se intensificó. Sana no era más que una muñeca publicitaria, una persona que, por estar cerca de su padre, disfrutaba de una vida de privilegios, sin tener que esforzarse por nada. Mientras su madre había pasado años soportando las ausencias, las decepciones, el dolor de un matrimonio sin atención, Sana simplemente había llegado al lugar correcto, en el momento correcto, y ahora disfrutaba de una vida que no había ganado.

Cada vez que veía a Sana recibir atenciones de su padre, Dahyun sentía una especie de furia silenciosa. No era justo. No era justo que alguien como Sana, tan superficial y carente de profundidad, estuviera siendo tratada como si fuera importante. Dahyun la observaba con desdén cada vez que hablaba sobre su trabajo como modelo, con ese tono liviano, como si su vida fuera tan difícil.

—¿No es genial? Tu papá me ha ayudado tanto en mi carrera. Me ha dado oportunidades que nunca habría tenido —le comentó Sana una tarde, intentando iniciar una conversación. Pero Dahyun no podía hacer más que mirarla con una expresión de indiferencia y disgusto.

No respondía, porque sabía que si hablaba, diría algo de lo que podría arrepentirse. Sabía que Sana no era la culpable directa, pero no podía evitar sentir que su presencia en su vida era una especie de invasión. Cada vez que la veía, todo lo que podía pensar era en cómo su madre había sido reemplazada por alguien que solo tenía una cara bonita y una vida facilitada por la conexión con su padre. Y lo peor de todo era que su padre la trataba mejor de lo que había tratado a su propia familia.

A Dahyun le dolía profundamente ver cómo la situación se desarrollaba ante sus ojos, cómo su padre parecía haber encontrado en Sana una nueva fuente de energía y atención que nunca había tenido para ella ni para su madre. Y cada día que pasaba, la presencia de Sana se sentía más intrusiva, como si estuviera invadiendo todo lo que una vez había sido suyo.

En su interior, Dahyun solo podía pensar una cosa: Sana no era bienvenida en su vida, y jamás permitiría que tomara el lugar que había sido de su madre. Pero mientras esos pensamientos bullían en su mente, algo más extraño comenzaba a suceder. Dahyun empezaba a notar a Sana de una manera diferente, y eso la perturbaba más que cualquier otra cosa.

[PAUSADO] MI MADRASTRA // SAIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora