Con el paso de los días, la relación entre Dahyun y Sana se volvió cada vez más extraña, envuelta en una tensión que parecía crecer con cada encuentro. Sana, quien siempre se mostraba dulce y amable delante de los demás, cambiaba completamente cuando estaban a solas. Esa sonrisa tierna y la calidez que todos conocían desaparecían en el instante en que los ojos de Sana se clavaban en Dahyun en privado.
Ahora, cuando estaban solas, Sana irradiaba una energía diferente, algo oscuro y peligroso. Dahyun no podía evitar sentirse nerviosa cada vez que se cruzaban. Sus manos temblaban ligeramente y su respiración se aceleraba en cuanto la veía acercarse. La primera vez que había experimentado este cambio de Sana fue una sorpresa, pero ahora era algo constante, algo que Dahyun había empezado a anticipar con una mezcla de temor y expectación.
Lo más inquietante era que Dahyun no podía entender cómo Sana podía cambiar de esa manera. El contraste era tan marcado que comenzaba a pensar que había algo mal en ella, algo que solo Dahyun podía ver. Esa dulzura fingida frente a los demás era solo una máscara, y cuando Sana la dejaba caer, lo que quedaba era alguien que jugaba con sus emociones, que la observaba con una intensidad que le helaba la sangre y, a la vez, la hacía sentir viva de alguna manera.
En más de una ocasión, Dahyun se sorprendió a sí misma deseando que su padre se fuera de casa, deseando quedarse a solas con Sana, aunque supiera que eso significaba exponerse a esa versión peligrosa y manipuladora de ella. Había algo en esa tensión, en esa mezcla de miedo y excitación, que encendía algo dentro de Dahyun. Como si cada mirada, cada palabra, cada gesto de Sana en esos momentos creara una chispa que alimentaba una llama que Dahyun no había sentido antes.
Una tarde, mientras ambas estaban en la cocina, Sana se acercó a Dahyun mientras lavaba los platos. Dahyun sintió su presencia antes de verla. El aire se volvió denso y su respiración se aceleró, como si ya supiera lo que venía. Sana se colocó detrás de ella, tan cerca que Dahyun podía sentir su respiración en el cuello.
—¿Estás nerviosa? —susurró Sana, su voz baja y casi burlona.
Dahyun apretó los labios, evitando responder, pero no pudo evitar que su cuerpo reaccionara. Sus manos temblaron, el agua resbalando de los platos con demasiada fuerza. Sabía que Sana podía notar cómo sus hombros se tensaban, cómo sus labios temblaban.
—Me gusta cuando te pones así, —continuó Sana, inclinándose un poco más, hasta que Dahyun pudo sentir su aliento en la oreja.
El corazón de Dahyun latía con fuerza, golpeando su pecho como si intentara escapar. Sabía que debía sentirse asustada, que todo esto estaba mal, pero, de alguna manera, ese peligro que la mantenía alerta, la hacía sentir... diferente. Era como si la tensión que Sana creaba en cada uno de estos encuentros le diera vida, como si despertara algo en su interior.
—¿Por qué haces esto? —se atrevió a preguntar Dahyun, sin apartar la mirada de los platos que seguían en sus manos, incapaz de girarse para enfrentar a Sana.
Sana no respondió de inmediato. En lugar de eso, su mano se movió lentamente por el brazo de Dahyun, un toque tan suave que casi parecía una caricia. Dahyun contuvo el aliento, sintiendo cómo la piel de su brazo se erizaba bajo el contacto.
—¿Hacer qué? —preguntó Sana, con una voz tan inocente que Dahyun podría haberla creído si no conociera sus verdaderas intenciones.
Sin avisar, Sana dió un paso más hacia adelante, aprisionando el cuerpo de Dahyun contra el lavaplatos.
Y fue ese nerviosismo el que hizo que Dahyun cometiera un error. Un plato que tenía en las manos se deslizó y cayó al suelo con un fuerte estruendo, rompiéndose en pedazos. El sonido de la losa quebrándose rompió el silencio de la cocina, y la tensión en el aire se volvió palpable.
Dahyun dio un paso hacia atrás, sobresaltada, pero en su confusión no se dio cuenta de que uno de los fragmentos del plato roto estaba justo bajo su pie. Sintió un dolor agudo cuando el vidrio se clavó en su piel, provocando un pequeño gemido de sorpresa.
—¿Estás bien? —preguntó Sana, con su habitual tono amable, pero su cercanía aún la hacía sentir vulnerable.
Dahyun apenas pudo asentir, pero el dolor en su pie la hizo tambalearse. Sana, con rapidez, la tomó de la cintura, estabilizándola antes de que cayera. Sin decir nada más, Sana la levantó en brazos y la llevó hacia su habitación, insistiendo en que debía limpiarle la herida.
La confusión inundaba la mente de Dahyun, pero el dolor era más fuerte que sus confundidos pensamientos, así que ni siquiera protestó.
Sana la ayudó a sentarse en la cama, arrodillándose frente a ella mientras inspeccionaba su pie.
—Déjame ver, —dijo Sana en un tono más bajo, casi susurrante, mientras sacaba un pequeño botiquín de debajo de la cama.
Dahyun observó en silencio mientras Sana limpiaba cuidadosamente la herida. La sensación de tener a Sana arrodillada frente a ella era extraña, casi incómoda. Podía sentir el calor del cuerpo de Sana cerca de sus piernas, y verla en una posición tan sumisa solo la confundía más.
A medida que Sana limpiaba su pie con un algodón empapado en alcohol, Dahyun no podía apartar los ojos de ella. La luz tenue de la lámpara hacía que Sana pareciera casi etérea, pero había algo en su expresión concentrada que hacía que el ambiente se sintiera íntimo, peligroso.
Y entonces, los pensamientos que Dahyun trataba de reprimir comenzaron a inundar su mente. Escenarios que no debería imaginar, momentos que nunca debieron cruzar su conciencia. Sana era su madrastra, la esposa de su padre, pero en ese momento, parecía algo más.
La cercanía de Sana, su toque suave, la forma en que se arrodillaba frente a ella... Dahyun sentía cómo su corazón latía más rápido, una sensación que no era del todo desconocida, pero que en este contexto se sentía fuera de lugar. Intentó apartar esos pensamientos, pero era como si su mente ya no pudiera controlarlos.
—Listo, —anunció Sana con una sonrisa pequeña, levantando la mirada hacia Dahyun.
Sus ojos se encontraron, y por un momento, Dahyun no supo qué hacer. Las palabras se atascaron en su garganta, y solo pudo asentir débilmente mientras Sana se levantaba.
Sana, por su parte, pareció no notar la confusión interna de Dahyun, o al menos no lo mostró. Se limitó a recoger los utensilios del botiquín, asegurándose de que todo estaba en orden antes de salir de la habitación.
Cuando Sana cerró la puerta, Dahyun se quedó sola, sentada en la cama con el pie vendado y el corazón latiendo descontroladamente. Sabía que esos pensamientos no debían estar ahí, pero ya no podía detenerlos. Sana no era solo su madrastra, se había convertido en algo más en su mente, y eso la aterraba.
Sana no solo era peligrosa, era adictiva. Y eso era lo más aterrador de todo.
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[PAUSADO] MI MADRASTRA // SAIDA
FanfictionUna trágica historia en donde Dahyun sin quererlo cae ante los encantos de la nueva esposa de su padre. Porque aún después de odiarla le es inevitable enamorarse de aquella dulce mujer que solamente intentaba empatizar con ella. + Contenido homosexu...