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Dahyun apretó el teléfono con manos temblorosas, tratando de armarse de valor para marcar el número de su madre. Su mente aún estaba nublada por el dolor de haber dejado a Sana, pero sabía que necesitaba reconectar con la única persona que había sido un pilar en su vida, su madre. Cuando finalmente presionó el botón de llamada, su corazón latía con fuerza.

Después de un par de tonos, escuchó la voz familiar del otro lado de la línea.

—¿Dahyun? —La voz de su madre era suave, llena de una mezcla de sorpresa y preocupación.

—Mamá… —Las lágrimas ya estaban brotando antes de que pudiera decir otra palabra—. Mamá, necesito verte.

—Cariño, ¿estás bien? —preguntó su madre, con una urgencia palpable en su tono—. ¿Dónde estás?

Dahyun se limpió las lágrimas con la manga, aunque sabía que era inútil.

—Podemos encontrarnos en la cafetería cerca de la casa. Por favor… necesito verte.

—Voy para allá en cuanto cuelgue, mi amor. —El consuelo en la voz de su madre la calmó, aunque fuera solo un poco.

Cortó la llamada y, con el corazón roto en mil pedazos, se dirigió hacia la cafetería. El aire frío del otoño le golpeaba el rostro, pero apenas lo sentía. Lo único que llenaba su mente era la mezcla de dolor por haber dejado a Sana y la ansiedad de ver a su madre después de tanto tiempo.

Cuando llegó, se detuvo en la puerta, su mirada perdida entre las luces suaves del lugar y la figura de su madre sentada en una mesa al fondo. Su cabello oscuro estaba algo encanecido, y llevaba el mismo abrigo que Dahyun recordaba de cuando era niña. Esa visión la hizo tambalearse, y sus pies casi no querían moverse.

Pero cuando su madre levantó la vista y sus ojos se encontraron, Dahyun sintió cómo la represa de emociones que había estado conteniendo se rompía.

Caminó hacia ella con pasos rápidos, y antes de que pudiera decir una sola palabra, su madre ya estaba de pie, rodeándola con sus brazos cálidos, aquellos mismos brazos que la habían sostenido tantas veces cuando era niña.

—Oh, Dahyun… mi pequeña —susurró su madre, con la voz quebrada por la emoción.

Dahyun rompió a llorar, su cuerpo sacudido por sollozos tan intensos que le dolían en el pecho. Todo el peso de los últimos días, de las decisiones, del amor y del dolor se derramó en esas lágrimas que había estado conteniendo por tanto tiempo.

—Lo siento tanto, mamá… —sollozó Dahyun, aferrándose a su madre como si fuera su ancla en medio de una tormenta—. Lo siento por no haberte buscado… por no haber estado contigo… Lo siento tanto…

Su madre la abrazó más fuerte, sin decir una palabra, dejando que las lágrimas de Dahyun empaparan su abrigo. Sus propias lágrimas caían en silencio, resbalando por sus mejillas mientras sostenía a su hija, tan frágil, tan rota.

—Shh… no tienes que disculparte por nada, mi amor —susurró su madre, acariciando el cabello de Dahyun—. Estoy aquí ahora. Estoy aquí, y nunca más te voy a dejar.

Se quedaron así, abrazadas en medio de la pequeña cafetería, como si el resto del mundo se hubiera desvanecido. La gente alrededor apenas las notaba, pero para Dahyun, en ese instante, lo único que importaba era el abrazo de su madre.

Sentía tanto alivio como dolor. Alivio por estar de vuelta con la única persona que siempre había querido lo mejor para ella, pero un dolor punzante en su pecho por haber dejado a Sana. Su mente se inundaba de recuerdos de los momentos felices con ella, los besos robados, las miradas cómplices, pero también del peso de los secretos y las mentiras. Ahora todo eso quedaba atrás, pero el vacío que dejaba Sana en su corazón no desaparecía.

[PAUSADO] MI MADRASTRA // SAIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora